A propósito de un artículo anterior sobre el comandante Mata, varios lectores se han dirigido a mí interesándose por el personaje, y uno, especialmente cinéfilo, me pregunta si escribí en serio que su historia podía constituir el argumento de una buena película de aventuras. Naturalmente, y lo que me sorprende es que a nadie se le haya ocurrido hacerla. Lo sorprendente del cine «progre», fuertemente subvencionado por el Gobierno socialista, es que sólo se interesa por un mundo completamente ficticio de golfos, golfas, pequeños burgueses resentidos, transexuales, homosexuales y otra fauna que, bien mirado, no es mayoritaria ni representativa de la sociedad española, al menos de la actual. Que tal vez la de un futuro próximo se convierta en una película de Almodóvar, quién sabe. Pero no se ha hecho ninguna película con tratamiento riguroso sobre la clandestinidad antifranquista, los entresijos de la transición (no valen las series hagiográficas sobre el golpe de Estado del 23 de febrero o la que se anuncia sobre Adolfo Suárez, basadas tan sólo en el parecido inexistente entre los personajes históricos y actores muy malos que los representan), sobre la corrupción política inmobiliaria (a la manera de «Las manos sobre la ciudad», de Francesco Rosi) o la guerrilla de la posguerra, sobre la que, no obstante, se hizo un intento curioso, «Los días del pasado», de Mario Camus, aunque con reparto inadecuado (Marisol y Antonio Gades de resistentes por las montañas santanderinas), y otro pretencioso, «El corazón del bosque», del muy pedante Gutiérrez Aragón, sobre el bandolero (mejor que guerrillero) Bernabé, pero que en realidad es una versión de pedantín de «El corazón de las tinieblas», de Conrad, como si no fuera suficiente «Apocalypse Now», de Ford Coppola. Algún otro lector, como el antiguo compañero y buen amigo Salvador de Dios, me aportó un dato sobre Mata que desconocía. Sobre Mata se ha escrito poco. El libro de Alfonso Fernández Pérez «Comandante Mata. El socialismo asturiano a través de su biografía» es importante, pero supongo que habrá tenido una difusión muy limitada. Lo que sigue en este artículo procede de conversaciones personales con el propio Mata y de su correspondencia, a la que me he referido en el artículo anterior. Copio literalmente su autobiografía, tal como me la refirió en una de sus cartas, fechada en Alès (Francia) el 29 de enero de 1980: «Mi querido amigo, correspondo a tu atta. del día 19 del corriente, en la cual me pides información para redactar el artículo que me quieres dedicar en la Enciclopedia Asturiana. Intentaré señalarte algunos informes:

1.- En efecto, nací en La Hueria de Carrocera (San Martín del Rey Aurelio) el 19 de diciembre de 1910 (aunque en el Registro Civil estoy registrado el día 1 de enero de 1911).

2.- Durante los años (once) que permanecí en las montañas asturianas, las acciones fueron muchas. No obstante, te señalaré las dos primeras que fueron importantes: el día 13 y el 14 de enero de 1939 hicimos una concentración de unos 700 guerrilleros para intentar llegar al mar. Llegamos ante los montes de Peón de Villaviciosa, nos sorprendieron las fuerzas franquistas, logramos romper el cerco y replegarnos: en los combates tuvimos un total de 57 bajas.

Otra acción ha sido el primer golpe de audacia para coger la «Paga» de la mina de San Vicente el día 16 de septiembre de 1939. Llegamos otro y yo y nos llevamos las 40.000 pesetas (lo que repartimos entre muchos y tocamos a 1.000 pesetas cada uno).

3.- Los contactos con las embajadas (principalmente con Inglaterra) los hacíamos a través del compañero Teodomiro Menéndez.

4.- El itinerario para llegar hasta Luanco.

5.- En Francia formé parte del Comité Nacional de la UGT, y varias veces del Comité Director del PSOE; de 1971 a 1976 he sido secretario administrativo de la C. Ejecutiva Nacional de UGT. Al mismo tiempo formé parte del secretariado de mineros de la UGT en el exilio; estuve como delegado de los mineros asturianos en los congresos de la Federación Internacional de Mineros, en el año 1957 en Londres, y en 1963 en Viena (Austria).

Lamento no tener tiempo para ampliarte estos y otros datos; no ando muy bien de salud estos días, pero no hay nada de gravedad».

En otra de las cartas, sin fecha, afirma que fue él personalmente quien hizo el informe sobre la matanza del pozo Funeres, que fue enviado a las embajadas e Indalecio Prieto denunció ante las Naciones Unidas: este informe se publicó en «El Socialista» y en el libro «Asturias y sus hombres», de Andrés Saborit. También señala que quien le acompañó en el asalto a la mina de San Vicente, en El Entrego, no fue Lele, como se había escrito, sino Flórez, que también poseía el grado de comandante, y que teóricamente era el jefe militar de la guerrilla, mientras Mata era el jefe político. Yo conocí a Flores en Latores a la vuelta del exilio, cuando ya estaba bastante disminuido físicamente. En cambio, Mata se mantuvo muy bien, muy erguido, aunque era un hombre alto, y con el pelo completamente negro, por lo menos hasta uno o dos años antes del final. Hacia Lele sentía un especial afecto, ya que era su compañero de aventuras y con él mantuvo un encuentro con la Guardia Civil bajando de La Hueria de Carrocera hacia El Entrego. Lele tenía muy buena vista y, en consecuencia, muy buena puntería, y en aquella ocasión, aunque era noche cerrada, vio brillar los tricornios de los guardias civiles en la distancia, hacia el valle. También tenía palabras muy afectuosas para el guerrillero Lafuente, muerto por la época de su regreso, y para Marcelino Fernández Villanueva, «el Gafas», que mandaba la guerrilla en el Valle del Sil, y sobre quien acota en una carta de fecha 24 de marzo de 1980: «De quien dicho sea de paso, no tengo noticias desde hace tiempo; pero no debes extrañarlo, porque desde la Argentina está aislado».

«El Gafas» regresó a España y yo le conocí, y estuve varios días con él en Oviedo, y lo mismo que Mata y Flórez sólo estuvo aquí durante algún tiempo, no mucho. Mata aseguraba que nunca estuvo en Galicia y sólo una vez en el Valle del Sil, y tampoco se unió a los guerrilleros que acabaron cayendo en la emboscada de la playa de La Franca, porque el infiltrado que los condujo a aquel matadero no le mereció confianza desde el primer momento. Según Mata, era un despiadado con demasiada sangre fría como para ser de fiar. Mata, por el contrario, procuró mantener siempre una actitud honorable, y sólo recurría a la violencia en casos de necesidad o para defenderse. Él entendía que era un militar que no se había rendido y, en consecuencia, respetaba las reglas de la guerra. A través de sus cartas repite en varias ocasiones, a modo de «leit-motiv»: «Ni yo ni el partido tenemos nada que ocultar de mi actuación durante los años que permanecí en las montañas asturianas. Tenemos que tener presente que no todos pueden permanecer en las guerrillas y cada uno sirve como puede a las ideas».

En una carta de 12 de septiembre de 1980 se refiere a Arístides Llaneza, el hijo del dirigente minero Manuel Llaneza, que acababa de morir en México: «Hace cincuenta años que nos conocíamos, pero donde más le había tratado ha sido primero en la Cárcel Modelo de Oviedo durante el Movimiento Revolucionario de 1934, y más tarde en los años de nuestra permanencia en las montañas asturianas. Arístides Llaneza, como todos los hombres, tenía sus cosas buenas (positivas) y otras (ya en el exilio) que yo no pude aceptar; pero eso no puede impedir que sienta profunda tristeza por la noticia de su fallecimiento. Ha sido un buen luchador por el socialismo y la libertad».

La última carta que recibí de Mata, de fecha 26 de febrero de 1985, es dramática: «Ruego me perdones, que perdones, me disculpes, no puedo contestar a tus cartas: estoy enfermo desde hace casi un año; estoy muy fastidiado y sin medios de escribir a los buenos amigos. Ruego me perdones, pero me es muy difícil escribir. Espero que con los remedios a que estoy sometido pueda salir de esta situación. Ruego me perdones que no pueda cumplir y me perdones. Recibe un fuerte abrazo».

Era un hombre valeroso y austero, afectuoso y de gran categoría humana. Jamás pretendió pasar factura por lo que hizo. Dio mucho a cambio de nada. Añadamos algunos datos a su biografía. Durante toda su vida fue minero y desde muy joven estuvo vinculado a los movimientos socialistas de la cuenca alta del río Nalón. Ingresó pronto en el Sindicato Minero de la UGT y más tarde en las Juventudes del Partido Socialista, en las que conoce a Rafael Fernández: «Al compañero Rafael Fernández hace ya 50 años que le conocí, militamos juntos en las Juventudes Socialistas y lo traté mucho cuando en el año 1933 ocupaba la secretaría general de la Federación Provincial de las Juventudes Socialistas». Participó en la Revolución de Octubre de 1934, siendo detenido en Gijón el 5 de noviembre, y permaneció 21 días encerrado en el convento de las Adoratrices de Oviedo, donde fue torturado. Al estallar la Guerra Civil siguió un cursillo en la Escuela Popular de Guerra, del que salió con el grado de teniente, alcanzando el de comandante por méritos en el frente. Como tal, mandó el Batallón de Asturias n.º 34. No se rinde a la entrada de las tropas nacionales y durante once años permanece en las montañas. Su grupo estaba compuesto por unos quince hombres, aunque en ocasiones llegó a mandar hasta cien. Pasaba los inviernos escondido en Latores o en las minas de Evencio el Droguero, en Muñón Cimero, en las laderas de la sierra del Aramo que dan a Lena, gracias a la ayuda de su administrador, Manuel Juan de Dios, Manolín de Dios, que había sido alcalde republicano de Pola de Lena y que al salir de la cárcel siguió colaborando con las organizaciones socialistas.

La salida de Mata desde las montañas al puerto de Luanco y de allí a San Juan de Luz fue tan extraordinaria y espectacular que merece un relato más detallado. Volveremos sobre Mata, ya que este año se cumple el centenario de su nacimiento. Esperemos que los que pertenecen al partido por el que él luchó no lo olviden.

JosÉ ignacio gracia noriega