Manuel Lombardero (Teverga, 1924) tenía 13 años y era dependiente de la librería Cervantes de Oviedo cuando llegó otro chiquillo a trabajar en el mismo establecimiento y le cambió la vida. Era Paco Ignacio Taibo Lavilla (1924-2008) -padre del escritor y hasta el presente director de la «Semana negra» de Gijón, Paco Ignacio Taibo II-, un chaval «alegre, cariñoso, dinámico, que me sorprendió, porque hasta entonces yo había sido un chico solitario», evoca hoy Lombardero, que reside en Barcelona pero pasa los veranos en su casa de San Claudio (Oviedo), donde acaba de dictar sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA, que se publican en esta primera entrega, más otras dos, mañana, lunes, y el martes.

Gracias a aquella amistad inicial y a que Lombardero tenía en prisión a un tío suyo, Sandalio Suárez -corresponsal del periódico socialista «Avance», especialmente significado en Octubre del 34 y en la Guerra Civil-, aquel pequeño dependiente de Cervantes entró de lleno en la sociedad «PIABA», que eran las siglas de Paco Ignacio y Amaro (Taibo), Benigno (Canal) y Ángel (González). Los cuatro tenían en común desgracias familiares a causa de la guerra, como le sucedía a Lombardero con Sandalio, «aunque yo no tenía significación política».

Ángel González (1925-2008) sería el futuro y prestigioso poeta, «más circunspecto que Paco Ignacio», pero la amistad de los tres se hizo intensa durante «toda la vida y yo creo que a raíz de su muerte tan próxima sufrí un ictus, según interpreta mi hijo». Tras los años de trabajo en la librería Cervantes, bajo las órdenes de Alfredo Quirós, Manuel Lombardero, al contar los 21 años, fundó su propia tienda, la librería Colón, «que yo creo que no supe gestionar bien», de modo que en 1951 abandona Oviedo y pone rumbo a Barcelona.

La causa directa de aquello era que «apareció por Oviedo un vendedor de libros a plazos, escritor y poeta, llamado Luis Landínez, y se hizo amigo nuestro, de Ángel y de Paco Ignacio». Años más tarde, el poeta asturiano le confesaría a Lombardero que a la primera persona a la que le leyó sus poemas de arranque, escritos secretamente, «fue a Landínez». Lo sucedido después fue que «tras el fiasco de la librería Colón, Landínez me puso en contacto con la casa de Barcelona que él representaba». Allí trabajó durante cinco años, hasta que en 1956 el editor de Planeta, José Manuel Lara (1914-2003), «me conoció y me llamó para montar su organización de venta de libros a plazos». Aquella nueva división de Planeta se denominó Crédito Internacional del Libro, y tuvo productos estrella como «la Enciclopedia Larousse, para la que Lara, como era un hombre concienzudo, contrató a la mejor gente de Barcelona con objeto de realizar la edición española, que resultó mejor que la francesa».

La Larousse, como la Historia Universal de la UNESCO o la Historia de la Literatura de Blecua, Valverde y Riquer se vendieron «por cientos de miles», de modo que puede afirmarse que pocos serán los domicilios españoles de la época que no recibieran la oferta de comprar «una enciclopedia para los hijos».

Lombardero sólo recuerda «una obra que no tuvo éxito, una Geografía mal enfocada». Del mismo modo, «Planeta siempre editó muy inteligentemente y muy de cara al público, y tuvo su mayor fracaso sólo en dos libros: uno, las memorias de la hija de Stalin, y otro, las memorias de Helenio Herrera», evoca Lombardero, hombre de confianza de Lara. Ese enfoque tan directo hacia el público se palpaba también en «el premio "Planeta", que costaba millones organizar y que, por tanto, tenía que entenderse que el libro ganador había de ser una obra apreciada por el público», evoca quien fue secretario de aquel jurado durante décadas. Cuando en 1991 «dejé de ser el gerente ejecutivo de Crédito Internacional del Libro, la empresa facturaba 30.000 millones de pesetas al año; era no sólo la más importante de Europa, sino que yo creo que era de las más notables del mundo». Lombardero, que también ha formado parte de los jurados «Príncipe de Asturias», publicó tras su retiro -premiado de por vida por el propio Lara- los libros «Asturias y los poetas» (1996), «Campoamor y su mundo» (2000) y «Otro don Juan. Vida y pensamiento de Juan Valera» (2004). Pero si de algo está orgullosísimo hoy es de «mis 63 años de matrimonio con Charo, que ya son años».