Los primeros avilesinos vivían anegados por una mano de ríos que morían en una lengua de mar que alcanzaba la actual parroquia de Trasona y que se desarrollaba a la sombra del castillo de Gauzón, legendaria fortaleza desde la que los reyes asturianos gobernaban un estuario salvaje, un territorio inhóspito que, con el correr de los siglos, acogería en sus orillas las principales industrias del país: acero, vidrio, cinc, aluminio, abonos... El certificado de nacimiento de la villa de Avilés lo extendió el rey Alfonso VI de León en el año 1085. Su nieto, el séptimo Alfonso, ratificó el aforamiento. Y comenzó la historia y la prosperidad de la primera villa del Cantábrico, tal y como expone el catedrático Ignacio Ruiz de la Peña, coeditor de las actas del congreso «Los fueros de Avilés y su época», un encuentro cultural promovido en su día por el Ayuntamiento de Avilés y el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) con motivo de la recuperación de la segunda copia del documento que transformó una aldea de pescadores en un centro de negocios de primera envergadura. En plena Edad Media.

¿Y qué era un fuero? El profesor Javier Alvarado, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), lo dejó claro durante el desarrollo del congreso avilesino (entre los días 6 y 9 de octubre de 2010). Los fueros y cartas pueblas eran documentos que ordenaban las relaciones ciudadanas y que determinaban qué tributos cedía el monarca al concejo recién nacido para invertir en su propio desarrollo. Alfonso VI y, después, su sucesor se empeñaron en controlar los extremos de sus territorios y para ello accedieron a perder riqueza a cambio de la fidelidad de los concejos recién colonizados. «Y Avilés durante toda la Edad Media fue siempre una villa de realengo, es decir, del rey», explicó Miguel Calleja Fuentes, otro coeditor de las actas del congreso de los fueros y el responsable de certificar la autentificación de la segunda copia de la partida de bautismo de la capital del alfoz de Gauzón, recuperada por el Ayuntamiento avilesino, con el apoyo de un grupo de empresarios locales.

La importancia del Fuero de Avilés es capital para la historia del Principado, el catedrático Ignacio Ruiz de la Peña no se cansa de decirlo. Y es que Avilés es la villa más antigua del Cantábrico. «Bilbao, por ejemplo, se fundó en 1300; San Sebastián, en 1180; La Coruña, en 1208; Laredo, en 1200, y Santander, en 1186».

Ruiz de la Peña califica de «trascendental» la fundación de la villa, que todavía no era «del Adelantado». Y es que la prioridad fundacional de Avilés, dice el catedrático, «explica la temprana apertura de la fachada litoral asturiana a la navegación atlántica, comercial y pesquera». O sea, el Fuero de Avilés organiza la ciudad y la enaltece. El puerto principal del reino de León fue el de Avilés, que desde principios del siglo XIV se transforma en la capital de un alfoz desperdigado desde que la Monarquía cedió a la Orden de Santiago el gobierno del castillo de Gauzón, que había sido el centro de la administración real. El rey Fernando IV da aire a las ciudades y se lo quita a los castillos y otras fortalezas. Y Avilés se benefició de aquella política municipalista. Aquellos avilesinos medievales, pues, se situaron en el centro del universo. «Muy pronto, efectivamente, veremos definirse un eje comercial terrestre que une el puerto avilesino y Oviedo con la ciudad de León, ramificándose hacia otros mercados interiores, hasta el Duero e, incluso, más allá», escribe Ruiz de la Peña. Y todo por el aforamiento de la ciudad.

Avilés y Oviedo se desarrollan en paralelo. Las dos establecen relaciones comerciales con puertos de la costa francesa y de las de Flandes o Portugal. Los muelles de Avilés son foco de atracción de riqueza. El catedrático señala la madera y el hierro como principales materias primas objeto de exportación. Ruiz de la Peña apunta también algunas referencias al comercio del vino. Pero no todo fueron mercancías. La villa de Avilés acogió en aquellos primeros años de la ciudad organizada una emigración profunda de franceses y occitanos. El Fuero puso a Avilés y a Asturias en el mapa internacional.