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Una guerra permanente

Aucalsa emplea 17 máquinas quitanieves con turnos de 12 horas en la autopista del Huerna, la única de España que no admite el uso de cadenas

Un tipo que lleva 38 años trabajando en una autopista tiene todo el derecho del mundo a medir la vida en puntos kilométricos, por algo la vio nacer, crecer y desarrollarse y se conoce de memoria sus curvas, por algo sabe siempre a qué altura está, por algo es el empleado más veterano de Aucalsa, la concesionaria de la autopista del Huerna, 77 kilómetros de alta montaña que comunican Asturias y la Meseta y que recorre diariamente una media de 8.000 vehículos.

Se llama Ángel Terán, tiene 60 años y puede contar que antes no era así, que antes para activar la máquina quitanieves que ahora conduce no bastaba con apretar un botón, que antes era todo más mecánico, y los problemas y los fallos. "Hoy, ya ve qué lujo. Desde esta pantalla puedo controlarlo todo: la sal que me queda, los gramos que puedo tirar y los metros que abarco", dice mientras mete tercera este ovetense de pelo blanco, gorro, manos gruesas y chaleco naranja. Cada día, calcula, recorre unos 500 kilómetros por esta carretera.

Son las once de la mañana y los copos de nieve ya se estrellan con violencia contra el cristal. Hay pocos coches y van muy despacio. La cosa se está "poniendo fea" y la alerta amarilla está por llegar. Por la ventanilla se ve tanta niebla que no se sabe muy bien si el vacío que se intuye tras el quitamiedos es un valle, un lago o la nada. Ángel lleva ya unas horas dando vueltas con una de las 17 máquinas quitanieves que operan día y noche para tratar de adecentar una calzada empeñada estos días en cubrirse de blanco y de paso angustiarlos a ellos, a los 64 operarios de Aucalsa que luchan para mantener en condiciones una vía expuesta a los fastidiosos vaivenes del tiempo.

Ángel conduce la quitanieves, pero a él y al resto los conduce un grupo de personas desde un centro de operaciones casi invisible muy cerca del Negrón: cinco edificios situados en La Ablaneda, a 1.200 metros de altitud.

En la instalación principal hay ocho ordenadores, un mapa enorme de la vía y 14 monitores que dan cuenta en tiempo real de la situación, grabada por 160 cámaras desplegadas a lo largo de toda la autopista. Desde allí salen todas las órdenes, incluso las no deseadas, como la que tuvieron que dar ayer para prohibir durante varias horas el paso a camiones articulados. "Esto es una guerra permanente", resume Eduardo Arrojo, barba canosa y voz grave, natural de Avilés y residente en Oviedo, director general de Aucalsa desde 2009. A Arrojo le obsesiona lo mismo que a Víctor Llamazares, director de explotación de la concesionaria, y a Ángel Espina, jefe de viabilidad: que la autopista no se tenga que cerrar como ocurrió en 2008, cuando un intenso temporal dejó atrapados a cientos de conductores. Ellos entonces no trabajaban en Aucalsa (entraron un año después), pero pueden adivinar lo que se vivió: "Es un trabajo de gran estrés y tensión porque un solo vehículo te puede poner todo patas arriba", dice Llamazares. "Es la autopista más complicada de España sin duda", apunta Espina.

El dispositivo se suele prever con 24 horas de antelación en una reunión para acordar las actuaciones. Lo primero es la previsión del tiempo. Hay seis estaciones meteorológicas que ofrecen información de los tramos y hay también una aplicación exclusivamente contratada por Aucalsa. Llamazares y Espina, no obstante, ni se van a dormir ni se levantan por la mañana sin mirar en sus tabletas los pronósticos. Siempre hay dos ingenieros al tanto de lo que ocurre en la autopista. "Estamos coordinados. Esto tiene que ser como un baile que tiene que estar equilibrado. La seguridad requiere eso", dice Arrojo.

Aucalsa tiene actualmente 17 máquinas quitanieves (de unos 190.000 euros cada una) que recorren alguno de los ocho circuitos establecidos: el más corto es de 3,5 kilómetros y el más largo de 20. Los operarios trabajan día y noche en turnos de doce horas. Cada máquina suele ir a una velocidad de 60 kilómetros por hora y tiene capacidad para 12 toneladas de sal, que en días fuertes como el de ayer se suelen agotar como mucho en dos horas, circunstancia que las obliga a repostar en alguno de los tres almacenes estratégicamente distribuidos en la autopista. El que está allí, en La Ablaneda, alberga 2.000 de las 5.300 toneladas de este material, que se compra en Zaragoza y se echa en la calzada para derretir la nieve y evitar las capas de hielo.

En días complicados, la sal se mezcla con cloruro cálcico, que es una sustancia más fuerte y acelera el proceso. Las máquinas, de color naranja y con capacidad para dos personas, tienen en la parte delantera unas cuchillas de neopreno que retiran la nieve y pueden manejarse con un mando desde el interior del camión. Los vehículos están equipados con una radio control que sirve para mantener la comunicación con el centro de coordinación, y tienen prohibido echar sal en los túneles y permitido cruzar la mediana para cambiar de sentido. "Esto es peligroso y hay que estar atento", dice Ángel Terán mientras gira 180 grados a las puertas del Negrón. Allí, delante del túnel y a la intemperie, suele haber un operario que se tira 12 horas dando paso a las quitanieves, controlando que no vengan coches mientras pasan de un lado a otro de la vía.

Por el centro de La Ablaneda pasan asiduamente efectivos de la Guardia Civil de Oviedo y de León y allí están concentradas las instalaciones principales: está el almacén de sal, pero también hay un hangar para dejar los vehículos que cuenta con un tanque de gasóleo y materiales de lavado; está el taller para posibles emergencias, un vestuario para el personal y un archivo con toda la documentación sobre la historia de una carretera que ahora mismo exige un peaje de 13,05 euros para coches. "No sé si es caro o barato, pero lo que sé es que el coste es muy alto", indica Arrojo.

La autopista del Huerna, inaugurada en 1983 para acabar con el aislamiento de la región, es el único vial de alta montaña de España en el que no está permitido el uso de cadenas. Hay 14 túneles y no pueden usarse en ellos porque sin nieve las cadenas dañan la calzada y destrozan las ruedas del vehículo. Aunque hay habilitados apeaderos a la entrada de los túneles para que los coches puedan ponerlas, Tráfico las ha prohibido por riesgo de colapso, así que quien quiera pasar por la autopista en días como ayer debe esperar a máquinas quitanieves como la que conduce Ángel, el más veterano de todos, el hombre que se la sabe de memoria.

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