Reconducir, o al menos paliar, el proceso de abandono del campo asturiano es especialmente difícil porque, aunque compartimos este proceso con las regiones y países de nuestro entorno e incluso con el resto del planeta, el que aquí hayan perseverado los sistemas agrarios tradicionales más tiempo que en otros lugares, las mayores dificultades de adaptación debido a la orografía y la herencia histórica del minifundio y parcelación son factores que dificultan enormemente su supervivencia.

Por eso coincido con J. L. Marrón en la necesidad de mantener abierto el debate para que la sociedad asturiana no olvide esta realidad que nos compete a todos y se trabaje en la búsqueda de soluciones a los problemas estructurales que subyacen tras el despoblamiento del campo.

En primer lugar, señalar que las soluciones a un problema complejo como el que nos ocupa no siempre son simples (probablemente las propuestas simples no son soluciones), por ello todas suman aunque algunas son menos realistas que otras.

Una segunda cuestión a considerar es que esta supervivencia solo es posible si existe actividad agraria y esta, a su vez, solo se mantendrá si es económica y ecológicamente sostenible, por lo que un sector primario competitivo es imprescindible para alcanzar ese objetivo de atajar el abandono del campo.

En tercer lugar conviene abordar lo importante, del mismo modo que si una casa tiene deteriorada su estructura de nada sirve invertir tiempo y dinero en adornar sus balcones porque al final se nos vendrá abajo. Por ello es prioritario empezar por ahí, siendo la tenencia de la tierra el mayor problema estructural a resolver.

Hay una parte de las preguntas que plantea el Sr. Marrón respecto al procedimiento de concentración parcelaria que considero importante resaltar. Efectivamente, como indica, esta no resuelve aunque palía en parte, el tema del minifundismo agrario. Es una realidad que en las zonas "concentradas" apenas existe matorral, se ha incrementado la superficie para pastos y cultivos, y que la actualización de la documentación sienta las bases para facilitar posibles trasmisiones. Pero también lo es que se sigue manteniendo un porcentaje demasiado elevado de propiedad absentista. Las causas de este hecho posiblemente sean múltiples y quizá la más dura de aceptar sea la que lo pone en relación con una escasa esperanza en el futuro que tienen los que aún se dedican a la actividad agraria. Otro problema se plantea con las parcelas es que, como un goteo continuo e inexorable, están pasando a ser de propietario "desconocido"; este hecho que, salvando las diferencias, nos recuerda a las propiedades en "manos muertas" contra las que luchó en su día Jovellanos, puede acabar comprometiendo las políticas agrarias que se propongan y en su solución deberían implicarse el catastro y los registradores de la propiedad.

Saliendo a contestar a los que opinan que el tema de la parcelación se resuelve por si solo, por la disminución de las explotaciones en el sentido de que las que quedan acaban llevando la mayor parte de terreno de los pueblos sin falta de intervención pública, lamentablemente es algo que cualquiera que conozca la situación del campo observará que esto solo ocurre, y parcialmente, en los lugares donde parten de un tamaño de las parcelas muy superior a la media. En la mayor parte del territorio los ganaderos que resisten llevan un gran número de parcelas, en muchos casos con arrendamientos en precario, lo que a la larga hace agotador su trabajo y lastra su futuro. Mención aparte merece el terreno forestal particular, en el que la falta de documentación, el cada vez mayor desconocimiento y consecuente abandono de la propiedad, la mínima dimensión de las parcelas y las dificultades orográficas, condicionan severamente cualquier iniciativa de explotación, tanto individual como conjunta, que se quiera plantear.

Retomando en este punto el tema de la concentración parcelaria hay que resaltar que por parte de la administración se están haciendo esfuerzos por atender a la demanda existente. Así, en los últimos 5 años se vienen decretando una media de 2.750 hectáreas/año en concentración parcelaria, lo que supone un incremento considerable respecto a la media -1.450 hectáreas/año- de la década anterior. No obstante sería necesario aumentar aún su ritmo, a lo que contribuiría la revisión y mejora de la normativa para adaptarla a las nuevas realidades socioeconómicas y productivas del medio rural, tal y como se está haciendo en otras regiones de Europa.

Hay que indicar aquí el aumento importante del tamaño medio de las zonas (en los intervalos de tiempo comentados se ha pasado de unas 210 a 350 hectáreas/zona), aspecto que responde a dos principales, que no únicos, motivos: la generalización de la demanda de esta actuación, uniéndose a peticiones iniciadas por un núcleo los núcleos colindantes, y la inclusión en la actuación de todo tipo de terrenos, tanto de carácter agrario como forestal.

Otros aspectos del proceso que deben de tenerse en cuenta es que la concentración parcelaria no solo contribuye a mantener la actividad agraria sino que la hace ecológicamente más sostenible, disminuyendo de manera importante el consumo de carburantes con la mejora de los caminos y de las horas de utilización de la maquinaria necesaria para los trabajos, favoreciendo el mantenimiento del arbolado y la reforestación de vaguadas y terrenos pendientes, al trasladarse la actividad a las zonas cuya pendiente permite la mecanización, y abriendo espacios de labor y pasto que son la mayor ayuda para evitar los temibles incendios masivos que el avance del matorral y el monte están ya produciendo. A su vez, contribuye a mejorar y dignificar las condiciones socio-laborales de los trabajadores agrarios facilitando la organización de las tareas, la gestión del tiempo y mejorando las condiciones de seguridad y salud laboral.

La labor es mucha y difícil pero no debemos caer en la desesperanza. Por eso, para los gestores de este ámbito de competencia es muy importante y es de agradecer el interés que demuestra por el tema. Ojalá más personas como usted vuelvan su interés por el territorio y su futuro y no tenga uno la sensación de que se le está dando la espalda al campo asturiano y este solo quede para "compendios históricos" o para manifestaciones ciudadanas "arcádicas" de una cultura rural muerta que no ha sabido adaptarse.