Ni Halloween ni Samaín, en Asturias la tradición era los Cantares de Ánimas. Una forma de pedir un aguinaldo en invierno en el que los jóvenes salían con esquilas (cencerros) al anochecer para pedir grano y dinero, que entregaban a la Iglesia. Lo que sí se hacía en Difuntos era decorar las tumbas con arenas de colores y flores para velar a los muertos. Hay ejemplo, como en Bandujo (Proaza), que mantiene la tradición. Así lo explica Xosé Ambás en su Archivo de la Tradición Oral.

"Halloween y Samaín son terminología anglosajona, eso nunca existió aquí. Los irlandeses lo llevaron a Estados Unidos y de rebote volvió a Europa, pero no son tradiciones asturianas", explica. Con los Cantares de Animas se pagaban misas para los muertos.

Un producto de la huerta de temporada, como la calabaza, sí que estaba presente. Se le hacían agujeros en forma de cara y se ponía una vela dentro que se colocaban en un camino o en el cementerio con la intención de asustar. Pero, advierte Ambás, "está relacionado con la cosecha, no con el día de Difuntos, había mucho respeto a los muertos por la tradición católica".