Con prudencia, sin demora ni dilación, pero sin prisa. La Constitución cumple hoy los 39 con síntomas de un "cierto desgaste" que no llega a ser "fatiga de materiales", pero que sí reclama un prudente tratamiento de urgencia. Suenan así el diagnóstico y la medicación que el presidente de la Junta General del Principado reclamó para la Carta Magna en las vísperas de su cumpleaños. Durante su intervención en el acto institucional de conmemoración del aniversario, ante varios diputados y el presidente del Principado, delante de un par de expresidentes y de una apreciable representación de autoridades, Pedro Sanjurjo quiso entrar con cautela en los achaques del sistema democrático español. Hay que dar un repaso a la Constitución, "la dilación no sirve como estrategia política", pero toca hacerlo "con prudencia" además de "sin pausas, pues ha de ser fruto de una profunda reflexión para la que, si bien no son admisibles más demoras, las prisas no son buenas consejeras", remata.

Emplaza a ponerse a la tarea huyendo "de maximalismos", a "que no primen los intereses partidistas o la inacción" y a buscar las soluciones en la política y en la recuperación de su valor de "herramienta para transformar la sociedad". El verbo recuperar venía al caso por la evidencia, había dicho Sanjurjo, de que este trigésimo noveno cumpleaños le llega a la Constitución en un momento de profunda desafección ciudadana en el que "parece haberse puesto de moda cuestionar la calidad democrática de España".

Por las tensiones del sistema llega a Cataluña y allí denuesta "la irresponsabilidad e inadmisible deslealtad" de quienes han desatado "una crisis sin precedentes que quiebra los principios básicos de cualquier sistema de convivencia". Le sirve la respuesta del Gobierno del PP, a su juicio la única que cabía "ante la sublevación contra el Estado y las leyes fundacionales de Cataluña", pero no dejará que la profundidad de la amenaza catalana amargue del todo un cumpleaños que no es tan infeliz a los ojos del presidente socialista del parlamento. Pese a "la necesidad de actualizar algunas cuestiones que hagan mejor lo que ha venido siendo bueno", su tesis sobre la "buena salud" de la democracia española se apoya en varias clasificaciones internacionales que no dejan tan mal parado el muchas veces denostado régimen del 78.

Al acercar el bisturí, a la pregunta sobre lo que conviene cambiar se responde en primer lugar abrazando los postulados de su partido sobre la estructura del Estado. La crisis catalana, dice, "ha hecho aflorar la necesidad de adecuar ese modelo territorial que nos hace ser un Estado cuasi federal". Habla de trasladar a la letra de la Constitución el esquema que ya percibe como una realidad federal y no se le escapa que en este tiempo de reformas, "en el cual han de tejerse acuerdos y consensos, habrá que tener presentes situaciones anacrónicas no previstas en 1978, como la consolidación de nuestra pertenencia a la UE, la prevalencia del hombre sobre la mujer en la sucesión de la Corona o la garantía de ciertos derechos sociales y de la ciudadanía para una vida digna".

A su alrededor, la vigencia de la Carta Magna y los desgastes a la que se la somete desde Cataluña recorrían los corrillos de asistentes al ágape en la Junta. Las diferentes formulaciones de reformar, repensar, actualizar, renovar el texto constitucional encontraban cierto asiento en las conversaciones de los presentes, entre ellos el presidente del Principado, Javier Fernández; sus antecesores Antonio Trevín y Vicente Álvarez Areces; el delegado del Gobierno, Gabino de Lorenzo; el alcalde de Oviedo, Wenceslao López; el Vicario General de la Diócesis, Jorge Fernández; el todavía coronel jefe del Regimiento Príncipe, Raimundo Rodríguez Roca, o el rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, con un acompañamiento extenso de diputados, senadores y políticos de distinto signo.