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Las vacunas bajan los casos graves de covid y relajan las restricciones pero aún falta abordar la rehabilitación de los contagiados

La inmunización en mayores hace caer la mortalidad y descenderán las hospitalizaciones a medida que reciban dosis el resto de franjas de edad

Un hombre se vacuna en Asturias. | MIKI LÓPEZ

Las vacunas comenzarán ya a ser el mejor aliado en la batalla contra el coronavirus. Llega el “séptimo de caballería”. El creciente porcentaje de población inmunizada frente al virus hará, confían las autoridades sanitarias, que la “cuarta ola” que todos dan por inevitable sea la primera con características bien diferentes a las anteriores: menos porcentaje de hospitalización respecto a los casos detectados, menor incorporación de pacientes a UCI y una notable caída de la mortalidad. Siendo así, la aplicación de restricciones con grave menoscabo para la economía comenzará a ser menos necesaria. Aunque las limitaciones se seguirán produciendo en altas incidencias, la capacidad sanitaria para soportarlas será mayor. Los próximos meses serán relevantes para afianzar la primera victoria contra el virus que podría conseguirse sin un endurecimiento drástico de restricciones para los ciudadanos cada vez que el virus se desboca. Pero para lograrlo son necesarias dos condiciones: la primera, conseguir que el posible incremento de contagios se produzca de manera lenta y, la segunda, que no decaiga un ápice el ritmo de vacunación para alcanzar el objetivo de que el 70 por ciento de la población haya recibido sus dosis. Sin embargo, aún falta por abordar una tarea pendiente importante: la rehabilitación de los contagiados por covid que arrastran secuelas.

La clave no son los contagios, sino la ocupación hospitalaria.

Durante las dos primeras oleadas existía una relación entre número de contagiados y porcentaje de estos que requerían hospitalización. De estos últimos, una parte terminaba en Unidades de Cuidados Intensivos y, lamentablemente, un porcentaje fallecía. Ese ha sido el paradigma que ha establecido que el número de contagios, es decir, la incidencia acumulada, sea el indicador de las autoridades para determinar cuándo cerrar las compuertas a la transmisión del virus adoptando medidas restrictivas: desde las limitaciones a la movilidad hasta los recortes en horarios y aforo de actividades como la hostelería o el turismo. Pero ahora será posible soportar una mayor incidencia por el previsible aumento porcentual de los casos leves o asintomáticos, a falta de ver la evolución de las nuevas variantes.

Sanitarios de la UCI del HUCA atienden a un paciente. | LNE

Una alta tasa.

Asturias ha sido una de las comunidades autónomas con mayor porcentaje de hospitalizados respecto al número de contagios. Según el último informe elaborado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave), desde el pasado 10 de mayo, el 15,1 por ciento de las personas contagiadas en Asturias terminaron en una cama de algún hospital de la comunidad autónoma. La media española es muy inferior: un 7,1 por ciento. La horquilla en España va de la mínima hospitalización en Cataluña (3,9 por ciento de casos) a la máxima asturiana. La proporción de personas contagiadas de covid-19 que requiere tratamiento de Cuidados Intensivos es mucho menor, pero también hay evidentes diferencias territoriales. En este caso, Asturias no tiene la tasa más elevada (1 por ciento de casos), que lidera Canarias (1,7 por ciento), pero también está sensiblemente por encima de la media nacional (0.7 por ciento). Varios son los factores que determinan esta relación, principalmente la estructura demográfica de la población, pero también la política sanitaria de cada territorio, que puede resultar más o menos proclive según sus recursos a tomar ciertas decisiones médicas.

La edad importa mucho.

Si bien esa secuencia de contagiados-hospitalizados-UCI varía por territorios, su principal asimetría está en la edad de los pacientes. La probabilidad de que una persona enferma de covid-19 termine hospitalizada crece de forma muy acusada con la edad: se mantiene relativamente baja hasta los 39 años (por debajo del 3 por ciento), pero inicia un ascenso gradual a medida que aumentan los años del paciente. Pasa al 4,3 por ciento para quienes tienen entre 20 y 29 años; crece al 7,4% para la franja entre 50 y 59; asciende al 13,8% para quienes tienen entre 60 y 69 años, supone ya el 23,5 por ciento para los septuagenarios y representa el 34,1 por ciento para mayores de 80 años.

La derivación a UCI también aumenta con la edad, comenzando a representar casi un 1 por ciento de los casos en los enfermos de entre 50 y 59 años y llegando al 3,1 por ciento para quienes están en la horquilla de los 70 y 79 años. Cae drásticamente en los mayores de 80 años, pero por una macabra razón: la tasa de fallecimientos en esa edad ha sido dramática en esta pandemia: uno de cada seis mayores de 80 años enfermo de covid fallece, sin llegar siquiera a la UCI.

Más inmunizados, menos gravedad.

Por eso, a medida que se vayan inmunizando los colectivos de mayor edad, la gravedad de los casos de coronavirus caerá. Se nota ya en las UCI asturianas, donde la media de edad entre los pacientes “bajó muchísimo”. Esa edad y la presión sobre el servicio irá bajando a medida que avance la campaña de vacunación, cuya eficacia consideran “más que obvia”. “Gente vacunada que acabe en la UCI no hemos visto”, aseguran en Cabueñes (Gijón).

Vacunación en un geriátrico en Avilés.

El ejemplo de los geriátricos.

Las residencias de ancianos son la evidencia más clara de qué efectos tienen las acciones para evitar contagios y, lo que es más relevante, hospitalizaciones que conlleven gravedad. Durante la primera ola, el covid-19 se cebó especialmente en el colectivo de los residentes en los geriátricos asturianos. En la primera ola, un tercio (32%) de los casos se produjeron en centros de mayores, con una elevada tasa de mortalidad. Las medidas adoptadas por el Principado para blindar la entrada al virus surtieron también su efecto en la segunda ola, en la que el porcentaje de casos producidos en las residencias de ancianos descendió al 12 por ciento. En la tercera oleada, estas instalaciones recibieron la ayuda ya de las vacunas, ya que los residentes fueron el primer colectivo en inmunizarse: la tasa de casos cayó al 5 por ciento, uno de cada veinte casos.

El arma es la vacuna, no las restricciones.

El ejemplo está en los países que han liderado la vacunación, como Israel. Limitar la actividad solo fue la forma de combatir el virus cuando no había armamento. Ahora existe, de ahí que sea la prioridad sanitaria. No obstante, este hecho no implica que vayan a desaparecer ciertos hábitos higiénicos, como la distancia social o las mascarillas. Y aún hay dudas sobre la mesa a medio plazo: cuánto dura la inmunidad y qué pasará con las posibles variantes. Pero en cualquier caso, la balanza en la guerra contra el virus se inclina ya imparable hacia la victoria.

La tarea pendiente que debe abordarse de inmediato: la rehabilitación de los contagiados

Una de las principales inquietudes entre los profesionales de las Unidades de Cuidados Intensivos del Principado es la falta de protocolos claros de rehabilitación de las personas que recibe el alta tras pasar el covid-19. “Se tiene mucho miedo a las secuelas que vaya a dejar a la larga el virus en los pacientes que acabaron en la UCI, y sobre eso no se está haciendo gran cosa”, confiesa un sanitario.

Aparte de secuelas físicas, existen estudios que apuntan también a las consecuencias neurológicas tras la enfermedad. Una de cada tres personas que han sido diagnosticadas con covid-19 terminan por padecer un trastorno psiquiátrico o neurológico en los seis meses siguientes al inicio de la enfermedad, según un reciente estudio realizado sobre 230.000 pacientes, la mayoría de ellos estadounidenses.

Los médicos que combaten la enfermedad en primera línea confían en que el sistema sanitario español pueda plantear a lo largo de este año ya una estrategia de atención para la etapa “post-covid”. Hasta entonces, buena parte de la labor seguirá recayendo sobre los profesionales de atención primaria.

Sobrepeso: un factor de riesgo que cobra más importancia y en el que Asturias está a la cabeza

En los hospitales asturianos, los sanitarios ya han desarrollado tras un año de pandemia un particular “ojo clínico” más allá de pruebas y a fuerza de enfrentarse a cientos de casos. “Ya según vas viendo cómo respiran y su peso puedes estimar cuánto tardaremos en derivarlo a la UCI”, confiesa una sanitaria ovetense. El hecho de que las personas de edad muy avanzada hayan salido de la ecuación de las complicaciones médicas, al estar ya vacunadas, hace que algunos sanitarios crean que, además de las patologías respiratorias y las enfermedades graves, el sobrepeso debiera comenzar a considerarse como un factor sobre el que se debería hacer más hincapié.

Los sanitarios reconocen que desde hace meses la obesidad suele servir de “pista” para sospechar de un pronóstico complicado. “La diabetes y la hipertensión siempre salen también, además de los trastornos mentales”, añaden. El sobrepeso suele llevar asociados otros problemas, precisamente diabetes e hipertensión, por lo que compendia muchos indicadores de riesgo. Expertos de la consejería de Salud también reconocen que ya existen estudios que vinculan las tasas de obesidad con las de mortalidad por covid-19. “Y es cierto que en Asturias estamos a la cabeza en tasas de obesidad y de mortalidad”, señalan. Hay quien incluso apunta que el sobrepeso debería incluirse en los elementos que hacen que una persona tenga prioridad respecto a otra para recibir la vacuna.

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