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La guerra propicia un reencuentro en Piloña tras una semana de "devastadora" huida desde Ucrania

La niña Ania Romanenko, acogida antes de la invasión por un matrimonio de policías, se reúne con su madre y su hermano en Coya

VÍDEO: La guerra propicia un reencuentro en Piloña tras una semana de "devastadora" huida por Hungría

VÍDEO: La guerra propicia un reencuentro en Piloña tras una semana de "devastadora" huida por Hungría MIKI LÓPEZ

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VÍDEO: La guerra propicia un reencuentro en Piloña tras una semana de "devastadora" huida por Hungría Luján Palacios

Un hórreo empapado por la lluvia cruzada, un perro negro que ladra para saludar a los recién llegados, el humo de una cocina de leña, la nieve recién caída en los altos de Peñamayor. Una estampa típica en Asturias y que, a partir de ahora, lo será también para una familia ucraniana, la primera de los muchos refugiados de la guerra que espera albergar Coya, en Piloña; el pueblo que se desparrama por el llano entre dos barrios, el de Arriba y el de Abaxo, y que abre sus brazos a Lyudmyla, Ania y Misha. Una madre y sus dos hijos que ayer escenificaron una emocionante escena de reagrupamiento familiar. 

Porque Ania Romanenko, la hija de 14 años, ya lleva casi tres semanas en Asturias. Fue la primera en salir de Ucrania gracias a dos agentes de la Policía Nacional de Siero, Lorena Escobio y Rubén Estúñiga. Ellos son sus “padres de acogida” desde hace 8 años, los mismos que Ania lleva veraneando en Coya de la mano de un programa de acogida para niños de Chernobil. Pero “mi madre y mi hermano se quedaron allí y al final han podido venir”, señala la joven, radiante, en correcto castellano, ni rastro de acento extranjero. 

Rubén Estúñiga voló el 11 de febrero a Kiev para sacar a Ania con el presentimiento de que venía una guerra inminente pero sabían que la misión no estaba cumplida cuando llegaron a Siero, donde tienen su residencia habitual. Después de muchos trámites, de un largo viaje por Hungría y no poca incertidumbre, el matrimonio de policías hizo posible con su generosidad que Ania pudiera al fin besar de nuevo a su madre y su hermano, de 4 años. 

El reencuentro se produjo en realidad en el aeropuerto de Barajas, al que llegaron el jueves. Los tres se fundieron en un abrazo en la terminal en el que sobraron las palabras porque la distancia y el tiempo bajo los bombardeos ya pesaban demasiado. Ayer, viernes, llegaron al fin a su destino último, Coya, donde residirán por tiempo indefinido, en el lugar de veraneo de Ania con sus padres de acogida y refugio de paz a partir de ahora. 

Llegaron “muy cansados y devastados por la situación” porque, como se encargó de traducir la hija, el viaje hasta España duró una semana por territorio húngaro. “Primero mi madre y mi hermano fueron con la familia de mi padrastro a una localidad cerca de la frontera con Polonia y Hungría, pero decidieron finalmente salir por terreno húngaro porque allí la espera solo era de seis o siete horas”, explicó, con su hermano en brazos y feliz por el reencuentro. 

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La niña ucraniana Ania Romanenko, de acogida con dos policías sierenses, se reencuentra con su madre en Piloña

Antes de llegar a la frontera, Lyudmyla y Misha tuvieron que empaquetar lo que pudieron y salir a toda prisa de su casa. Y antes también de acercarse a su salvación se separaron de la familia política, que se fue a Alemania. El padre de Misha (el segundo marido de Lyudmyla) se tuvo que quedar en el frente. 

Una vez en Hungría, la madre y su hijo viajaron en autobús, en taxi y en tren hasta que pudieron coger un avión con rumbo a Madrid. Lorena Escobio y Rubén Estúñiga les pagaron los billetes hacia una existencia pacífica, lejos del estruendo de la guerra. “Ahora me siento más a salvo y más tranquila pero muy preocupada por mis padres que se han quedado cerca de Chernóbil, controlada por los rusos”, señaló Lyudmyla Starovoit, emocionada ante el recibimiento que les dispensó en la tarde de ayer el pueblo de Coya. 

Los integrantes de la asociación vecinal “El Roblón” engalanaron con pancartas el centro social y reunieron a toda la gente que pudieron, alcalde de barrio incluido, para hacer saber a la familia que no están solos. De hecho, se alojarán en la casa de la tesorera de la entidad, Aurora Hevia, que les ha cedido su propiedad. “En el pueblo ya hay 40 familias con el compromiso firme de albergar a todos los refugiados que vayan llegando en colaboración con la ONG Expoacción, con la que estamos siempre en contacto”, explicó por su parte Mar Martino, la presidenta vecinal.

En Coya todos conocen a Ania Romanenko porque todas las vacaciones de verano las ha pasado por sus calles con los dos policías polesos. Ahora quieren que la localidad se llene de ucranianos con la oportunidad de vivir a salvo de la destrucción pero necesitan colaboración urgente. En concreto, precisan “dos autobuses como mínimo para transportar a 120 mujeres y niños que están parados en la frontera de Polonia, y a los que necesitamos traer ya”, subrayó Lorena Escobio.

Expoacción clama por ayuda, porque “son familias que tienen alojamiento asegurado en Asturias, ya están todos los trámites hechos y sólo falta que alguna empresa de transportes de la región nos eche una mano”. También recuerdan su número de cuenta para donaciones: ES1000815660100001111912. Para que en Piloña y en toda Asturias, el único sonido que escuchen los refugiados sea el de la paz.

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