Tensa espera de los evacuados en Luarca: "No sabemos qué nos queda"

Los vecinos de Valdés realojados en el polideportivo municipal relatan su angustia: "Salimos de milagro"

Belén de la Balsa. | A. M. Serrano

Belén de la Balsa. | A. M. Serrano / Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Luis Rubio, 32 años, no para de fijarse en el reloj. Su mirada parece perdida y su gesto es de angustia. Vive en Lago, un pequeño pueblo del interior de Valdés. El pasado jueves por la noche se vio obligado a dejar atrás su casa por el avance de las llamas. "Salimos de milagro", recuerda en el exterior del polideportivo Pedro Llera Losada de Luarca, la instalación deportiva que es para él y otra treintena de desalojados un albergue de campaña.

Voluntarios de Cruz Roja, durante los preparativos para atender a los desalojados en Luarca. | A. M. Serrano

Alberto Parrondo y María Teresa Fernández. / Ana M. Serrano

No pasa el tiempo para este joven que atiende una ganadería junto a sus padres. Acostumbrado al trasiego y a una vida rural siempre con quehaceres, la jornada pasa lenta. "Lo que vimos no se puede describir; tenías las llamas cerca, a tres metros; yo me preocupé de aparcar el coche más lejos de la casa para poder salir más rápido". Así fue. En poco tiempo el fuego estaba al lado. Cerca, Belén de la Balsa, de 38 años, se emociona por momentos. Abandonó su casa de Ranón "con lo que tengo, con mi hijo", dice entre lágrimas. Lo que vio fue dantesco y así lo describe: "De repente tuvimos que salir", relata. En toda su vida no pasó por nada igual y tampoco tuvo una experiencia como la que vivió en el polideportivo municipal. De dormir, "poco a nada; mis padres pelearon mucho por la casa que tenemos". Llora.

Los que lo dejaron todo atrás

Luis Rubio, en el exterior del polideportivo de Luarca. / Ana M. Serrano

En la suerte de hotel atendido por Cruz Roja y con paso prohibido para los que no fueran evacuados (solo pudo entrar el presidente del Principado y otras autoridades), se dispensa agua, refrescos, empanada, bollería y café. Un equipo de sanitarios atiende las necesidades médicas mientras charla a veces con los evacuados. Algunos necesitan atención psicológica que presta Cruz Roja. Todos están "fichados" gracias a un sistema que garantiza la identidad y, en su caso, la medicación necesaria.

Los que lo dejaron todo atrás

Voluntarios de Cruz Roja, durante los preparativos para atender a los desalojados en Luarca. / Ana M. Serrano

"Está todo controlado por aquí y lo que queremos es ver qué pasó con nuestras casas". El lamento es en este caso de un matrimonio de Busindre, otro pueblo de Valdés que fue pasto del fuego 2006. Es la mujer la que narra cómo se siente: "Impotente, con ganas de ir a mi hogar y no poder", cuenta María Teresa Fernández. Ella pasó la noche en un piso que tiene en Luarca, pero poco antes del amanecer se acercó al polideportivo "para saber qué pasaba". Con gesto serio se muestra el vecino de Caborno Alberto Parrondo. Cree que puede ser útil luchando contra el fuego y "haciendo lo posible" para que las llamas dejen de arrasar, "pero no nos dejan". Otro vecino de Busindre se muestra más duro: "Tenemos que estar con los animales ahora", cuenta. Él tiene vacas de carne y se solidariza con los ganaderos de leche que no pueden ir a catar cuando el proceso "es una necesidad del animal". Pasado el desahogo, muchos vecinos desalojados quieren saber cómo avanza el fuego. Llegan camiones para abastecer de víveres al albergue, pero pocos tienen apetito.

Sentados en un banco esperan con ánimo más templado Lidia y Jorge Iturburu, residentes en Cabanín. Son argentinos con raíces vascas. Llegaron a Asturias hace ya dos décadas. "Te ves en el pueblo sola con tu miedo", cuenta. En las camas dispuestas en el polideportivo durmieron la madrugada del viernes 36 personas. Otra treintena lo hizo en sus coches y muchos se realojaron en casas de familiares. A las siete de la tarde, cuatro personas permanecen en un polideportivo preparado para recibir a 250. Allí esperan por evacuados de la parroquia de La Montaña. Tal vez se repita una noche larga.

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