Entrevista | Álvaro Solano Historiador

"Covadonga es ejemplo de instrumentalización política, como cualquier victoria o derrota"

"Un poder ciertamente digno de ser considerado como tal tiene en la recaudación de bienes de sus sometidos una de sus primeras actuaciones"

Álvaro Solano.

Álvaro Solano.

Tino Pertierra

Tino Pertierra

El historiador Álvaro Solano ayuda a entender más y mejor "La Edad Media en Asturias" como preámbulo a la entrega este fin de semana del quinto libro del coleccionable de LA NUEVA ESPAÑA, "Peregrinos y hospitaleras".

–¿Hay certezas sobre Pelayo sin contaminar por la ficción?

–No se trata únicamente de certeza o ficción. Para comprender el personaje de Pelayo es necesario atender a las bases históricas del "personaje real" que constituye Pelayo: su existencia y su intervención en los acontecimientos que desembocarían –aunque ésta no fuese su pretensión, seguramente– en lo que acabaría siendo una formación política opuesta al poder cordobés. Ahí es donde radica la otra cara del personaje, lo que se puede llamar "construido" o "utilizado", mejor que ficticio. Todo un relato que trabaja sobre unas bases históricas y que desde la propia época de la Monarquía Asturiana sirve a unos intereses políticos… Y sin duda hasta hoy. Ambas caras son importantes e imprescindibles a la hora de entender a Pelayo, y ninguna de ellas lo agota por sí sola.

–¿Fiscalidad y poder son las dos caras de una misma moneda?

–Bueno, un poder ciertamente digno de ser tenido como tal tiene en la recaudación de bienes de sus sometidos –de mejor o peor manera– una de sus primeras actuaciones. Y, además, una de las que dejan mejores rastros documentales cuando trata de registrarse. Esto siempre me recuerda la escena de una película distópica sobre un gobierno tiránico, "V de vendetta", donde el policía que desvela poco a poco la verdad se encuentra con que todos los informes oficiales han sido destruidos y recurre a la documentación sobre los impuestos diciendo que "una cosa es cierta para todos los gobiernos: los registros más fiables son los registros fiscales".

–¿En términos actuales, qué ideología política predominaba?

–Afortunadamente, es muy difícil trasladar el universo ideológico del Reino de Asturias al arco ideológico actual, y no digamos al arco parlamentario, y viceversa. Hay que entender que la forma de pensar que conocemos de entonces es únicamente la de las élites rectoras, que son quienes nos dejaron testimonios; y además, cambiaron mucho con el paso de sus dos siglos. El modelo político que podía tener o querer Pelayo distaba mucho del que tuvo y/o quiso tener Alfonso III, por señalar los extremos cronológicos. Conocemos mucho mejor el último, aunque también cambiante, pero una de sus líneas principales es considerarse herederos directos de la vieja monarquía visigoda, que ofendió a Dios y pagó su culpa con una nueva travesía del desierto, hasta que se restauraría en Pelayo y estaba en época del Rey Magno a expandirse por toda la Península, incluso sobre otras formaciones cristianas entonces surgidas. Pero este mensaje e interpretación de la Historia, puramente ideológicos, lógicamente, sabemos que no se materializó así. Hubo entonces que transformar muchas cosas al hilo de los siglos.

–Parafraseando a John Ford, ¿Covadonga demuestra que entre la verdad y la leyenda suele ganar la segunda?

–Pues, siguiendo con las citas fordianas –en su versión original–, a Covadonga le pasa un poco como al disparo a Liberty Valance: "Cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda". El enfrentamiento en Covadonga debió tener lugar y ser tenido muy pronto, en una sociedad tan sumamente providencialista como era aquella, como un hito fundacional del reino que más adelante existía de forma clara. Y eso se produce desde bien pronto, puesto que a finales del siglo VIII o principios del IX ya hay quien así lo consideraría. No sé si se puede hablar de "victoria de la leyenda", pero lo que sí está claro es que no quedan testimonios escritos o narraciones que no vean el hecho sino ya un tanto "legendarizado".

–¿Covadonga es un ejemplo de instrumentalización política?

–Desde luego, como cualquier victoria o derrota que pueda registrarse en la Historia. Y más aún si puede usarse como un "punto de arranque" que explique tu propia identidad. Es algo que ya vieron claro y se refleja en los primeros textos cronísticos del Reino de Asturias al filo de los siglos VIII y IX; o que incluso puede estar implícito en actuaciones políticas como la construcción de Santa Cruz de Cangas apenas unos años después.

–¿Podrá la IA ayudar a distinguir entre verdadero y falso en las "Crónicas asturianas"?

–No soy experto en absoluto en los avances de la IA que tan en boga están. Sí conozco investigaciones que lo están aplicando a textos medievales como las "Partidas" o la "Estoria de Espanna", arrojando conclusiones interesantes. Eso sí, se trata de ideas sobre la autoría, estilometría, obsesiones de los redactores, prelación de manuscritos y fuentes… Por eso dudo que sea capaz de distinguir entre "lo verdadero" y "lo falso" –dos categorías que, por lo demás, no son válidas para analizar la cronística medieval, como dice Jaume Aurell–. Hay que entender que los propios autores escriben muchas veces tan alejados de los hechos como nosotros de las Guerras Carlistas, por ejemplo; y que ellos mismos no hacían muchas veces esa distinción y tenían otra manera de enfrentarse a los hechos. Es muy fácil verlo, por ejemplo, en las actitudes de los cronistas ante los milagros o la pretensión fundamentalmente simbólica que podían tener algunas noticias, como el número de contingentes de un ejército.

–¿El papel de las Reinas de Asturias sufre un gran olvido?

–En cierto modo, sí. En general, las mujeres no han solido ocupar las páginas principales del relato histórico escritas por los historiadores; pero esto es algo que viene de lejos. Es decir, los propios historiadores medievales no le otorgaban apenas presencia si no fuese por algún tipo de hecho excepcional o porque eran necesarias para explicar algo –como puede ocurrir con otros colectivos secundarizados no estrictamente femeninos–. Por ejemplo, las reinas de la Monarquía Asturiana no son mencionadas en las crónicas salvo en aquellos casos donde tienen que explicar por qué su marido es rey si es extraño a la estirpe de Pelayo –casos de Ermesinda y Adosinda– o explicar los orígenes del rey principal de su relato –caso de Munia–.

–¿Por qué sería más correcto hablar de Reino de los Astures?

–Aunque es una discusión menor, cuando en las crónicas de la época se añade un complemento al nombre de un regnum se hace con referencia a las gentes o a la ciudad capital. Así se menciona en una ocasión el "Reino de los Astures" o el "Reino de los Godos", y no como tal el "Reino de Asturias" o el "Reino Godo". O en otras ocasiones se habla de los reyes de Oviedo, de Pamplona o de León, así como de Córdoba. Si preguntásemos, en cambio, a los cronistas musulmanes, normalmente hablan de "reyes de Ŷillīqiya" y la biografía de Carlomagno de en torno a 820 habla de Alfonso II como "Galleciae atque Asturicae regem"; ambos teniendo como marco de referencia la antigua provincia romana y visigoda de Gallaecia. Con honestidad, creo que es una discusión terminológica que no conduce demasiado lejos, pues todo depende a qué fuentes preguntes. Aunque por cercanía a los textos originales pueden adoptarse esas formas, también en la bibliografía se usan como sinónimos muchas veces "Reino de Asturias" o "Monarquía Asturiana" y no es por ello incorrecto.

–¿Ser las esposas de Mauregato y Nepociano suponía una condena al olvido?

–Bueno, ellas seguramente no lo percibieron así. Sobre todo la mujer de Mauregato, a la que se le da el nombre de Creusa. Ella y el propio Mauregato durante su vida vivieron las glorias de una buena fama. Su oscurecimiento se produjo varias décadas después de morir. Nepociano sí que tuvo una peor suerte en vida, pues él era el rey legítimo, pero fruto de un golpe de estado y una guerra civil fue depuesto y condenado no sólo a una cruel prisión sino a que pasase a la Historia como el traidor que se levantó contra quien acabó venciendo. Si hubiera tenido mujer, cosa que no conocemos, quizá sí hubiera pasado al olvido con él –como quizás ha ocurrido–.

–¿Qué importancia tuvieron en su momento Nunilo Jimena y Urraca banu Qasi?

–Se trata de las dos esposas que, por ese orden, tuvo Fruela II, el hijo de Alfonso III que reinó en último lugar. Es un personaje que a mí personalmente me sirve para dar un epílogo leonés al Reino de Asturias, que deja mucho más claro la transición de éste al Reino de León. Fruela fue, a la muerte de su padre en 910, el rey que gobernaba la parte asturiana –más identificada con el actual Principado, aproximadamente– dentro de un reino mayor que gobernaron sus hermanos desde León. Él lo acabaría ocupando muy efímeramente al final, entre 924 y 925. Nunilo Jimena y Urraca son dos mujeres que se identifican casi con cada una de esas etapas: con Nunilo fueron reyes privativos de Asturias y a este matrimonio les debemos la hermosa Caja de las Ágatas de la Cámara Santa; y Urraca fue reina con él en ese efímero reinado leonés, marcando la alianza con un núcleo que en tiempos de su abuelo Ordoño habían sido el peor enemigo del Reino de Asturias, el núcleo muladí de los Banu Qasi en el Ebro medio.