La Edad Media en Asturias | Una colección imprescindible

La primera integración europea de Asturias tuvo lugar en el siglo XI

La generalización de las peregrinaciones abrió puertas a nuevas gentes, mentalidades y economías, y generó el primer proyecto asistencial en la Historia que se desplegó en la región

Peregrinos en un tramo del Camino Primitivo.

Peregrinos en un tramo del Camino Primitivo. / Eduardo García

Es imposible cuantificar el impacto que en todos los sentidos produjeron las peregrinaciones del Camino de Santiago a su paso por Asturias. Vale el calificativo de gigantesco desde el momento en que Oviedo se convirtió en uno de los puntos de referencia de la Ruta Jacobea. Oviedo es un destino al que hay que llegar, es decir, que el caminante no se encuentra en su transcurrir hacia Santiago. Quienes hacían el Camino Francés tenían que derivar su ruta desde León. Y quienes recorrían el Camino de la Costa también debían desviarse al interior regional.

Pero merecía la pena, porque Oviedo, su catedral y su cámara santa ofrecían para muchos un atractivo irresistible. Y eso que no hay que pensar en la iglesia del Salvador como el templo con su torre gótica que hoy conocemos, sino algo mucho más modesto. La cámara de las reliquias era como una caja de sorpresas milagrosas, que la mentalidad piadosa de la Edad Media no dudaba de su autenticidad. Para los peregrinos y las peregrinas (cuántas mujeres habrán hecho el Camino en tiempos medievales y qué poco se conoce de ellas, alejadas de la clásica iconografía del romero tradicional) las reliquias los acercaban física y literalmente a lo más profundo de sus creencias.

Resulta interesante comprobar que determinadas reliquias –el lignum crucis sirve como ejemplo– aparecen en múltiples lugares santos de Europa. Hay catálogos de reliquias en muchas catedrales del continente que se parecen en su conjunto a las de Oviedo, incluso en sus procedencias desde lugares santos de Oriente Próximo.

Pero más allá de las religiones, lo que interesa aquí es evaluar de qué forma y con qué intensidad las peregrinaciones cambiaron Asturias. En 1075 tiene lugar la solemne apertura del Arca Santa en presencia del mismísimo rey Alfonso VI. Mucho tiempo antes, durante el reinado de Alfonso II, tuvo lugar la "inventio" del descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago. En realidad no hay prueba arqueológica que lo sostenga, ni prueba documental de que el Alfonso II el Casto hiciera el Camino Primitivo como la tradición sostiene.

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Amor Domínguez

A partir del siglo XI Oviedo gana fama piadosa y, por decirlo en términos muy actuales, entra en el circuito de aquel prototurismo de aventura que movilizó a millones de peregrinos a lo largo de los años medievales. Imaginemos ese flujo de caminantes que no seguían necesariamente rutas de ida y vuelta, sino que se movían según antojo y necesidad. Aquellas poblaciones nómadas fueron conocidas como los francos en razón a su procedencia; muchos se quedaron y arraigaron, los fueros de Oviedo y Avilés, los primeros de la región, ya mencionan a esos grupos de asturianos adoptivos que llegaron con nuevas mentalidades y habilidades: símbolos de modernidad y motores de dinamismo económico. Ya nada volvió a ser como antes.

A esa primera gran revolución social, que en cierta medida coincide con el inicio de la eclosión urbana asturiana de los siglos XII y XIII, le siguió otra más lenta y difusa de integración y cambio social, porque los francos intervienen en el nacimiento de una nueva clase social, la burguesía, a la que hay que entender como miras muy anchas. Era burgués el cambista que negociaba con monedas y empréstitos, pero también el tabernero que tenía su propio negocio y el intermediario que le servía el vino.

El fenómeno peregrinatorio movilizó actuaciones económicas que, apenas un par de siglos antes, hubieran sido insospechadas. Funcionaba el corredor marítimo del Cantábrico, y también un poderoso eje compuesto por Avilés, Oviedo y León. Las mercancías no paraban de moverse y son años de cierto despegue demográfico porque, además, los siglos XI, XII y XIII coinciden con un periodo climático muy benévolo y por tanto con buenas cosechas. Los expertos coinciden en que el actual clima de Asturias se parecería mucho al que vivieron nuestros ancestros medievales en torno al siglo XI.

Con las peregrinaciones nació la primera red hospitalaria asistencial. Los hospitales de peregrinos eran albergues que en el mejor de los casos ofrecían posibilidad de curar heridas menores. Reyes, nobles, burgueses e instituciones eclesiásticas tomaron iniciativas para crear esa modesta infraestructura que funcionaba muchas veces por la caridad de la gente o por dotaciones fundacionales que daban para proporcionar alimento básico, un fuego, un catre de paja y, no siempre, un confesor a mano.

En el barrio marinero de Cimadevilla, junto a la capilla de Los Remedios, una placa recuerda la ubicación medieval del hospital de peregrinos de Gijón: "En este lugar estuvo el antiguo hospital de la villa, también llamado de San Roque, de los peregrinos o de los Corraxos. Fundado en la Edad Media estuvo vinculado a la ruta jacobea y a las peregrinaciones a San Salvador de Oviedo. Fue derribado en 1837".

Los hospitales de peregrinos convivieron, y muchas veces se identificaron, con las malaterías, los hospitales de leprosos, muy abundantes en Asturias lo que prueba que esta enfermedad contagiosa (aunque no tanto como la tradición nos quiso hacer ver) estuvo muy extendida. Adscritos a la advocación San Lázaro y La Magdalena –de la misma forma que, como veíamos con el hospital de peregrinos de Gijón, había mucho establecimiento dedicado a San Roque– las malaterías apenas podían ofrecer otra cosa que aislamiento.

Todo servía a la hora de buscar refugio y un plato de comida. Los peregrinos eran portadores de nuevas lenguas y entre los clérigos locales se valoraba especialmente que entendieran el francés para utilizarlo en la confesión. Los hospitales de peregrinos sirvieron como "mojones" en los caminos solitarios y mejoraron la seguridad de la ruta frente al bandolerismo generalizado aunque las palabras del rey Alfonso VI, recogidas en un documento del obispo Pelayo, suenan a un exceso de optimismo: "cualquier mujer inerme y cargada de oro puede viajar sola sin peligro alguno" por los Caminos del norte. Definitivamente no era así.

Las mujeres tuvieron un papel importante en aquella red de hospitales y malaterías. Administraban el negocio –vamos a llamarlo así– y mantenían en orden los servicios que prestaba como la cocción de pan, el cultivo del huerto con hierbas medicinales, la provisión de leña y hasta la obligación de amortajar decentemente a los peregrinos y enfermos que morían en el establecimiento.

El libro "Peregrinos y hospitaleras: los años de la peste", quinto de la colección La Edad Media en Asturias, explica cómo funcionaban los hospitales, que se levantaban en ciudades, en pueblos y en tierras de alta montaña (Santa María de Arbas, en el Pajares, es un ejemplo) y que entre sus obligaciones estaba la de tocar permanentemente la campana en días de borrasca o de niebla densa para evitar que algún peregrino se perdiera en una geografía desconocida y hostil.

Hoy y mañana, a la venta el quinto libro, "Peregrinos y hospitaleras"

Los lectores de LA NUEVA ESPAÑA tienen hoy y mañana una gran oportunidad para entrar en el apasionante mundo de la Historia de forma rigurosa y amena. El coleccionable "La Edad Media en Asturias", un estudio en seis libros que abarcan mil años, es la nueva propuesta editorial que LA NUEVA ESPAÑA ofrece los sábados y domingos al precio de 5,95 euros por volumen con el periódico del día. Tras el éxito de los primeros libros, "Los 70.000 días del Reino de Asturias", "Monjes y juglares" y "El nacimiento de las ciudades" y "Campesinas y balleneros", llega ahora "Peregrinos y hospitaleras. Los años de la peste", con textos de Eduardo García y fotografías de Julián Rus en un elegante y vistoso diseño.