Los bares-tienda de Asturias ven el turismo pasar: "Vienen muchos, pero consumen poco"
Los dueños de los populares negocios rurales piden medidas para beneficiarse del auge de visitantes
Los bares–tienda suman décadas de existencia en las zonas rurales asturianas. Sin embargo, la marcha de la población o su fallecimiento, así como la apertura de grandes superficies, han hecho que muchos hayan ido desapareciendo o bien transformándose en locales meramente hosteleros. La pandemia también abocó al cierre a bastantes de estos negocios singulares, que han logrado cierto empuje gracias al auge de visitantes en la región. Y es que, con el empuje del turismo rural en el Principado, resultan cada vez más atractivos para los que ven en ellos parte de la historia de Asturias, servida entre madreñas y cazuelas que cuelgan del techo, paquetes de garbanzos o arroz en las estanterías y unas pinta de vino tras la barra. Sin embargo, el sustento que ofrece el turismo a estos establecimientos está muy lejos de ser el que esperan sus propietarios. La mayoría pide medidas que permitan optimizar el aluvión de visitantes que vive la región desde hace meses.
Así lo explica Julia López Martínez, propietaria del bar–tienda La Artesana, en Posada de Rengos, en Cangas del Narcea. "A los turistas les choca que haya estos establecimientos en el pueblo y los ven bien, les resulta curioso y poco más. La que nos mantiene todo el año es la población local, la que compra y consume", asegura. "Tenemos muchas dificultades para seguir manteniéndonos porque cada vez queda menos gente en el pueblo y los gastos son muchos", afirma esta mujer que continuó con un negocio familiar que antaño iniciaron sus abuelos y su madre que era tanto salón de baile como bar–tienda. "Los turistas vienen, y sí, preguntan, porque les llama la atención el bar tienda. Pero la realidad es que consumir, consumen poco", afirma Martínez, quien además recuerda que la presencia de los foráneos se da en épocas muy concretas: "Hay que vivir todo el año". Martínez amplió su negocio hace tiempo con un pequeño restaurante y unos apartamentos para poder mantenerse "pero cuesta mucho". "Al final, casi trabajas por amor al arte y a la gente. Y es que hasta los viajantes cada vez nos sirven menos porque, como no somos muy rentables, cada vez nos abastecen menos proveedores", añade. Ella cree que, para apoyar a los negocios de este tipo que aún quedan abiertos y dada su especificidad, el Principado debería de establecer alguna figura de protección que los englobe o les ayude de alguna forma. "Tenemos que pagar impuestos como si estuviéramos en la ciudad", añade.
En el mismo sentido, se manifiesta María Jesús Quintana Martínez, tercera generación al frente del bar–tienda Casa Pequenón en San Martín de Oscos. "Tienen que echarnos una mano porque esto, sino, se va a pique. Cada vez tenemos menos población y la que queda, está envejecida. Creo que todos lo que tenemos un local de este tipo tendríamos que unirnos y luchar juntos para demandar una ayuda común", asegura. En cuanto al turismo, explica que "hay de todo". "Pasan y compran poco, pero sí que les llama mucho la atención el local y se acercan para verlo. Y eso cuando hay buen tiempo, que si está lloviendo, aún peor", explica esta mujer que tiene "un poco de todo". "Los pequeños pueblos cada vez van a menos y aquí la gente se desplaza igual con el coche a comprar a las grandes superficies, que se apoderan de todo", se lamenta ella, que se mantiene al frente del negocio por su abuelo: "Él siempre me dijo que había que tirar para adelante, que no nos desanimáramos y que atendiéramos siempre con buen carácter y una sonrisa. Y en ello estoy".
Fina García abrió en 2003 en Abres (Vegadeo) el bar–tienda Casa Barbeiro. Después de un tiempo a esta parte, también empezó a dar comidas, que es lo que reclama el turismo. "Es verdad que los bares–tienda estamos de moda y cada vez hay más turistas que vienen a comer, pero como seguimos siendo necesarios, sobre todo, en el pueblo", cuenta. "Para los vecinos sigue siendo una especie de centro social donde comprar sus cosinas o vienen a recoger paquetes, pero es que también ejercemos como informadorse de rutas turísticas a los viajeros que nos preguntan. Lo que es en la tienda, compran poco", recuerda ella, que destaca que del bar–tienda hay que vivir todo el año, y no sólo en épocas vacacionales.
En un punto intermedio está Mabel Peláez, tercera generación al frente del bar–tienda La Venta los Probes, un establecimiento señero en el valle de Ardisana, en el concejo de Llanes. Cuando se puso al frente del negocio familiar, decidió modernizarlo y, además de mantener las raíces, ofertar productos de todo tipo de producción asturiana, tanto tradicionales como de nuevos creadores. "Yo estoy en zona turística, en un cruce de caminos, asomada a la carretera y junto a una ruta muy conocida. Por eso, me vienen mucho turismo. Otra historia es la de los que están abiertos en zonas rurales distantes y que no tienen el turismo como una de sus fuentes económicas. En mi caso, yo tengo turistas, pero también vecinos, gente de la zona e incluso peñas de cazadores que vienen a desayunar", explica esta emprendedora que, como las demás, reivindica el papel del bar-tienda, el reconocimiento y puesta en valor de la labor social que realizan estos locales en los pueblos. "Aquí es donde dejan los recados, los paquetes, las cartas, y donde la gente del pueblo se reúne y saben los unos de los otros", dice.
Una de las últimas en llegar al mundo de los bares–tienda rurales es Carolina Santiago, que el año pasado abrió en La Güeria de Urbiés (Mieres) La Caleyuca, donde también ha puesto en marcha un servicio de comidas. La zona en la que abrió no es un destino turístico, como ella señala, pero reivindica, eso sí, que "vivimos en un valle precioso que está por explotar turísticamente." "Si se incentivase la llegada de visitantes, se notaría mucho en estos pueblos", afirma esta emprendedora que, hasta el momento, cuenta con clientela de la zona, así como de otros puntos del Principado. En su opinión "la Administración tendría que facilitarnos las cosas, hay mucha burocracia y de impuestos pagamos como en la ciudad". Ella cree que los bares–tienda son imprescindibles para los vecinos. Y que también tienen un gran margen de crecimiento con el turismo en auge.
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