Juan C. GALÁN

Los avilesinos del futuro deberán acudir a los libros de Historia para conocer uno de los hitos del siglo XX en su ciudad: la presencia, durante cuarenta y siete años, de Ensidesa en Avilés. La reconversión industrial, primero, y la privatización de la empresa en los albores del siglo XXI, después, han terminado por devastar la mayoría de los vestigios de lo que fue el motor de una auténtica revolución social y económica en Avilés. Tras la gruesa capa de humo que hacía invisible la ciudad se escondía una sociedad próspera. Contaminada, sí, pero próspera. Sin embargo, la falta de previsión de las instituciones ha desembocado en un desmantelamiento del patrimonio industrial que se ubica en suelo público, esto es, de todos los avilesinos.

El debate sobre la ubicación del archivo de Ensidesa, que trae -y traerá- cola ha dejado nuevamente al descubierto la paulatina ruptura de los lazos entre Avilés y la empresa siderúrgica, para muchos un todo indivisible. «Los avilesinos no entenderán que una parte de algo tan nuestro como Ensidesa se vaya de la ciudad», señaló el coordinador de Izquierda Unida en Avilés, Fernando Díaz Rañón, durante el áspero Pleno del pasado jueves en el que se debatió si el legado documental de Ensidesa debe ir a Oviedo o quedar en Avilés. La solución que se vislumbra es la adecuación de un edificio -comienza a tomar fuerza el de la antigua pescadería-, a modo de centro de interpretación, un eufemismo para eludir el término museo, en el que se exhibirían objetos muebles (enseres, maquinaria, maquetas, etcétera).

El Ayuntamiento deberá buscar un edificio que albergue el centro. Algo que ha levantado nuevamente algunas voces desde la bancada de los «conservacionistas», que haberlos haylos, aunque con poca fuerza. Este grupo aún lamenta la demolición de la Térmica hace dos años. «Si aún estuviera en pie, ahora sería una sede estupenda para el museo», dicen los partidarios de preservar el patrimonio industrial.

La eliminación de la Térmica fue el mazazo definitivo a la conservación de los vestigios de Ensidesa. A pesar de las numerosas voces en contra, el edificio fue pasto de la dinamita. Antes de su demolición, se llegó incluso a proponer la adecuación de la Térmica a semejanza de la Tate Gallery de Londres, hoy Museo de Arte Moderno, ayer central eléctrica. Sin embargo, la decisión final fue borrarla del mapa para adecuar suelo industrial.

Antes habían desaparecido del mapa, merced a la decisión de Infoinvest, tres altos hornos, una acería, las sedes de empresas auxiliares y un gasómetro. Los otros dos aún están operativos, pero en el ambiente pulula que son carne de cañón. No sólo el patrimonio industrial se ha visto afectado. También edificaciones complementarias como el ambulatorio de Llano Ponte. En pie, aunque reconvertidos para otros usos, aún se mantienen el taller eléctrico, la nave de la LD-II, la chimenea del sínter -aunque en manos privadas-, y el antiguo parque de bomberos, el único al que el Ayuntamiento, de momento, le ha dado un servicio público.