La Arena / La Marzaniella,

Ignacio PULIDO

«La mar nunca se olvida». Éstas son las palabras de Belarmino González, el último superviviente del naufragio del barco «Águila del Mar», acaecido durante la galerna de 1961. Ese día, el Cantábrico se cobró la vida de ochenta y tres marineros, doce de los cuales tenían su base en La Arena. Ayer, la asociación vecinal «Río Nalón» conmemoró con la presentación del DVD «A barlovento» aquella fatídica jornada que ha quedado grabada a fuego en la memoria de los arenescos.

Según el historiador Higinio Puentes, aquel 12 de julio se encontraban en la mar 302 arenescos enrolados en 23 barcos. Uno de esos pescadores era Belarmino González, patrón del malogrado «Águila del Mar». «Estábamos en plena costera del bonito y llevábamos varios días en la mar. Nos encontrábamos a unas cien millas al Norte del Cabo Peñas. La noche del día 11 para el 12 habíamos dormido plácidamente, pero al amanecer comprobamos el tiempo había empeorado muchísimo», recuerda González, el cual comenta que las malas condiciones les obligaron a navegar «con el mínimo de velocidad a favor del viento».

El infortunio quiso que el «Águila del Mar» se internase en un «xabrón», punto de encuentro de dos corrientes opuestas. «Un golpe de mar pegó contra nosotros y el barco dio la vuelta quedando con la quilla mirando hacía el cielo. Cuando me di cuenta ya estaba en la superficie a unos metros del barco. Nadé y me cogí a un aro salvavidas, que estaba sujeto al barco por unas cuerdas. Entonces salió a flote una escalera y me cogí a ella», explica el patrón retirado, quien presenció ese día una escena que nunca podrá olvidar. «Vi como mi hermano Florentino desaparecía entre las olas», subraya.

Paralelamente, el barco «Estrella de la esperanza» acudió al socorro del «Águila del mar». Tan sólo lograron rescatar a Belarmino y a José Cuervo, fallecido hace apenas unos años. «Todos eran de La Arena excepto dos tripulantes que eran de Espasante», precisa González. «Cuando llegué a casa, mi familia me orientó para que no volviera nunca más a la mar como profesional», matiza.

Luis Octavio García Fernández perdió su vida, a los 24 años, en el naufragio del «Águila del Mar». Su hermana Ángeles recuerda con tristeza aquella jornada. «En tierra parecía que iba a acabarse el mundo. Mi hermano Luis Octavio iba en el "Águila del Mar " y, en el "Padre Nazareno ", iban mi hermano Ángel y mi cuñado, Ángel Heres», señala Ángeles García, que nunca olvidará la última despedida de Luis Octavio. «Siempre iba a la mar con un reloj de pulsera. El día que se hizo a la mar, cambió a mi padre ese reloj por otro de bolsillo. Fue como una premonición», enfatiza. Juan Gijón Díaz, marinero retirado, se encontraba ese día faenando en el «Padre Nazareno», embarcación también desaparecida y en la que, por suerte, no hubo bajas. «Me encontraba en el rancho cuando los golpes de las olas me sacaron del catre», rememora Gijón. Y añade: «quería más morirme que estar viendo todo aquello».

No en vano, los tripulantes del «Padre Nazareno» se quedaron sin motor y sin luces, viéndose obligados a achicar manualmente el agua que entraba sin parar en su barco. «Un golpe de mar nos pegó y nos rompió las varas, el palo de popa y se llevó de cuajo toda la obra muerta del barco», describe Gijón.

Por suerte, el bou francés «Comandant Levasseur» rescató a los tripulantes del «Padre Nazareno» cuando éstos ya se encontraban al límite de sus fuerzas. Tras desembarcar en Concarneau, los marineros arenescos fueron conducidos a París, desde donde regresaron a San Juan de la Arena, pueblo en el que aún hoy el recuerdo de los fallecidos permanece vigente.