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Huecos de teatro independiente en la escena avilesina

La programación del odeón local se ha desarrollado en torno a “Margen”, “L’Om Imprebís”, “Dagoll Dagom” o “Els Joglars”, de Albert Boadella

Un momento de la representación de “Pimiento Verdi”, de Boadella. | Ricardo Solís

El teatro Palacio Valdés, en esa búsqueda suya de estar en el mundo que emprendió hace treinta años, se alió muy pronto con la escena “independiente”. O con lo que quedaba de ella a comienzos de los noventa. Desde 1993 no ha habido año en que no hayan parado en Avilés compañías tan preclaras como “Els Joglars”, “Dagoll Dagom”, “Comediants”, “La fura dels baus”, “Teatro Corsario” y, sobre todas ellas, “Teatro Margen”, que siempre fueron independientes y, además, de Asturias.

La compañía de Arturo Castro, José Lobato, Ramón Pérez “Monchi” y Ceferino Cancio… presentaba en Avilés de manera regular su estreno de cada año, de hecho, doce meses después de la reapertura del odeón avilesino –hace tres décadas ya– montaron el primer estreno nacional de los 227 que ya llenan la lista por el momento. Fue “Papel de lija”, del escritor avilesino –aunque sea de Madrid– Javier Maqua y fue el inicio de una carrera de estrenos de los ovetenses más señeros en Avilés. Se trataba de una vuelta de tuerca de “La señorita de Trevélez”, la historia aquella del lechuguino que finge amor por doña Florita…

Allí estuvieron el propio Lobato y el avilesino “Monchi” Pérez… (tras su fallecimiento, el teatro acogió un homenaje que le tributó la escena asturiana el 27 de abril de 1996). También salieron en el espectáculo Lidia Otón, Saladina Jota… Y, más tarde, Ángeles Arenas, todos ellos amparados por una escenografía especialmente inspirada de Paco Cao. Era cuando el teatro asturiano vivía momentos más o menos dulces.

El director de escena Santiago Sánchez conoció las tablas renovadas del odeón de cumpleaños en marzo de 1995. Lo hizo con “Imprebís”, un superéxito sideral en aquellos años noventa postfelipistas; de tal calibre que les obligó a completar su nombre y así a “L’Om” –que es como nacieron en 1983– le tuvieron que añadir el “Imprebís” de su creación para poder ser distinguidos en las oficinas de los programadores. Los valencianos tienen apego grande a Avilés. Tanto que el año pasado, en el Niemeyer, estrenaron la preciosa “Tu mano en la mía”: Anton Chéjov y Olga Knipper correspondiéndose un amor mutuo con fecha de caducidad.

“Las compañías independientes garantizan la continuidad artística y la coherencia creativa”, explica Sánchez a LA NUEVA ESPAÑA. Y creen en este aserto de tal modo que “L’Om Imprebís” y otras doce compañías independientes (“Teatro del Corsario”, entre ellas) han formado una asociación profesional que se plantea, entre otras cosas, trabajar para que los “cantos de sirena de grandes productoras” no dejen los escenarios públicos perdidos de espectáculos de “usar y tirar”. Y es que esa –la de grandes productoras– es otra manera de hacer teatro profesional en este país: cogiendo un texto de relumbrón, “una cabecita de cartel, a poder ser, de la televisión”. Y a sumar bolos. Dice Sánchez que no se trata de que una forma de teatro se imponga sobre la otra. Sánchez es más de la coexistencia pacífica que de la aldea gala.

La escena “independiente” empezó en los primeros años sesenta con aspecto aficionado y compromiso político antifranquista. Estas compañías se hicieron hueco en los setenta. Y las que sobrevivieron a la Transición empezaron a recibir respiración asistida con la crisis de 2008. Las compañías que inventaron el teatro independiente, el clásico, el que sale en los libros de historia de Literatura, poco a poco se fueron adaptando a la marea: se profesionalizaron. Y, sin Franco, buscaron otros objetivos.

Un ejemplo de la transformación fue Albert Boadella, uno de los fundadores de “Els Joglars” –aquel lejano 1962, en Vich–. Hace diez años dejó su compañía y Ramón Fontseré tomó el relevo. Todavía juntos, en enero de 1993 –en dos funciones–, presentaron en el teatro Palacio Valdés su espectáculo “Yo tengo un tío en América”, una crítica a los boatos del Quinto Centenario. Y en 1994, en las Jornadas de Agosto de aquel año –las décimo quintas–, “El Nacional”.

Pero todo esto fue al principio de estos primeros treinta años de éxitos porque la primera vez que “Els Joglars” –con el ADN verdaderamente independiente– estuvieron en Avilés fue al comienzo de los setenta, cuando la Casa de Cultura estaba en la calle Jovellanos, y el escenario había que buscarlo donde fuera. Y donde se encontró fue en la cafetería de Maestría. Era la época de “El Joc”. Avilés y sus cosas independientes. Desde el principio de los principios.

Boadella no ha dejado de venir a Avilés. Ni siquiera desde que dejó su compañía de toda la vida. El 20 de noviembre de 2013 (aniversario de Franco y de Jose Antonio) el dramaturgo asturiano Maxi Rodríguez le preguntó –en la cúpula del Niemeyer– cómo era eso de hacer un Don Juan con un tipo como Arturo Fernández, que era el actor más alejado del mundo del “teatro independiente”. Boadella, entonces andaba dirigiendo los teatros del Canal de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, ni se inmutó ante la pregunta Rodríguez. E hizo bien. Lo suyo era seguir haciendo teatro.

En enero de 2021, por ejemplo, estrenó “Diva” en el Palacio Valdés. En el mismo escenario, en el mismo año de la entrevista pública en el Niemeyer, presentó “El pimiento Verdi”, que fue el espectáculo que permitió que los avilesinos supieran que bajo la platea había un artilugio de madera que permitía subir y bajar el suelo de la bombonera que diseñó Manuel del Busto para transformarla, por ejemplo, en una sala de baile o, con motivo de “El pimiento Verdi”, en el restaurante donde verdianos y wagnerianos se retan a duelo. Pero, bueno, este Boadella último no se parece mucho al de sus principios. Y es que la independencia ya no es lo que era.

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