Así trabaja la Unidad de Atención a la Mujer: acompaña, investiga y protege a las mujeres que sufren violencia

Habitualmente los miembros de la unidad no visten de uniforme, "porque impone, y se trata de dar confianza, cercanía y seguridad"

Amor Fernández, Susana Suárez, Ignacio Fernández y Tatiana Álvarez con los carteles informativos de la ayuda que pueden recibir las víctimas. | María Fuentes

Amor Fernández, Susana Suárez, Ignacio Fernández y Tatiana Álvarez con los carteles informativos de la ayuda que pueden recibir las víctimas. | María Fuentes / MARIA FUENTES

Marián Martínez

Marián Martínez

"Es el delito estrella en todas las comisarías". Quienes realizan esta afirmación con tanta rotundidad son los integrantes de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) de la Comisaría de la Policía Nacional de Avilés. Con ellos, LA NUEVA ESPAÑA recorre la experiencia por la que debe pasar una mujer cuando decide denunciar a su pareja o expareja por maltrato. Los seis agentes, cinco mujeres y un hombre, que integran el equipo son los encargados de investigar los hechos y de proteger a la víctima, de darle la mano y acompañarla en un proceso muy duro en el que hace falta mucha comprensión y empatía para ponerle freno a los golpes, insultos y amenazas.

"Vengo a denunciar maltrato". Es como decir "ábrete, sésamo". El policía que está en la puerta de la Comisaría de Avilés no pregunta nada más. Descuelga el teléfono y le dice a quien le escucha al otro lado: "tenéis aquí a una amiga".

Un agente acompaña a la mujer al interior de la Comisaría, a un despacho que ocupan Amor Fernández, la jefa de la UFAM (Unidad de Atención a la Familia y la Mujer), Ignacio Fernández, Esther Cornide y Ana Álvarez. Los cuatro conforman el equipo de investigación, que también atienden los casos de violencia doméstica, menores, y agresiones sexuales. Una amalgama que les obliga a un enorme esfuerzo diario para atender tantos frentes como se les abren.

Amor Fernández, Susana Suárez, Ignacio Fernández y Tatiana Álvarez con los carteles informativos de la ayuda que pueden recibir las víctimas. | M´aría Fuentes

El manual que maneja el equipo de la UFAM con el protocolo que deben seguir los agentes para atender a las víctimas de violencia machista. / Marián Martínez

A la misma unidad pertenecen Susana Suárez y Tatiana Álvarez, aunque su labor se centra en exclusiva en la protección de las víctimas, en ser su apoyo continuo, sus guías cuando surgen dudas, miedos, tensiones.

Habitualmente los miembros de la unidad no visten de uniforme, "porque impone, y se trata de dar confianza, cercanía y seguridad". El equipo suma décadas de experiencia y "muchas horas escuchando penurias y algunas situaciones terribles".

El equipo de investigación explica cuáles son los comportamientos más habituales en las mujeres que denuncian y sus estados de ánimo en cada paso de este corredor que lleva de la decisión de denunciar a la construcción en torno a ella de un entorno de seguridad judicial, policial y social. El relato que sigue es el más frecuente.

El miedo y las dudas son tan evidentes, tan palpables, que lo primero es dar tranquilidad y conocer lo ocurrido sin entrar en detalles, solo para tener una visión general y que la mujer se desahogue.

En el transcurso de esa primera toma de contacto los agentes le explican que tiene derecho a la asistencia de un abogado del turno de oficio especializado en violencia machista, y se telefonea al que está de guardia, que se traslada a Comisaría. Es un profesional experto, con formación específica en violencia e género, y gratuito.

La UFAM acompaña, investiga y protege a las mujeres que sufren violencia

Tatiana Álvarez, dedicada a la protección de víctimas / Marián Martínez

Mientras el abogado está de camino los agentes tratan de aclarar todas las dudas que asaltan a la víctima, los derechos que tiene, que existe una casa de acogida para ella y sus hijos menores, que no se van a quedar en la calle, y que también tienen el apoyo del Centro Asesor de la Mujer, donde recibirá toda clase de ayuda e información.

Ella escucha con atención, pero está muy nerviosa y temerosa ante un futuro incierto. Lleva mucho tiempo sufriendo maltrato, tanto que ya los tiene interiorizados, incluso normalizados. No sabe por qué aguantó tanto ni tiene claro ahora por qué se ha decidido a denunciar. Piensa que mejor se va y deja las cosas como están, porque a lo mejor las consecuencias son peores...

El abogado entra por la puerta y los agentes se retiran para que hablen. Después de un tiempo prudencial regresan. Es el momento de que empiece el relato de los hechos, de formalizar la denuncia. Si no hay denuncia, la Policía no puede actuar.

Las emociones y los nervios se agolpan y los investigadores, junto con el abogado, la van guiando con sus preguntas. En la pantalla del ordenador ya se ha abierto el sistema VioGen, en el que constan una serie de preguntas cuyas respuestas servirán para determinar, mediante algoritmos, el grado de peligro que corre la mujer y si es necesario solicitar una orden de protección.

A la izquierda, el manual que maneja el equipo de la UFAM con el protocolo que deben seguir los agentes para atender a las víctimas de violencia machista. Bajo estas líneas, Ignacio Fernández, el único hombre de la unidad, y Tatiana Álvarez, dedicada a la protección de víctimas. | María Fuentes.

Ignacio Fernández, el único hombre de la unidad / Marián Martínez

Los policías están quejosos con este sistema porque consideran que, a veces, el resultado no concuerda con las conclusiones que ellos están sacando del relato de la víctima. A veces, VioGen decide que el riesgo al que se expone la víctima es bajo, pero su relato de los hechos hacen temer a los agentes que es más alto de lo que ven en la pantalla del ordenador. Y otras veces ocurre al contrario. Por eso creen que se debe de modificar, para no correr riesgos. Vale más prevenir que lamentar.

El letrado anuncia que solicitará una orden de protección. La mujer, en ese momento, decide echarse atrás, que no declarará contra su pareja o expareja. Que son muchos años, una vida, que le da pena, que ha cometido un error.

Los agentes son conscientes de que la relación es tan tóxica, pero ella la tiene tan normalizada, que es muy difícil convencerla de que esa vida, no es vida. Que hay otra en la que no tiene por qué recibir insultos, amenazas, golpes y ser agredida sexualmente, aunque ella cree que no lo es.

Entonces el reto es convencerla de que necesita ayuda psicológica para que pueda pensar, recapacitar y ser consciente de su situación real y de que la puede cambiar.

Otra posibilidad es que la denuncia llegue porque alerten los vecinos, o porque la víctima haya tenido que acudir a un centro de salud o a un médico.

O que llegue desde el colegio de los hijos. Ya se dio el caso. Un niño de Educación Infantil, que se esforzó en hacer un dibujo de la familia, y plasmó una figura masculina con una pistola apuntando a una figura femenina. La maestra, impresionada, le preguntó al niño quiénes eran, y él, con naturalidad, le respondió que era lo que le hacía su padre a su madre. Las alarmas saltaron de inmediato y la directora del centro se presentó en la Comisaría a denunciar.

Ella ha decidido seguir adelante. Ya ha dado el paso. El expediente irá directamente al juzgado, y los investigadores, a buscar al maltratador, que pasará unas cuantas horas en la comisaría antes de ser trasladado al Juzgado para declarar.

¿Y si ella en el juzgado se echa atrás? El procedimiento ya está en marcha, y la Fiscalía actuará igualmente de oficio.

El trabajo de la unidad de investigación pasa ahora a las compañeras encargadas de la protección de la víctima. Escucharán todo lo que ella les quiera contar, le recordarán todos los medios que están a su alcance y la acompañarán al juzgado. No tendrá que pasar sola por un trance tan duro.

Tanto si se concede la orden de alejamiento como si no, Susana Suárez y Tatiana Álvarez le dan una serie de recomendaciones para su autoprotección. Le insisten en que es por su bien y el de sus hijos, que hay herramientas y medios que puede y debe utilizar. Si no hay orden de alejamiento, ante cualquier atisbo de una nueva agresión, ante el mínimo indicio o temor, llame al 091, para que la intervención sea inmediata.

Si se concede la orden de protección, su agresor no se podrá acercar a ella, ni a su domicilio ni a su centro de trabajo ni a ningún sitio en el que ella esté. Normalmente incluye también una orden que le prohíbe comunicarse con la víctima por cualquier medio, incluso a través de terceras personas. Las recomendaciones incluyen desde cambiar la cerradura de la puerta de casa hasta avisar al entorno por si lo ven merodeando en los alrededores. También existe el sistema ATTEMPRO, que gestiona Cruz Roja. Es un aparato que al pulsar lanza una alerta al 112, donde reciben el posicionamiento de la víctima y se alerta a la Policía.

La denuncia de un quebrantamiento de la orden de alejamiento puede suponer el ingreso en prisión del agresor. Si aprovechó ese acercamiento para un nuevo episodio de maltrato, sumará un delito nuevo.

Hay órdenes de alejamiento y prohibición de mantener comunicación alguna que se prolongan durante meses. Pero las hay que duran años. Susana Suárez y Tatiana Álvarez estarán ahí, para cualquier consulta, cualquier duda, para hablar, para contarles miedos, temores, angustias... Por teléfono, en persona, como haga falta.

Una de las consultas, quejas, angustias más frecuentes tiene que ver con los hijos menores. Termina la vigencia de la orden de alejamiento, y el padre solicita el régimen de visitas. Se le concede, y esos niños y niñas están obligados a estar con el padre, incluso hasta fines de semana completos.

En algún caso incluso se concedió al maltratador la custodia compartida. Unas decisiones judiciales que destrozan psicológicamente a las madres, que se sienten más víctimas, más atacadas, más angustiadas, aseguran los agentes de la UFAM. "Es como si las obligaran a ellas a estar de nuevo con su agresor, o incluso peor". En esos casos, las agentes de protección siguen ahí. La UFAM siempre está ahí. Las 24 horas del día los 365 días del año, para dar la mano frente a los golpes. Para ayudar a ponerle freno a los malos tratos, a los abusos, a las agresiones.

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Las peleas y reyertas entre menores de edad, también en los centros educativos, traen de cabeza a la Policía. Han aumentado exponencialmente y no dejan de crecer. Detrás de cada conflicto siempre hay un elemento común: las redes sociales.

El esclarecimiento de estos casos corresponde también a la UFAM, unidad desde la que su responsable, Amor Fernández, y el agente Ignacio Fernández lanzan una llamada de alerta. "Los niños, con 12 años, tienen teléfonos móviles que son una puerta abierta al mundo en el que se mueven mensajes extremos y que les llegan sin filtros. No deberían tener redes sociales", advierten.

"El problema es que la imagen de estos menores se proyecta en las redes sociales y viven entre el anonimato y una realidad virtual que siempre están detrás de los conflictos que surgen. Falta información y control por parte de las familias", aseguran.

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