Jesús Torres | Actor, dramaturgo, director e investigador teatral

"Ser un hombre significa decidir el tipo de persona que quieres ser"

"En ‘Puños de harina’ intento formular preguntas, y sin respuesta es imposible ofenderse; no lanzo un mensaje de odio contra nadie"

Jesús Torres, durante una de sus actuaciones. | Moisés F. Acosta

Jesús Torres, durante una de sus actuaciones. | Moisés F. Acosta / Noé Menéndez

Noé Menéndez

Antes de pisar el escenario del Valey de Piedras Blancas, Jesús Torres (Cádiz, 1983) se pasea por Oviedo mientras habla al teléfono con LA NUEVA ESPAÑA. Quiere conocer de primera mano los espacios de los que habla "La Regenta", recorriendo sus calles y respirando el mismo aire que Leopoldo Alas "Clarín". Hoy representará "Puños de harina", a las 20.00 horas, en el Valey.

–¿Cómo describiría su obra?

–Es un combate de boxeo entre dos personajes que están en un tiempo y un espacio diferente. Uno es Rukeli, el mejor boxeador de Pesos Pesados en la Alemania de Hitler. Ese titulo le permitía ir a las olimpiadas y representar a Alemania, pero el problema es que era gitano, lo que a Hitler le hacia cero gracia. Por eso, se agarran a que Rukeli lloró en el cuadrilátero cuando le dieron el título y un hombre que lloraba no podía representar al país. Además, se sumaba que decían que tenía la piel manchada por ser moreno. Por eso le quitaron el título. Por eso en la obra Rukeli tiene el cuerpo lleno de harina, para reivindicar eso. En el 2003 le devolvieron el título de manera honorífica. Esa noticia la ve Saúl, un personaje de

ficción que en los 80-90 intenta descubrir qué es ser un hombre. Su padre le daba palizas y le obligaba a entrenar a boxeo para, según él, convertirlo en un hombre de verdad. Con eso es el público el que tiene que lanzar ahora su opinión.–¿Y qué es ser un hombre de verdad?

–Mi opinión es personal. En el teatro hacemos preguntas, no damos respuestas, por eso actuando yo no me mojo. Para mí, ser un hombre significa tener la capacidad de decidir el tipo de hombre quieres ser. Para mí es lo más difícil, que pese a la cultura, a tu forma de ser o a lo que digan los demás consigas ser lo que quieres ser.

–¿Cómo se entero de la historia de Rukeli?

–Por la prensa, como Saúl. Estuve investigando y fue cómo descubrí la historia hace unos años. Me la guardé en una carpeta con mis ideas, y, con el tiempo, decidí sacarla a la luz. Ahí fue cuando nació todo el espectáculo.

–¿Cómo está siendo la aceptación del público?

–Por ahora no hemos tenido problemas. Estamos viviendo unos años muy difíciles, pero yo no he sufrido censura. Yo intento lanzar preguntas, y, sin respuesta, es imposible ofenderse. No lanzo un mensaje de odio contra nadie. La historia cuenta algo real, la persecución que vivieron los gitanos en la época nazi. Luego hace preguntas sobre la masculinidad, y sí que algunos hombres se remueven un poco en la butaca, pero nunca hemos tenido una queja. La obra está hecha con mucho cariño, de una forma muy respetuosa. La dramaturgia que yo hago no quiero que sea panfletaria, sino que haga preguntas.

–Hay gente que dice que para hacer papeles de gitanos hay que ser gitano.

–Tampoco soy príncipe y tengo una obra en la que hago de príncipe. Es algo que entiendo, pero se puede tener sensibilidad hacia un tema sin que me afecte. El tema que se trata en la obra es algo que me preocupa, porque soy un hombre y hay veces en la que se nota esa imagen que tiene la gente sobre la masculinidad. Por ejemplo, ahora yo hago boxeo y me siento más hombre, aunque sea una tontería. Es una forma de darte cuenta de las cosas.

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