Fantasía real (paradoja vital)

El verdadero valor y esencia de las cosas: los ojos pueden engañarnos, no así el corazón

Juan García

Juan García

Jacinto Benavente, en la más famosa y conocida de sus obras, describe cómo un par de pícaros, Leandro y Crispín, llegan a una ciudad sin más capital ni medios que sus personas y su ingenio marrullero y acaban por hacerse los dueños de la misma, por el simple sistema de crear intereses, involucrando a la ciudadanía en su juego maquiavélico de dominación. Así, dando aquí lo que la codicia de los unos demanda y quitando allá lo que la estupidez de los otros otorga, acaba Crispín, que es el más astuto y malvado, por hacerse el gobernante absoluto e indiscutible de la ciudad.

Es sorprendente la similitud que a lo largo de los tiempos poseen las situaciones sociales. Siempre ha sido igual. El pillo y el carente de escrúpulos acaba por someter a los que de buena fe le otorgan su confianza, apoyándose en quienes esperan obtener beneficios de sus marrullerías y de su astucia.

Han pasado muchos años desde que Benavente pusiera esta verdad de manifiesto, apoyándose en la historia de la humanidad que él conocía muy bien, pero a pesar del tiempo transcurrido vemos que hoy ocurre exactamente igual, sin que seamos capaces de aprender nada del clamoroso eco del pasado, tanto reciente como lejano.

Esta crisis que vivimos y que achacamos a las especulaciones de financieros inmorales y malvados, no es ni más ni menos que una desmesura en el gasto público, precisamente con el dinero público que se ha invertido en comprar voluntades y en crear intereses. Gobierno y oposición se pelean por aportar soluciones. Al Gobierno se le ocurre subir impuestos, aumentar el número y los sueldos de funcionarios públicos, elevar el IVA y salvar la cara, a la vez que comprar votos cautivos, aumentando mínimamente las pensiones. En una palabra: recaudar más. A la oposición se le va la energía en censurar todas las medidas del gobierno y en estas luchas dialécticas estériles el pueblo ve con desesperanza cómo cada día estamos peor, pues el Estado ya recauda bastante, pero lo que ocurre es que gasta más de lo debido.

Una reciente encuesta hecha por un relevante medio de comunicación a pie de calle, revelaba cómo el pueblo llano decía que aquí, en nuestra España, lo que sobra son las diecisiete autonomías despilfarradoras, los diecisiete gobiernos, los diecisiete parlamentos, las más de diecisiete televisiones autonómicas, los tres millones de funcionarios, los treinta mil coches oficiales, las numerosas embajadas de juguete de los gobiernitos autonómicos, los llamados viajes de Estado de los mismos para no se sabe bien qué y, desde luego, los miles de asesores ‘del dedo’ que no cumplen absolutamente ninguna función útil.

El pueblo con sentido común, sabe muy bien donde le aprieta el zapato, pero la sencilla solución de acabar con el despilfarro ya no es viable. No se puede desmontar la enorme máquina de gastar dinero que los políticos han montado para su provecho. Esta máquina ha propiciado una enorme demanda de dinero y ahora es tarde para rectificar.

Son muchos los que viven del gasto público y muchas las interconexiones entre el Estado y las empresas que le son afines. En otras palabras: Crispín (el gobierno) y Leandro (el tonto útil) han creado demasiados intereses. Ya no se ve el camino para la vuelta atrás. Y lo triste es que siempre ha sido así, porque si volvemos la vista al pasado, veremos que importantes autores políticos advertían al Estado de los malos caminos por los que iba la gestión pública.

Nicolás Maquiavelo, el escritor político más importante, que sentó las bases del gobierno útil para el príncipe y los ciudadanos, dejó dicha la siguiente frase: "Que nadie tenga temor a abrir un nuevo negocio, por miedo a los impuestos inmoderados del Príncipe", frase que deberían de tener muy en cuenta los gobernantes para el buen resultado de su gestión de gobierno y de la gestión económica de su país, pues al fin y al cabo, política y economía, siendo realidades distintas, tienen tantos puntos de enlace que muchas veces se interfieren la una con la otra.

Y el insigne Cicerón, orador, tribuno y político romano, advertía en el senado que: "La deuda debe de reducirse, los gastos del Estado moderarse y los ciudadanos trabajar por Roma, en vez de vivir de la subvención".

En fin, que con la democracia en manos de quienes la tienen secuestrada, volvemos a los tiempos de Cicerón y de Maquiavelo. Es decir: vamos para atrás.

Llegó 2023. Otro año cargado de buenas intenciones, de buenos deseos para con quien compartimos en definitiva la vida. Acabamos –a quienes no nos ha tocado la lotería– de desearnos salud, mucha salud. Es el consuelo de los pobres ricos (pobres en dinero, ricos en salud, al menos hasta hoy) como un servidor da en llamar a este inmenso colectivo. Pues amigos míos, con la salud comienzo este año mi intervención mensual en este periódico.

Una hipotética fantasía desbocada de nuestra imaginación, puede poner en grave situación de riesgo nuestra salud, al menos mental. Me pasa a mí estos días, cuando visitando al médico, insiste tras la analítica correspondiente y demás estudios, que no tengo absolutamente nada por lo que preocuparme en cuanto a mi salud se refiere, entre tanto las pruebas practicadas, en un principio, así lo evidencian.

Entonces, no del todo conforme con el diagnóstico, introspecciono y reparo en que últimamente sueño mezclando personajes de la historia tan dispares como el Quijote y el Principito y me pregunto, qué querrá decir esto. Lo que hoy aquí reflexiono con ustedes, es tan solo una muestra del paralelismo que uno encuentra a veces en obras maestras de nuestra literatura universal, pero hay muchas más, que pienso ir comentándoles a lo largo de alguno de estos meses de 2023.

Un vago recuerdo trae a mi memoria –hasta que lo certifico, releyéndolo– un pasaje en el Quijote donde se nos advierte contra la tendencia de dejarnos engañar por otros, específicamente por individuos pícaros, astutos, zorros, mala gente en definitiva. Pienso que el mundo está saturado de tantos individuos de tan baja categoría y calidad humana, que por importar, no les importa prácticamente nada, no le dan importancia ni a sus propias vidas. Individuos de conducta desenfrenada, irresponsables y egoístas.

Muchos ciudadanos, inocentes en su conducta, son sorprendidos negativamente por estos zorros indeseables personajillos, que sólo buscan explorar y explotar la inocencia de los hombres y mujeres buenos.

A la par, se me entremezcla y recuerdo el personaje del zorro de El Principito, uno de los libros que más vidas ha marcado en la historia universal reciente, con multitud de moralejas, aplicables en todo caso a nuestras respectivas vidas de hoy en día; una narración corta del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, que trata de la historia de un pequeño príncipe que parte de su asteroide a una travesía por el universo, en la cual descubre la extraña forma en que los adultos ven la vida y comprende el valor del amor y la amistad. Me doy cuenta en este momento la gran diferencia que existe entre los zorros individuos del Quijote que siempre intentan el engaño y la malversación y esta mascota del Principito, que es en lo que se convierte el zorro para el protagonista de la historia; en su inseparable mascota.

Ya con la relación entre ambos protagonistas muy avanzada, un día va el zorro y le espeta a nuestro héroe: "Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos". Esta sentencia es una reflexión sobre el verdadero valor de las cosas, sobre su verdadera esencia. Los ojos pueden engañarnos, no así el corazón. En este sentido, la sentencia nos invita a entender cómo debemos mirar más allá de las apariencias, y a valorar las cosas por aquello que en realidad son, y no por lo que parecen.

Dice el autor de "Las aventuras del ingenioso hidalgo": "Don Quijote ha nacido para el prójimo; esta es su singularidad".

Y yo me atrevería a decir además, que ambas obras –Quijote y Principito– muestran durante toda su trama una serie de cualidades que les son comunes a los protagonistas –de ahí esta inexplicable y confusa mezcla en mi mente de historias y personajes– tal cual son, la paciencia, la elocuencia, la cortesía, la valentía, la generosidad, o la abnegación.

Tomemos nota de quien prácticamente gratis, enseña. Hay libros que, efectivamente, son una autentica joya y fuente de sabiduría. Que están ahí, en los estantes de nuestras librerías, cubiertos de polvo y casi pasan desapercibidos.

Veremos que rara mezcla de personajes o situaciones –como en esta ocasión– pueden pasar por mi extravagante cabeza en próximas fechas, y volveré a contárselo cuando así sea.

Hasta entonces, y con el amparo y protección de la Santina que siempre está ahí y que últimamente me tiene más que complacido, les deseo a todos ustedes, un muy feliz año 2023.

Suscríbete para seguir leyendo