Cabruñana (Grado) / Cornellana (Salas), L. VALDÉS

Cada cliente cuenta en Cabruñana. Los hosteleros de este núcleo moscón luchan por mantener con vida sus establecimientos tras la apertura hace medio año del tramo Grado-Doriga de la autovía del Suroccidente, que ha dejado apenas sin tráfico, sobre todo de camiones, la antigua carretera nacional 634. Cabruñana ya no es el lugar paso que era, y como consecuencia las ventas han descendido hasta el punto de poner en peligro la supervivencia de los negocios existentes. Mientras la hostelería de Cabruñana vive su particular agonía, a pocos kilómetros, en Cornellana (Salas), los bares y restaurantes de la localidad aprovechan para hacer caja antes de que con la apertura de un nuevo tramo de la autovía caigan en el olvido.

«Antes de que abriesen la autovía vendía entre 50 y 60 pinchos en una mañana, ahora normalmente no se pasa de los 10. La verdad es que el futuro del negocio pinta muy negro». Desde hace seis meses a Severino del Rosal, propietario del restaurante Ana en Cabruñana, le cuesta que le salgan las cuentas a final del día. «Un 90% nuestros clientes eran gente de paso que ahora van por lo nuevo. Del menú del día solo no vives, necesitas el complemento de la barra, el goteo de los cafés y los bocadillos, que ahora no tenemos. La verdad, no pensé que el descenso de ventas iba a ser tan grande», confiesa el hostelero. Del Rosal se plantea hacer cambios en su local para poder mantener los tres empleados con los que cuenta. «Habrá que luchar hasta el final», concluye.

Juli del Rosal tampoco está dispuesta a tirar la toalla y echar el cierre en su bar. «Sobrevives gracias a que el negocio es tuyo y no tienes que pagar una renta», afirma la moscona, que durante la semana cuenta con los dedos de una mano los clientes que paran en su negocio. «El domingo es el día fuerte, gracias a la gente que viene al mercado de Grado y sube a comer», explica la hostelera, que ya se ha acostumbrado a no ver a través del cristal camiones en la carretera. «Ahora pasan muchas motos los fines de semana», sentencia.

Con el precedente de Cabruñana es lógico que los hosteleros de Cornellana no tengan prisa por ver finalizado el siguiente tramo de la autovía. Ana Menéndez, propietaria del emblemático establecimiento Casino lo tiene claro. «Aquí hay demasiados negocios de hostelería y cuando Cornellana ya no sea un lugar de paso sobrarán la mitad». La empresaria, que lleva 40 años al frente del negocio, asegura que «un 95% de la clientela es de afuera, así que con las nuevas comunicaciones se sufrirá un duro revés, seguramente el más duro».

Para Marcos Torres, de Casa Grana, la oferta hostelera de la localidad salense es también desproporcionada. «Hay 9 bares para 500 habitantes. La pesca ya no es negocio y pronto Cornellana dejará de ser el lugar de referencia que fue durante décadas. Si no se organizan actividades atractivas, al menos los fines de semana, que traigan a gente, esto se muere», argumenta el hostelero, visiblemente preocupado.

Más optimista se muestra el joven Juan José Pico, propietario del restaurante Casa Ricardo, que ya se ha puesto manos a la obra para buscar alternativas con las que fijar clientela. «El objetivo a corto plazo es ofrecer una cocina de referencia que invite a la gente a venir a tu local habitualmente. Además, con la autovía nos pondremos a un paso del centro», replica el hostelero.

Antes de que la infraestructura entre en funcionamiento, aún queda mucha obra por delante, y Manuel González, gerente del hotel La Fuente, prefiere pensar en los beneficios que puede tener para su establecimiento la reanudación de los trabajos. «Siempre hay obreros que comen o duermen en tu hotel», afirma.

En Cornellana miran de reojo a una autovía en la que no hay rastro de actividad desde hace meses. Los hosteleros se aferran a la N-634, la carretera que durante tantos años les ha dado de comer.