Villaviciosa,

Mariola MENÉNDEZ

El Caballero de la Mano de Fuego, la bruja Mala Uva, el pirata Barba Roja, don Lucho y don Pedro, Currinchi y su madre y el dragón Escupefuego penderán sobre el rincón de los artistas del Café de Vicente, de Villaviciosa, hasta el día 29. Son algunos de los personajes del teatro «Los títeres de la carretera» que recorrieron media España y casi todos los rincones del Principado cobrando vida en las manos de Delia Piris y Hugo Gaitto, dos argentinos que llevan varios años residiendo en Villaviciosa.

Este matrimonio dejó su país en 1975 para instalarse en Madrid y en 1983 recalaron en el concejo porque les gustó cuando lo conocieron durante sus vacaciones en El Puntal. «Llegamos a hacer más de trescientas funciones en Asturias. No hay un pueblo donde no hayamos estado», apunta Gaitto. Su esposa señala que el teatro «siempre ha sido un complemento» porque, sostiene, «es difícil vivir de ello». En 2002, Delia Piris y Hugo Gaitto guardaron sus títeres de guante, que ellos mismos realizaron con gomaespuma, para jubilarse. Para ella, uno de sus favoritos es el personaje del pelirrojo Currinchi, por ser el que le resulta «más entrañable». No es casualidad que su historia sea también la que más gusta a los niños, que además tienen predilección por el dragón Escupefuego, y así lo reconocen los que visitan la exposición del Café de Vicente.

«Los títeres de la carretera» se dirigían al público infantil. Sus representaciones se caracterizaban porque en ellas primaba el humor. Fomentaban la imaginación y los valores y caían en los absurdos, ya que estos muñecos de mano permiten «hacer cosas que un actor no puede», como volar. Piris señala que trataban de que sus obras «no fueran demasiado didácticas, a pesar de su interés pedagógico», que es lo que los llevó a impartir cursos a maestros.

Su dilatada trayectoria da para anécdotas como la que relata Hugo Gaitto cuando estando en la plaza Mayor de Grado descubrió tras la mirilla de su escenario una placa que recordaba que en ese mismo emplazamiento actuó por primera vez Federico García Lorca con el teatro «La Barraca». «Fue muy bonito», recuerda.