Pravia, Ignacio PULIDO

El 4 de septiembre de 1962 el praviano Fermín Menéndez García inició una nueva etapa en su vida. En esa jornada, su villa se encontraba inmersa en los festejos del Cristo y él daba sus primeros pasos en el mundo de la hostelería tras inaugurar el restaurante Balbona, un nombre que hoy es santo y seña de la hostelería praviana. Medio siglo después, sus hijos, Fermín y David, siguen discurriendo por el camino iniciado por su progenitor.

La mili abrió los ojos a Fermín, quien hasta ese momento se había formado como carpintero en el taller que poseía su padre, Braulio, en la calle de La Fontana y en la mueblería que su familia poseía en la calle de La Victoria.

«Hice el servicio militar en Oviedo. En los ratos libres visitaba los restaurantes de la ciudad y pensé que quizá yo podría abrir un negocio así en Pravia», explica. Tras finalizar su paso por el Ejército planteó su idea en casa. «En un primer momento la propuesta no fue muy bien acogida y manifesté mi intención de emigrar a México», matiza. Apenas días después, su proyecto recibió el visto bueno. Fermín abrió su restaurante en la calle de La Victoria coincidiendo con las fiestas del Cristo de 1962. Decidió ponerle el nombre del pueblo natal de su padre, Balbona, en el concejo de Siero.

El éxito fue rotundo. Durante la primera quincena de septiembre vendió la friolera de quinientos cincuenta kilogramos de sardinas asadas. «Por aquel entonces éramos el único restaurante de la villa que contaba con una plancha», comenta. El negocio comenzaba a ir viento en popa y pronto requirió la ayuda de su padre, que también abandonó su trabajo como carpintero. Asimismo, contaba con el apoyo de su madre, Rosario, y con la presencia de su tía María García al cargo de los fogones. «Yo me encargaba de la plancha y ella de platos más elaborados como las manos de cerdo, los callos o pulpo», afirma.

A partir de 1970, su esposa, Amparo Menéndez, tomó las riendas de la cocina. El negocio creció y en 1981 se vio obligado a cambiar de domicilio, trasladando su restaurante al bajo que ocupa actualmente en la calle Pico Andolinas. «Aquí se trabajó duro. Por semana había que echar a la gente para poder cerrar. Ahora el negocio ya se cierra solo», enfatiza. Cada tarde, la barra del bar se atestaba de trabajadores del Astur y de las distintas sierras que había distribuidas por el concejo. «Salían a la seis de trabajar y venían a tomar un cubalibre», recuerda. Su comedor solía acoger comidas de empresa y todo tipo de celebraciones. «Antes, cuando se concluía una obra, los obreros se reunían para disfrutar de una comida. También se aprovechan ocasiones como la venta de una vaca o la tala de un monte. La gente gastaba el dinero de otro modo», sostiene.

Sus hijos, Fermín y David, comenzaron a ayudar en el negocio cuando apenas eran adolescentes. En torno a 1995 comenzaron a dedicarse plenamente al negocio. En 2002, el fundador de la casa se jubiló. Desde entonces, el negocio familiar se ha diversificado. Por una parte, Fermín se encarga del restaurante Balbona, cuya cocina es heredera directa de la tradición familiar. Por otra parte, David -con varios premios en su haber- se encuentra al frente del Patio de Balbona -en una casona de la plaza Don Silo- donde apuesta por la innovación sin dejar de lado lo tradicional. Con motivo de las bodas de oro de su negocio, ambos hermanos han previsto recuperar alguno de los platos que dieron fama a sus fogones. Y es que, cincuenta años no se cumplen todos los días.