Lo relacionado con el dinero interesa a todos, principalmente cuando afecta a la economía particular y el euro de cada casa, pero también a muchos nos apetece conocer en el aspecto histórico, lo que pasó con el dinero o los billetes que un día cambiaron de sitio en medio de la violencia y las revoluciones. Sobre la aventura del oro del Banco de España tras la Guerra Civil se ha escrito un montón, en cambio de lo ocurrido tras el robo de la delegación de la misma entidad en el Oviedo de octubre de 1934 casi no se habla porque todo parece más claro, pero hoy les voy a contar aquí un caso curioso que evidencia que en este asunto también se pasó página demasiado rápido. Les explico el porqué.

A las 7 de la mañana del día 7 de octubre de 1934 la revolución de los mineros asturianos iniciaba una de sus acciones más controvertidas con el asalto al edificio del Banco de España en Oviedo en una maniobra supervisada por Ramón González Peña. La resistencia en el interior fue tan enconada que en la noche del día 9 hubo que utilizar una pieza de artillería para cañonear la fachada suroeste mientras se lanzaba una batería de bombas de mano por la posterior. Por fin, a la mañana siguiente, la guarnición compuesta por un sargento, un cabo, seis soldados y tres carabineros era anulada y se procedía sin dilación a la voladura de la cámara acorazada.

La operación estuvo lejos de ser limpia: para empezar una parte del botín se perdió para siempre en el mismo momento de la detonación con lo que las cifras que se han manejado siempre, exactas hasta la calderilla, no lo son tanto porque no tienen en cuenta los billetes deshechos por efecto de la dinamita; otro hecho llamativo fue que con las prisas, para las que no parecen existir razones, se dejaron en un armario de un pasillo nada menos que 4.013.000 pesetas.

Finalmente los responsables de la entidad fijaron la cantidad total de lo sustraído en 14.425.000 pesetas. Los historiadores aclararon posteriormente que de ellos hay que descontar 1.000.000, invalidado por tratarse de billetes viejos que llevaban la efigie del rey Alfonso XIII y que por ello se iban retirando desde la proclamación de la República en abril de 1931; posteriormente, en la segunda quincena de noviembre, se anularon otras 400.000 pesetas repartidas en 2.000 billetes de cien pesetas y 4.000 de 50 pesetas por la razón contraria, ya que eran tan nuevos que aún no habían llegado a circular y por ello tenían su numeración controlada. Luego, en los meses que siguieron a la derrota de los revolucionarios se fueron recuperando otras cantidades ocultas en diferentes escondrijos hasta sumar 4.575.607 pesetas. Tiro de calculadora y me quedan 8.449.393. Sobre lo que ocurrió con el dinero restante tenemos la propia declaración de Ramón González Peña, quien manifestó ante el tribunal que se lo había dado al comité para que lo distribuyera entre las viudas, los huérfanos y los revolucionarios que hubiesen quedado inútiles a consecuencia de la lucha. Por su parte, Andrés Saborit en sus memorias también dejó escrito que una parte de lo saqueado se quemó por el temor a las represalias policiales, aunque esta es una acción que no parece lógica ya que hubiese sido más sencillo limitarse a esconderlo o, en último caso, entregarlo sin más.

Para seguir la pista del resto podemos dar por bueno el relato que Juan José Menéndez García hizo en su biografía de Ramón González Peña publicada en 2002. Él parte de que la cantidad que quedó en manos de los revolucionarios fue de 9.449.393 pesetas (coincide con nuestro cálculo si no tenemos en cuenta los billetes anulados por lucir la figura del monarca) que se repartieron así: 100.000 se emplearon para la huida a Dieppe, en el canal de La Mancha, y a Rusia; al comité de Grado se le entregaron 30.000; a Bélgica llegaron 900.000; a Francia, otros dos envíos de 4.000.000 y 250.000 respectivamente y por último Negrín se quedó 100.000 para ayudar en los juicios y en la red de fugas. De modo que nos quedan todavía más de 3.000.000 sin localizar.

Lo que pasó más tarde con el dinero controlado también tiene su miga, aunque no sea importante para lo que hoy quiero contarles, pero se lo resumo diciéndoles que hubo un robo de 500.000 en la sede del comité en el exilio en París y un desfalco de la misma cantidad que se llevó a Argentina un miembro del SOMA desengañado tras un drama personal. Por su parte, Amador Fernández logro juntar en sus manos 5.000.000 que tuvo primero en París y más tarde en Bélgica manteniéndolo en secreto incluso a miembros destacados del propio PSOE hasta que se invirtieron en la publicación de «Avance», el órgano del partido, para comprar en 1935 una moderna rotativa y financiar luego el terreno y las obras de construcción del edificio para este periódico.

Como han podido notar, hasta ahora solo hemos hecho referencia a la parte del dinero manejado por los socialistas, pero ojeando la prensa del año 1935 he encontrado un noticia curiosa que demuestra que el PCE también tuvo en sus manos una buena cantidad. Se trata de la detención el 20 de septiembre de ese año de la joven Pilar González Pastor por una pareja de la Guardia Civil en las inmediaciones de la Cuesta de Las Perdices en la carretera de La Coruña a la salida de Madrid. Según contó la prensa en aquel momento, la joven levantó las sospechas de la Benemérita cuando la vieron paseando sola, como si esperase a alguien, a las 9 y media de la noche por aquel paraje solitario y al ser requerida manifestó que era vecina de Langreo y pertenecía a la Juventud Comunista de Asturias, célula de Mieres, de donde era natural y que se encontraba esperando un camión de los que llegaban diariamente desde Santander a Madrid transportando pescado para que la llevase hasta la capital. En el interrogatorio posterior Pilar, seguramente hastiada de la clandestinidad, no escatimó los detalles de lo que había vivido en aquellos meses: dijo que había intervenido en la revolución, primero como camillera y luego proveyendo a los revolucionarios de dinamita sacada de Duro Felguera destinada a volar los cuarteles de Sama, Mieres y Oviedo, junto a un hombre cuyo nombre desconocía y una amiga llamada María que había fallecido hacía poco tiempo y que el día 15, cuando todo estaba perdido, se refugió en los montes de Quirós donde estuvo hasta junio junto a otros seis compañeros entre los que podía recordar a una mujer llamada Josefina Hevia y tres varones llamados Ricardo, Faustino y José, este último vecino de Turón.

Como no era muy conocida ya que nunca había desempeñado cargos de responsabilidad, se encargaba de bajar a Mieres y Cabañaquinta a por provisiones, hasta que decidió marchar con Josefina a la cabaña de dos pastores llamados Avelino y Carlos quienes les dieron leche y pan; desde allí Josefina se fue a su pueblo y ella a Fayacaba a casa de una tal María, luego pasó a Mieres y a Sama a casa de otra mujer de nombre Rosalía, más tarde estuvo trabajando en el campo de Iranzo (Navarra) y por último volvió a Asturias después de haber pasado unos días en Santander. En ese punto de la confesión aclaró que en Sama había recibido un sobre con 90.000 duros en billetes de 1.000 pesetas procedentes de los fondos del asalto al Banco de España de manos del dirigente comunista Polo Barral, miembro del comité revolucionario de Sotrondio, con la misión de entregárselo en la estación del Norte de Madrid a un individuo llamado Antonio Fernández de 27 años. Así lo hizo el 11 de septiembre y aquel sujeto, una vez recogido el paquete, la recomendó que volviese a Oviedo mientras él marchaba a Francia por Barcelona. En la Dirección General de Seguridad adonde la llevó detenida la Guardia Civil proporcionó una lista de escondrijos con armas, municiones e incluso un cañón y los nombres de los responsables que los mantenían, luego fue conducida al juzgado de instrucción y tras ratificarse en presencia del fiscal ingresó en la cárcel de mujeres en espera de su traslado a Asturias.

Y hasta aquí la historia de Pilar González y su última misión para la revolución: nada menos que 450.000 pesetas y además en billetes de mil. Sorprende tanto la cantidad como la confianza que se depositó en una joven sin mucha experiencia que en principio no parece la persona más indicada para algo de tanta importancia, sin embargo no hay razón para desconfiar de una declaración tan pródiga en detalles que lo único que podía traerle eran más cargos para basar la acusación contra ella.

Lo último que nos queda por aclarar es lo que se hizo con el dinero cuando llegó a Francia, ¿Se ayudó con él a los militantes presos y heridos tras el octubre rojo o se le dio otra utilidad? Seguramente ya nunca lo sabremos.