de lo nuestro Historias Heterodoxas

La tragedia del pico Lenin

El 13 de julio de 1990 un terremoto causó la caída de un alud de hielo que mató a 43 alpinistas: tres lenenses que se salvaron de casualidad

Recreación de la escalada al pico Lenin, por Alfonso Zapico. | Alfonso Zapico

Recreación de la escalada al pico Lenin, por Alfonso Zapico. | Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

El pico Lenin está en la cordillera Trans-Alay en el Pamir y la geografía política lo sitúa encuentra entre Kirguistán y Tayikistán, siendo la segunda cumbre más elevada de este país. Alcanza los 7.134 metros sobre el nivel del mar y los especialistas lo consideran un preámbulo excelente para prepararse antes de abordar el ascenso de los ocho miles porque teóricamente no tiene excesivos riesgos. Aunque no se pueden menospreciar los peligros inevitables en este tipo de cumbres, como las bajas temperaturas que pueden causar congelaciones o el llamado "mal de altura", que en algunos casos llega a producir edemas cerebrales o pulmonares y si no se controla concluye con la muerte de los afectados.

Sin embargo, hoy quiero contarles como lo que debería ser forzosamente malo se convirtió en providencial para unos montañeros de la cuenca del Caudal, que gracias a una de estas dolencias salvaron milagrosamente sus vidas en 1990.

En julio de aquel año tuvo lugar la primera expedición internacional a este pico en la que participaron alpinistas profesionales llegados desde distintos países, pero en paralelo y con muchos menos medios y sin cobertura de las instituciones, tres miembros del grupo de montaña "Fariñentu" de Lena también intentaron la misma aventura en el Pamir.

Se trataba de Rafael Polonio Pérez, agricultor, de 23 años, y soltero; Julio Rodríguez Baquero, picador en el pozo Santa Bárbara de Turón, de 28 años, casado, con dos hijos y Silvino Falcón Díaz, médico, de 33 años, también casado y con dos hijos, mientras que un cuarto amigo, después de algunas dudas, decidió quedarse en Asturias.

Los tres jóvenes tuvieron que sumar a la dificultad de la propia aventura deportiva los problemas burocráticos y de financiación de la expedición para poder llegar desde nuestra Montaña Central hasta las de la Unión Soviética, inmersa en aquel momento en el proceso de disolución que iba a culminar al año siguiente con la independencia de las quince repúblicas que la integraban.

Esta dinámica hacía que los enfrentamientos entre distintas etnias y grupos se multiplicasen en muchos territorios y la región donde querían dirigirse los asturianos era uno de estos puntos calientes. Allí se vivía una revuelta provocada por un grupo nacionalista que pedía la separación de la república de Kirguistán para formar parte de la de Uzbekistán y el 6 de junio de 1990 las tropas soviéticas tuvieron que cerrar las fronteras entre las dos repúblicas después de que se hubiesen registrado alrededor de 1.200 bajas, incluidos más de 300 muertos y 462 heridos graves.

Por otro lado, en esos años aún resultaba muy difícil obtener ninguna subvención -tanto pública como privada- para este tipo de actividades, por lo que los tres amigos se vieron obligados a solicitar créditos para sufragar el viaje, los permisos de ascensión y el material especializado, que tuvieron que adquirir en Andorra. Las únicas ayudas, más simbólicas que efectivas, vinieron de lo que pudo obtener el propio grupo "Fariñentu" organizando algunas excursiones por Asturias y de la recaudación de un baile en el "Paralelo", la recordada discoteca de Pola de Lena.

Una vez superados todos estos requisitos, ya pudieron volar desde Madrid, pasando por Viena y Moscú hasta la ciudad de Osk, ubicada en el valle de Ferganá en el sur de Kirguistán, que aún estaba bajo toque de queda por el conflicto entre kirguises y uzbekos. La aventura comenzaba en ese momento.

Como seguramente saben ustedes, para alcanzar la cima en las montañas de gran altitud es necesario ir deteniéndose en campamentos estratégicamente situados que sirven tanto para que los alpinistas vayan aclimatándose como para el almacenamiento de los alimentos y materiales que se precisan en la ascensión. En el caso del pico Lenin, los campamentos de altura son tres: el primero, o base avanzado, está emplazado a 4.400 metros; el segundo se sitúa a 5.300, y el último ya a 6.100.

Después de haber pasado por el primer campamento según el plan previsto, los asturianos subieron hasta el segundo, en el que los efectos de la reducción de la presión atmosférica y los niveles más bajos de oxígeno se hicieron notar afectando a Rafael Polonio, quien sintió de pleno los síntomas del "mal de altura": mareos, sensación de vértigo, fatiga, dolor de cabeza y vómitos que lo pusieron al borde de la deshidratación. Entonces, consideraron que lo más conveniente era retornar al campamento base para que se recuperase, pero dejaron allí una tienda con bolsas de alimentos preparados e incluso un saco de dormir, con la intención de retornar cuando todos se hubiesen aclimatado bien.

Lo que ninguno podía sospechar es que aquella medida les iba a salvar la vida, porque pocas horas más tarde, el 13 de julio de 1990, se produjo en el monte Lenin una de las mayores catástrofes que registra la historia del alpinismo mundial. La causa fue un terremoto de apenas cuatro grados en la escala de Ritcher, al parecer con epicentro en Afganistán, que sacudió la montaña con un movimiento tan débil que ni siquiera fue registrado por el sismógrafo del Instituto de Ciencias Físicas de Moscú.

Pero desgraciadamente tuvo la fuerza justa para romper el hielo y provocar un gigantesco alud de varios millones de metros cúbicos, que se precipitó sobre el segundo campamento base acabando con la vida de casi todos los deportistas que se encontraban en él.

Sólo dos hombres lograron salvarse de la catástrofe, uno era ruso y el otro checoslovaco; sin embargo, allí fallecieron veinte soviéticos y veintitrés alpinistas de otras nacionalidades, entre ellos Enrique Roca Mayoral, de 34 años de edad, quien había viajado al monte Lenin con un grupo de alpinistas catalanes.

La noticia fue publicada en España el día 18 de julio y el diario "El País" incluyó en su reseña una declaración de VIadimir Shatayev, entrenador de la selección soviética de alpinismo, que había perdido a la práctica totalidad de sus integrantes: "Otros tres alpinistas, que se ausentaron del lugar poco antes de que se produjera la avalancha, se encuentran desaparecidos". Pero en aquel momento nadie relacionó esta frase con los asturianos, que habían viajado hasta allí sin ninguna repercusión mediática.

Afortunadamente, como hemos visto, los tres habían podido sobrevivir gracias a la indisposición de Rafael y al percatarse de la magnitud del accidente se ofrecieron para colaborar en las labores de búsqueda de los enterrados. Pero su solicitud fue rechazada y tuvieron que abandonar la zona y retornar a Moscú separados en dos vuelos. Rafael y Julio lo hicieron en uno y Silvino, en su condición de médico fue elegido para acompañar tres de los cuatro cadáveres que se pudieron recuperar en la primera fase de rastreo, entre ellos el de Enrique Roca, que quedó depositado en la capital soviética. Desde allí los alpinistas asturianos junto a los catalanes que no habían sido afectados por la catástrofe retornaron a España

La búsqueda de las restantes víctimas se prolongó durante dos meses, con ayuda de especialistas y helicópteros, pero no hubo más resultados hasta que el calentamiento climático comenzó a derretir la nieve en las cumbres del Pamir. Finalmente, en septiembre de 2008, la Agencia Estatal de Turismo de Kirguizistán informó del hallazgo de los restos de todos los alpinistas, aunque debido a las dificultades para reunir y enterrar los restos a una altura tan elevada se plantearon la posibilidad de dejarlos allí y erigir un monumento conmemorativo en el lugar del accidente.

Por su parte, al llegar a Asturias, los tres montañeros expresaron su sorpresa al conocer el motivo del alud, porque ellos no habían sentido ningún temblor y en principio culparon al fuerte viento de haber arrastrado la cantidad de nieve caída en las jornadas previas al accidente. También manifestaron su desagrado por la actitud de las autoridades soviéticas que mantuvieron la incertidumbre sobre su estado durante tres días, hasta la llegada a Moscú, donde pudieron contactar por primera vez con sus familias y además no les habían permitido sumarse al rescate ni a ellos ni a personas más cualificadas, como unos especialistas de la Gendarmería Nacional francesa que también se encontraban en el monte Lenin.

A pesar de aquella amarga experiencia, los tres miembros del grupo Fariñentu no abandonaron su afición por los deportes extremos. Rafael Polonio Pérez se inclinó por la bicicleta de montaña y ha participado en algunas de las pruebas internacionales más duras de esta disciplina; Silvino Falcón Díaz siguió con la escalada y ha conseguido sumar tres ochomiles y Julio Rodríguez Baquero, cuya pasión por la montaña le llevó a celebrar su boda en la cima de Peña Ubiña en 2007, volvió al Everest y al macizo del Annapurna. A él le debo la información y los materiales con los que he escrito esta historia.

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