Breve historia del feminismo mierense

El legado del Colectivo Feminista de Mieres, principal activista de la inclusión de la mujer en Hunosa

La cabecera de la manifestación del 8M en Mieres. | Irma Collín

La cabecera de la manifestación del 8M en Mieres. | Irma Collín / Adrián Vega

Adrián Vega

Adrián Vega

Mieres acogió este año por primera vez en su historia la movilización feminista del 8M bajo el lema "Compañera, dame tira" con el pozo Barredo como punto de salida. Por ello, estamos ante una magnífica ocasión para hacer un breve recorrido por la génesis de dicho movimiento en nuestra comunidad, pero también en nuestro concejo y su vínculo con la minería. Para el contexto regional, me valdré del formidable trabajo de investigación realizado por Carmen Suárez, quien hasta hace poco desempeñaba el cargo de Consejera de Educación del Principado y que, como es sabido, es una reconocida feminista.

En su investigación académica "Feministas en la Transición Asturiana", Suárez menciona que dicho movimiento no estaría organizado comunitariamente hasta 1976, año en el que la Asociación Feminista de Asturias se daría a conocer en sociedad, articulando por aquel entonces su propio programa y realizando su primera manifestación en la que se pedía la despenalización del adulterio, si bien este acto seguiría siendo castigado durante cerca de dos años más.

La siguiente de las reivindicaciones de las feministas asturianas que se menciona tendría que ver con el divorcio, ya que para ellas el mutuo acuerdo era más que suficiente y no les satisfacía la ley de 1981, ya que había sufrido las "asechanzas de la iglesia y del sector más conservador de la UCD" olvidando la situación tan precaria en la que quedaban muchas mujeres.

Ese mismo año, con el movimiento más o menos consolidado en la región, el Colectivo Feminista de Mieres fue presentado el 14 de noviembre de 1981 en la antigua Escuela de Facultativos de Minas, en un acto que contó con una discreta asistencia de público. Allí se expusieron los motivos fundacionales de dicho colectivo y las reivindicaciones que tenía para Mieres, como por ejemplo criticar la escasez de puestos de trabajo femeninos, con un gran predominio del sector textil frente a los otros. Una brecha de género en el mercado laboral que persiste en el municipio, ya que las mujeres paradas se cifraban en 2051 frente a los 1686 parados de sexo masculino en el año 2018.

A continuación, tuvo lugar una conferencia impartida por la feminista Paloma Uría, autora del libro "El feminismo que no llegó al poder", del cual he extraído muchas informaciones que aquí se exponen y que en aquella ocasión impartiría una charla sobre el apoyo brindado por partidos liberales y de izquierda para la consecución del derecho al voto femenino, entre otras cosas. Todo un logro sobre el que se inauguraba en ese mismo espacio una detallada exposición fotográfica que conmemoraba el cincuentenario de aquella victoria.

Una de las primeras acciones llevadas a cabo por el grupo sería en esas mismas navidades, cuando el colectivo solicitó al pleno del Ayuntamiento de Mieres que adoptase una resolución que combatiese los estereotipos sexistas manifestados en la campaña navideña televisiva de juguetes. En aquel escrito se denunciaba que los artículos destinados a los más pequeños eran excluyentes, comprándoles juguetes relacionados con el cuidado de la casa a las niñas y material bélico a los niños. Una petición que sería aprobada y gracias a la cual se realizó una campaña propagandística que intentó concienciar a la población sobre esta problemática a través de las asociaciones vecinales y de padres. Una acción muy avanzada a su tiempo, pues en nuestro país el código deontológico sobre la publicidad no sexista de juguetes no llegaría hasta las navidades de 2022.

Seguidamente, el Colectivo abordaría junto a otros grupos el aborto, participando en varias mesas redondas con su posición inamovible de que toda mujer pudiese abortar si quería y no les satisfacía la idea de que dicho derecho sólo se despenalizara para los tres supuestos que contemplaba la ley del gobierno de Felipe González. Por ello, se manifestarían días más tarde en solidaridad con el juicio que comenzaba contra "las once de Basauri", once mujeres que habían sido detenidas en dicha localidad acusadas de someterse y de realizar prácticas abortivas, aunque finalmente muchas de ellas fueron absueltas y las que no, se acogerían a los indultos de 1977 y 1979.

Pero quizás la reivindicación más recordada de este colectivo tiene que ver con nuestra empresa pública minera. Y es que en 1984, Hunosa había abierto una convocatoria de empleo a ayudante minero, sin imaginarse que alguna mujer fuera a presentarse. Alrededor de diez mujeres se inscribieron, obteniendo al menos siete de ellas puntuación suficiente una vez aplicado el baremo. Desde la empresa se confió en que las mujeres fallasen en las pruebas de aptitud física y en el reconocimiento médico, aunque finalmente dos mujeres pasaron tales pruebas y, por consiguiente, debían ser admitidas en la empresa en el puesto que habían solicitado, el de ayudante minero, cosa que finalmente no sucedió.

Son tiempos en los que impera la ley del silencio, por lo que las únicas críticas al respecto vienen de parte de la AFA y del Colectivo Feminista de Mieres, quien lanzó un duro comunicado, calificándo el hecho como "una falta de respeto hacia la mitad de la población humana", negando, además, que dos de las aspirantes fueran rechazadas por una deficiencia muscular.

En una amplia comunicación, las feministas culpaban a Hunosa de intentar excusarse en la Carta Social Europea para congelar la admisión de las mujeres en la mina, ya que ésta prohibía el trabajo de las mujeres y de los niños en el interior la mina. Un aspecto del que la propia Hunosa era conocedora cuando decidió admitir las solicitudes, resultando contradictoria con la Constitución Española y con el propio criterio del gobierno, el cual abogaba por la no discriminación en el trabajo, valiéndose de un estudio de la OIT en el que se recomendaba la supresión de todas las medidas protectoras arbitrarias aplicables a la mujer.

Al año siguiente, se abrió de nuevo el cupo para ayudante minero y entre las nuevas solicitudes había 117 de mujeres, algunas de ellas formuladas simplemente por militancia. Ante la presión popular y mediática de dicho asunto, el presidente de Hunosa de la época, el almeriense Juan Tesoro, anunció al mes siguiente que se entrevistaría más adelante con el grupo mierense, indicando que además remitiría un escrito a los sindicatos para conocer su postura ante esa cuestión, quienes según alguna investigación consultada, tampoco ejercieron ningún tipo de presión para que las mujeres fuesen llamadas a reconocimiento.

Una negativa que iba en sintonía con un grupo de amas de casa del barrio de San Salvador de Santa Cruz, quienes decidieron emprender una campaña contra la incorporación a la mina de mujeres casadas con productores de Hunosa, dirigiendo un escrito a la empresa pública en el que solicitaban, como madres de jóvenes aspirantes a un puesto de trabajo en ella, que se modificase el baremo. Ante esta situación, el Colectivo no se queda de brazos cruzados y convoca una asamblea que daría como resultado el "Grupo de Mujeres Solicitantes de Hunosa", el cual decide encadenarse entonces ante las oficinas de Hunosa en Oviedo impidiendo la entrada al personal.

Pasadas las elecciones generales de 1986, auténtico motivo al que se debía la postergación de dicha reunión, el colectivo sería recibido para mantener la ansiada conversación que traería como novedad la voluntad de la empresa a llegar tan lejos como la ley lo permitiese, siendo llamadas algunas de las aspirantes a mineras a pasar el reconocimiento médico al poco tiempo.

Paralelamente, la Magistratura del Trabajo fallaría a favor de la empresa, hecho que fue aprovechado por Hunosa para ofrecer sólo puestos en el exterior de la mina a 14 mujeres, aceptando éstas tal propuesta, escandalizando por ello a algunos delegados sindicales de la época y jóvenes desempleados, quienes les impedirían la entrada al pozo Monsacro. Argumentaban que aún existían hombres en paro y, de nuevo, que muchas de ellas estaban casadas con hombres que trabajaban. De igual manera, en el lavadero de carbón de Sovilla en Mieres fueron abucheadas por las madres de los jóvenes desempleados y algunos afiliados de un determinado sindicato al grito de "mujeres no, no y no", logrando acceder finalmente al lavadero gracias a la intervención de la Guardia Civil, solicitada por la propia empresa.

Pero no quedarían ahí las reivindicaciones, pues todavía en el año 1988, el Colectivo Feminista de Mieres y la Asociación Feminista de Asturias vuelven a manifestarse en el denominado "pozu moqueta", que no era otro que la propia sede central de la empresa en Oviedo. El motivo de la discordia ahora eran unas plazas de exterior que iban a ser ocupadas preferencialmente por hijos de mineros fallecidos, lo que de nuevo pillaría a Hunosa con el pie cambiado, pues en esta ocasión era una huérfana de minero la que presentaría su solicitud y al serle denegada, levantaría acta notarial del hecho.

Finalmente, esta lucha se extendería hasta 1992, fecha en la que el Tribunal Constitucional reconocería a Concepción Rodríguez, una de las pioneras en comenzar dicho litigio, el derecho de la mujer a laborar en el interior de una mina, amparándose en el Artículo 14 de la Constitución, que es el de no discriminación por razón de sexo. Y es que como bien rezaba un amplio folleto que el propio Colectivo Feminista de Mieres editó, podemos decir que las mujeres, hasta hace no mucho, tenían que ganar el cielo para poder bajar al infierno.

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