Éxodo de inmigrantes por las dificultades económicas, son ya un 20% menos que hace una década: "Nunca lo había pasado tan mal"

Faith, natural de Nigeria, lleva un año esperando por la renta básica universal: "Temo que no me la den por ser extranjera"

Faith, en Mieres, revisando las solicitudes de la renta básica.

Faith, en Mieres, revisando las solicitudes de la renta básica. / C. M. Basteiro

Faith ya no recuerda los recovecos de su pueblo nigeriano. Hace treinta años que una mafia la engañó para llegar a España. Fue víctima de trata de blancas, logró escapar. Ahora vive en Mieres.

"Nunca lo había pasado tan mal como ahora", afirma Faith. Y es mucho decir, si se repasa la breve biografía de unas líneas atrás. La mujer, que tiene un hijo preadolescente, lleva más de un año esperando por la Renta Básica Universal. Tiene ingresos casi cero. "Temo que no me ayuden porque soy extranjera", lamenta. Las asociaciones proinmigrantes afirman que se ha obstaculizado el acceso de los extranjeros a las ayudas. Y esta es una de las principales razones, junto a "la falta de oportunidades" de empleo, para el éxodo de población inmigrante en las Cuencas: son ya un veinte por ciento menos que hace una década.

En cifras. En el año 2012, había 4.366 vecinos de fuera de España en los valles del Nalón y el Caudal. Al cierre de 2022, había 3.336. "El acceso a las ayudas es ahora mucho más difícil para la población migrante", aseguró Benjamín Braga, de la Asociación Proinmigrantes "Intervalo". También lo demuestran los datos. La demanda de ayudas sociales en los valles mineros cayó drásticamente en el último lustro. De 10.559 peticiones a 7.771, en el último ejercicio registrado. Algunas subvenciones, que anteriormente requerían solo el padrón, exigen ahora la presentación del Número de Identificación de Extranjero (NIE).

Este no es el caso concreto de Faith. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA con el gesto muy preocupado: "Mi situación ahora mismo es límite", reconoce. Ella sí tiene el NIE, pero aún no ha conseguido la nacionalidad española. A pesar del largo camino. Logró escapar de una red de prostitución ilegal saltando por una ventana. Aquella hazaña le dejó la cicatriz de un navajazo en un muslo. Luego encontró el amor y tuvo un hijo, pero la relación terminó.

El padre respeta rigurosamente el pago que se dictaminó legalmente para la manutención del niño. Ella, va tirando. "A veces me piden que cuide a alguna persona mayor, pero son trabajos por hora. He buscado un empleo más estable, pero no encuentro nada", apunta. Tiene avisos para el pago de la luz y el gas: "No puedo permitirme que me lo corten. Un día me llamaron y les dije que qué iba a hacer... que si tenía que dejar de comer". "No tengo a nadie que me ayude", añade.

Nacionalidades

La falta de una red de apoyo es otro de los motivos por los que los inmigrantes abandonan las Cuencas. Generalmente, según las entidades sociales, se mudan a lugares en los que encontrar compatriotas o personas en su misma situación "para tener, al menos, un apoyo psicológico". En las Cuencas, actualmente, solo hay ocho personas censadas de Nigeria. Hay cuatrocientos vecinos que nacieron en África. La nacionalidades extranjeras que más se repiten son de Latinoamérica. Suponen casi la tercera parte de la ciudadanía extranjera de los valles de Nalón y Caudal. El municipio con más inmigrantes censados es Langreo, más del doble que en Mieres.

"Sí, es verdad, a veces me siento sola", confiesa Faith. Mira la abultada carpeta que tiene sobre la mesa: "Son los certificados de todos los trámites que he hecho hasta ahora para conseguir la Renta Básica Universal". Nada sirve. Por el momento, ni siquiera le han respondido. "Me dicen en Servicios Sociales que, si por lo menos tuviera una respuesta, sabría por qué a mí no se me concede esta ayuda".

Más que pide, suplica a las administraciones un poco de ayuda. "Es la primera vez que me veo en una situación tan complicada", reitera. Su sueño es salir de este bache, encontrar un buen trabajo y ahorrar algo de dinero. El objetivo: poder visitar su país de origen. Porque los recovecos del pueblo se le han olvidado. De una madre nadie se olvida: "Tengo muchas ganas de volver a abrazarla, siempre olía muy bien; como a café".

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