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George Patterson, la azarosa vida de un pionero de nuestra industria

De Inglaterra a Mieres y Nueva Zelanda, la historia del ingeniero que montó el primer alto horno de la Asturian Mining Company

Patterson, visto por Alfonso Zapico.

Patterson, visto por Alfonso Zapico. / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Como seguramente sabrán ustedes, José Ramón Patterson es el periodista más importante que ha dado nuestra región en el siglo XXI. Después de trabajar en varios medios escritos y audiovisuales dirigió RNE y TVE en Asturias y fue delegado de RTVE en el Principado. También viajó por todo el mundo cubriendo la información de Relaciones Exteriores y formó parte del Consejo de Servicios Informativos de TVE, aunque muchos lo recordarán sobre todo por haber asumido durante cinco años, hasta agosto de 2020, la corresponsalía de nuestra televisión nacional de nuevo en Bruselas.

George Patterson, la azarosa vida de un pionero de nuestra industria

George Patterson, la azarosa vida de un pionero de nuestra industria / Ernesto BURGOS

Ahora, gracias a su reciente retiro tiene tiempo para dedicarse sin prisa a lo más cercano y el pasado 17 de mayo ha podido presentar en la sede del RIDEA –institución de la que es miembro– la biografía de su ancestro George Patterson, un personaje que tuvo unas vivencias dignas de novelar y permanecía en el olvido para los historiadores a pesar de la gran labor que desempeñó como ingeniero civil en los albores de Fábrica de Mieres.

José Ramón me ha autorizado a presentarles en esta página a su ilustre ascendiente por su relación con nuestro pasado y yo voy a intentar comprimir en el espacio de que dispongo los datos que él ha recogido en su trabajo de investigación.

George Patterson nació el 14 de agosto de 1816 y fue el segundo de los seis hijos de una familia anglicana residente en la pequeña localidad inglesa de Willington. Su padre era un minero que a pesar de su escaso salario logró dar estudios a varios de ellos. George se formó en ingeniería civil y dibujo como se hacía en aquella época: trabajando en las propias empresas que desarrollaban su sistema de aprendizaje a partir de la práctica diaria complementada con charlas y debates teóricos de los que se encargaban las sociedades profesionales.

Después de reunir algo de dinero en el continente, donde los ingenieros ingleses eran muy estimados y estaban bien pagados, en enero de 1843 se acercó a conocer las posibilidades de la industria azucarera de Kingston, en Jamaica, pero a comienzos de 1844 ya estaba de nuevo en Inglaterra empleado en una sucursal bancaria de North Shields al mismo tiempo que invertía en el negocio del ferrocarril que empezaba a extenderse por todas partes.

Por fin, a mediados de 1845 George llegó a Asturias contratado por los hermanos William y Robert Graham, propietarios de una factoría situada a 12 km de la industriosa ciudad de Sheffield, con el encargo de instalar en Mieres un horno alto para la Asturian Mining Company que se había constituido unos meses antes. Aquí se encontró con que la maquinaria y el material de que disponía no era el adecuado y tuvo que aplicarse a adaptar piezas como el volante de inercia del motor, la bomba de agua fría o los soportes de las tuberías e incluso diseñó un molde para fabricar remaches, porque los que recibía desde Inglaterra no aguantaban bien la alta presión.

En mayo de 1847, el horno pudo inaugurarse, aunque debido a la mala calidad del mineral la primera colada resultó fallida lo que hizo que el responsable de la fundición John Manby fuese sustituido por Josias Lambert, quien examinó otros yacimientos hasta que después de muchas pruebas en mayo de 1848 ya se empezó a producir de forma regular hierro apto para el mercado.

George Patterson apuntó en sus diarios que durante su estancia en Mieres tuvo tiempo para la caza, anotando la falta de higiene de los alojamientos que tuvo que visitar en sus salidas. También escribió que le resultaban extraños el idioma y algunas costumbres como el hecho de que los nabos se utilizasen principalmente para alimentar a los cerdos o la costumbre de la siesta que en ocasiones duraba desde la una hasta las tres de la tarde y se hacía con la cabeza cubierta con terciopelo negro.

El 1 de julio de 1848 el ingeniero firmó directamente con Josias Lambert un contrato de un año prorrogable por el que la Asturian Mining Company se comprometía además de pagarle el salario y darle una casa a abonarle los gastos de repatriación cuando terminase la relación laboral. Más tarde el contrato se prolongó hasta finales de 1849 especificando que la vuelta a Inglaterra debía hacerse a través de Francia en lugar de ir directamente por mar.

George también tuvo en Mieres una relación amorosa. Fue con su ama de llaves, Manuela Ysasi Suárez, una viuda analfabeta y ocho años mayor que él que ya era madre de una hija de diez. A pesar de que en aquella época la edad de Manuela situaba a la mayoría de las mujeres en la menopausia, el 19 de diciembre de 1848 tuvieron un hijo llamado José Antonio, que fue bautizado en la iglesia parroquial de Seana y reconocido por George Patterson, aunque la pareja nunca llegó a unirse legalmente.

Tras el decreto de disolución y liquidación de la Asturian Mining Company el 26 de junio de 1849, George preparó el regreso a su casa en Newcastle upon Tyne. Se fue él solo dejando en Mieres a su compañera y a su hijo, pero antes con la mediación del conocido farmacéutico mierense Nicolás Fernández de la Granda entregó a Manuela el 14 de diciembre de aquel año ante notario tres mil reales de vellón en concepto de "indemnización y gratificación" cediéndole muebles, ropas y otros efectos por valor de trescientos a condición de que ni ella ni sus herederos pudiesen realizar en el futuro ninguna clase de reclamación.

Dos semanas más tarde el ingeniero abandonó Mieres por la ruta del interior como establecía su contrato, para llegar a Londres después de doce días de viaje. Había estado en Asturias más de cuatro años y su presencia resultó fundamental para la puesta en marcha de nuestro primer horno, pero ya no iba a volver nunca más porque estaba dispuesto a emprender una nueva vida muy lejos de aquí.

En Inglaterra lo preparó todo para emigrar definitivamente a New Plymouth, en la costa oeste de la isla Norte de Nueva Zelanda y construir allí un aserradero. Su decisión fue tan firme que incluso el 7 de septiembre de 1851, apenas dos meses antes de iniciar el viaje, se casó con Elizabeth Jameson llevándosela con él con la intención de formar allí su propio y definitivo hogar. El 9 de marzo de 1852 el barco que trasladaba a la pareja junto a enorme cantidad de materiales de todo tipo arribó a Auckland y desde allí los Patterson hicieron el último tramo del largo trayecto que los llevó por fin a su destino. Habían tardado seis meses desde su salida de Inglaterra.

Pero Elizabeth Jameson era demasiado frágil y no pudo adaptar su salud a New Plymouth: al año siguiente tuvo un hijo que nació muerto y en 1854 ella también falleció dos meses más tarde de haber dado a luz otra niña que sí sobrevivió. Viudo y con una hija recién nacida, George regresó en noviembre a Inglaterra, de donde retornó meses después casado con su segunda esposa, Susannah Hewitt, a quien parece que ya conocía y pudo ser el gran amor de su vida. Con ella iba a tener siete hijos, entre ellos dos parejas de gemelos.

A su vuelta, George no dejó de dedicarse a su negocio y adquirió más propiedades mientras aumentaba la tensión entre los colonos y los maoríes que se oponían a vender más tierras de la isla Norte a la Corona británica, provocando en 1860 una guerra que duró un año y en la que el ingeniero participó movilizado en la denominada Milicia Taranaki. Los enfrentamientos ocasionaron muchas víctimas y la destrucción de casas, granjas y almacenes, entre ellos los suyos.

Después, tras un periodo de tranquilidad en el que el Patterson pudo rehacer todo lo perdido, a finales de 1863 el ejército inglés inició la ocupación sistemática de las tierras controladas por los maoríes expulsándolos de sus aldeas lo que volvió a desatar la violencia.

Con este escenario de fondo, el 28 de febrero de 1864 nuestro hombre fue abatido a tiros en una emboscada de los nativos cuando cabalgaba por las afueras de New Plymouth. Según el informe médico, recibió tres heridas de bala: una con entrada por la cadera izquierda que le afectó los intestinos; otra en el pecho y la tercera atravesando un brazo hacia el pecho en dirección al corazón; después le quebraron el cráneo con un hacha de guerra y abandonaron su cadáver.

George Patterson dejó a los suyos en una posición acomodada y uno de sus hijos, James John, llegó a poseer 35 granjas y de unas 4.000 vacas convirtiéndose según sus biógrafos en uno de los ganaderos de leche más importantes del mundo. Por su parte, la rama mierense de la familia también fue fecunda: de ellos desciende José Ramón Patterson.

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