La controversia de los marqueses de Comillas

Un análisis crítico de las imprecisas acusaciones de participación en el tráfico de personas dirigidas a los conocidos empresarios que llegaron a ser dueños de hasta 35 minas en Aller, Lena y Mieres

Adrián Vega

Adrián Vega

La conexión entre Antonio López, primer Marqués de Comillas, y la comarca del Caudal se inició en 1882, apenas unos meses antes de su fallecimiento, en enero de 1883. Antonio había comenzado los trámites para adquirir un conjunto de instalaciones mineras que la sociedad cántabra "La Primitiva Montañesa" no lograba rentabilizar desde 1875.

Así, fue su hijo y segundo Marqués de Comillas, Claudio López Brú, quien asumió la responsabilidad de poner en marcha dicho emprendimiento, en julio de ese mismo año, convirtiéndose en propietario de 35 minas de carbón ubicadas en los concejos de Aller, Mieres y Lena, y de un ramal ferroviario destinado a conectarse en Ujo con la línea ferroviaria de León a Gijón.

En 1883, la explotación de los yacimientos se inició, según consta en un documento firmado por el ingeniero Félix Parent y alcanzó su máximo rendimiento con el remate de la línea férrea, logrando el 42% de la producción carbonífera de Mieres. Cuatro años después de fundarse, la empresa constituía casi el 20% de la producción total de carbón en Asturias y se alzaba como la quinta más grande a nivel nacional. Además, contaba con una fábrica de aglomerados que transformaba eficientemente la hulla de baja calidad, generando 240 toneladas diarias.

En 1892, la empresa se convirtió en la Sociedad Hullera Española y explotó diversas minas y pozos, como eran Vanguardia, Dos Amigos, Conveniencia, Melendreros-Boo, Marianas, Moreda y San José. Es ampliamente conocido el paternalismo industrial impulsado por la empresa, el cual asociado al activismo católico de Claudio López, marcó una época crucial en la historia de la industria hullera asturiana.

Como parte de su legado, se construyó el poblado minero de Bustiello entre 1890 y 1925. Este representaba una colonia obrera minera que aseguraba condiciones de vida favorables, pero bajo normas sociales y morales de inspiración cristiana aplicadas a todos los trabajadores. Más allá de ese paternalismo industrial sobradamente documentado, donde la controversia se sitúa en torno a la línea divisoria entre el cuidado legítimo del empleador por el bienestar de sus trabajadores y la intromisión injustificada en la vida personal de los empleados, surge otra polémica que persigue a los marqueses de Comillas desde hace mucho tiempo y que ha cobrado cierta actualidad en los últimos años.

Fundamentalmente, se debió a la retirada de la estatua de Antonio López, primer Marqués de Comillas, por el Ayuntamiento de Barcelona, en 2018, bajo el gobierno de Ada Colau, quien lo acusó de estar vinculado al comercio de esclavos.

Uno de los contribuyentes a esta especie de leyenda negra es Francisco Brú, cuñado de Antonio López y hermano de su esposa, Luisa Brú. En un líbelo publicado en 1884, afirmaba categóricamente lo siguiente: "¿Quiere saberse el comercio que el insigne D. Antonio López hacía? Traficaba en carne humana […] López se entendía con los capitanes negreros y. a la llegada de los buques, compraba todo el cargamento o parte de él". Indudablemente, la aseveración de Francisco Brú, un familiar cercano, ha desempeñado un papel crucial en la creación de una percepción desfavorable sobre Antonio López.

Martín Rodrigo y Alharilla, nos cuenta en su libro "Un hombre, mil negocios: La controvertida historia de Antonio López, marqués de Comillas" que López estuvo entre los sospechosos de estar involucrado en el contrabando desde octubre de 1850, momento en que el cónsul británico en Santiago de Cuba, James Forbes, denunció que la goleta española "Deseada" bajo el mando del capitán Baltasar Pujol, había desembarcado clandestinamente unos 280 esclavos en la ensenada de Juragua, cerca de Santiago.

En los interrogatorios, López negó conocer el desembarco, pero admitió haber enviado esclavos, en concreto unos setenta y nueve. y declaró también que la empresa de la que era socio se dedicaba al tráfico de este tipo de negros, enviándolos a aquellas partes de la Isla donde sacaba más provecho. En respuesta a la denuncia de contrabando de esclavos, el capitán general de la Isla ordenó la identificación y retención preventiva de los setenta y nueve esclavos enviados por Antonio López. Sin embargo, las autoridades decidieron liberarlos alegando que tenían "pasaportes en regla" y "nombres cristianos", lo que los excluía de la categoría de "bozales". Con estas declaraciones autoexculpatorias de los acusados y una revisión superficial de los pasaportes, las autoridades españolas cerraron rápidamente el caso.

Afirma también que en el periódico "El Redactor de Santiago de Cuba" del 8 de junio de 1851 se publicó, el siguiente anuncio: "Compran negros de ambos secsos en partidas y sueltos al contado; los Sres. Antonio López y Hermano, calle de la Marina número 38". Unos años antes, en 1847, López había ido ante un notario de Santiago de Cuba para hacer constar la venta a favor de "Gabriel Pons, vecino de esta ciudad, para sí y sus sucesores de un negro que me pertenece en pleno dominio nombrado Francisco, casta luango, como de 25 años a cambio de 500 pesos fuertes"

A partir de la primera operación formalizada en diciembre de 1847, la firma Valdés y López, liderada por Antonio López, tuvo una destacada participación en numerosas transacciones de compra y venta de esclavos. Aprovecharon lagunas y contradicciones en las leyes cubanas sobre esclavitud, ya que, aunque el comercio transatlántico de esclavos africanos estaba prohibido desde 1820, la esclavitud seguía siendo legal en Cuba y en 1851, la empresa alcanzó su punto máximo vendiendo 399 personas esclavizadas.

En diciembre de 1850, los hermanos López intensificaron la compra de fincas rústicas, incluyendo esclavos como parte integral de la propiedad, equiparándolos a edificaciones o maquinaria. El libro sugiere que, en algunos casos, la motivación para adquirir fincas en el oriente cubano iba más allá del valor intrínseco de las propiedades rurales, centrándose en la percepción de su dotación de esclavos.

¿Pero qué hay de su hijo, Claudio López Brú? ¿Participó también en la misma actividad? Según el experto Fernando Ballano, aunque uno no puede ser responsable de las acciones de sus antepasados, sí lo es de beneficiarse de los resultados de esos actos. En "Los negros negocios del beato Marqués de Comillas", revela que las actividades de Claudio López Brú, hijo del primer Marqués de Comillas, no fueron ejemplares. Su vida se describe como una mezcla de acciones edificantes y otras más cuestionables, pues fue propietario de empresas que estuvieron envueltas en varios conflictos.

El trabajo detalla cómo los británicos introdujeron la neoesclavitud, patrullando el Atlántico en busca de barcos negreros capturados. Los esclavos liberados, llamados libertos, eran llevados a las islas del Caribe, donde eran convertidos en aprendices sin salario. Muchos de estos libertos fueron trasladados a la isla española abandonada de Fernando Póo, ahora conocida como Bioko. Estos consiguieron grandes extensiones de tierras y fueron los primeros colonizadores, por lo que España tuvo que aceptarles cuando tomó posesión de la isla en 1841. Por aquel entonces, Claudio fundó la naviera Trasatlántica y en 1887 se le concedió a su empresa la línea Barcelona-Santa Isabel (capital de Fernando de Póo), lo que permitía que el cacao de la colonia Póo llegase a Barcelona.

Pero existía mucha escasez de mano de obra en la zona, especialmente entre los nativos, pues los bubis eran reacios a trabajar en las plantaciones y por ello se optó por utilizar mano de obra "engañada" desde Liberia, conocida como krumanes, siendo la encargada de trasladar a estos trabajadores a la isla de Fernando de Póo la compañía fundada por Claudio López Brú, en barcos subvencionados por el Gobierno. Además, este estableció alianzas con misioneros claretianos en la colonia, quienes, bajo la premisa de la salvación, persuadían a los nativos para trabajar sin remuneración e incluso afirmaban que la virgen se enfadaba y los castigaba si no cumplían con la entrega de cacao.

En el extremo opuesto se encuentra Oscar Uceda, presidente de Historiadores de Catalunya y autor del reciente libro "La singular vida de Claudio López Brú", publicado este mismo año. Respecto al padre de Claudio López Brú, Uceda sostiene que la controversia en torno a su figura no se debe a la comprobación de la venta legal de esclavos durante su estancia en Cuba, ya que aclara que esto es lo único que ha sido demostrado hasta el momento. Más bien, Uceda argumenta que la sombra sobre su reputación proviene de acusaciones infundadas de trata ilegal, una actividad a la que, según sus investigaciones, nunca se dedicó.

A pesar de reconocer que el padre de Claudio López Brú poseía esclavos y participaba en transacciones de compra y venta, enfatiza que estas acciones siempre fueron "legales" pues la adquisición de esclavos criollos contaba con documentación adecuada y eran nacidos en Cuba, buscando contextualizar las acciones del personaje en las normativas de la época. En Mieres, la destacada presencia del marquesado de Comillas, especialmente asociada a Claudio López Brú, se manifiesta a través del poblado de Bustiello y la escultura erigida en su honor por Aniceto Marinas. Y a diferencia de ciudades como Barcelona, donde se retiró la escultura, y Cádiz, que omitió al Marqués de Comillas en su callejero bajo la administración de Kichi, nuestro concejo decidió restaurar dicha obra con una intervención que superó los 17.000 euros.

Desde mi perspectiva, esta última postura adopta un enfoque ponderado y contextualizado al cuestionar la veracidad de las acusaciones de tráfico de esclavos contra Antonio López y al diferenciar la responsabilidad de su hijo en esos eventos. Aunque podríamos coincidir en que hoy en día sería poco probable que estos personajes históricos fueran considerados para nombrar calles debido a la controversia ética que rodea sus actividades, pienso que la preservación de aquellos ya existentes desempeña un papel esencial en la comprensión más completa de nuestra historia, con todas sus luces y sombras.

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