El deporte comienza a tomar cartas decisivas en la vida e interés general de los mortales. Y el fútbol, como práctica reina, invade cualquier campo, no solo a nivel masculino, adulto o joven, practicante o aficionado, sino que inicia toda una loca carrera en cualquier capa social de la mayoría de los estamentos humanos, sin discriminación de sexos, edades ni fortunas. La fiebre está servida y cada vez adquiere mayores dimensiones.

En España, uno de los templos sagrados del balompié, el asunto se sale de madre, sobre todo cuando aparece en escena uno de los clásicos entre el Real Madrid y el C. F. Barcelona. A la altura del 2015, los Cristiano, Bencemá, Bale, Modric, Sergio Ramos, Pepe o Casillas, citando solo una representación, por una parte, y los Messi, Xavi, Iniesta, Neymar, Piqué, Rakitic o Luis Suárez por otra, se han hecho un hueco de permanente atención en tertulias vinateras, sidreras, de café copa y puro en terrazas, incluso en la tranquila estancia de un hogar cualquiera. Aunque se presente extraño e incongruente, asuntos de especial relevancia e influencia en el futuro de una sociedad con la actual crisis económica, el paro y otras consecuencias, (a la corrupción hay que echarle de comer aparte), parecen quedar relegados a un segundo plano, cuando la pequeña pantalla televisiva se viste de gala para retransmitir uno de esos furibundos choques, bautizados en ocasiones como épicos y que se presentan en un escenario cuya decoración, con miles y miles de docenas de seguidores, se asemeja a los grandes acontecimientos romanos de los gladiadores entre sí o cristianos contras las fieras.

Por otra parte está el movimiento económico que se desarrolla en torno al fútbol, con fichajes astronómicos, traspasos estratosféricos, operaciones de gran calado y todo un ambiente crematístico impropio de la realidad a nivel del suelo. Y ya situados en el terreno de juego, se descubre la figura principal de un personaje, auxiliado por unos ayudantes que, solamente, en algunos momentos, asumen cierto protagonismo. El resto del tiempo y en la mayoría de los acontecimientos previstos, es él, la figura que se asemeja al personaje de la mítica película interpretada por Gary Cooper, es decir, "solo ante el peligro". Se trata de "el señor vestido de negro", aunque en la actualidad luzca otros tonos y adornos.

Desde el momento que sale al campo su figura se agranda y adquiere niveles de gran importancia para el respetable convirtiéndose en el punto de mira de millones de ojos que comienzan a dirimir su bien o mal acontecer (casi siempre el segundo efecto). Decisiones en jugadas que la tele nos pone ante nuestro poder de captación cinco o seis veces en repeticiones sucesivas con el fin de permitirnos sacar una conclusión, sin que ello sea suficiente para llegar a un consenso de los analistas, él ha de tomarlas en décimas de segundo. Pero esa cuestión tan sutil, delicada y responsable, pocos la ven y la valoran. Por algo es "el señor vestido de negro". Lo que si está claro, como conclusión es que el asunto se está saliendo de madre. ¿Qué habrían de decir de todo este panorama aquellos iniciadores del balompié en España que, prácticamente se veían obligados a llevarse el bocadillo en el bolso del pantalón, el macuto con la ropa deportiva y hasta los postes de las porterías para plantarlos en el lugar escogido donde practicar el deporte?. Y todo ello buscándose, por su cuenta, el medio de transporte oportuno, a fin de acudir, puntualmente a la cita. Como se suele decir, ¡si mi abuelo levantase la cabeza?!

Este planteamiento anterior viene a cuento porque, con jugadores de primera y segunda, que llegan a acumular auténticas fortunas, dirigentes que se eternizan en las esferas públicas del poder, con suculentos sueldos, presidentes de club que, a través del fuerte viento publicitario que promueve el fútbol, promociona sus negocios y en algunos casos sus chanchullos, tal como suele ocurrir en otras capas de la sociedad actual, aparte del sufrido espectador del que ya se dijo, en síntesis, lo que viene ocurriendo, aquí, en el fútbol, también aparece "el pariente pobre". Y son, ni más ni menos que. ¡Fíjense bien!, el árbitro y sus ayudantes. Todo un contrasentido cuando, la trayectoria triunfal o, por el contrario, el desfonde de un equipo, aparte de su bien o mal hacer, depende, en muchas ocasiones, de la actuación de este pequeño grupo de colegiados, comandados por el juez principal. Creo no apartarme mucho de la autenticidad del momento si digo que son contados, como mucho jueces de primera, los colegiados que lograr liberar su vida, de forma definitiva y holgada, a través de su trabajo como árbitros de fútbol. Alguno habrá que lo consiga con excelentes dividendos, pero creo que son los menos Y conste que se les exige, aunque en menor medida, el periódico mantenimiento de su forma física y mental, al igual que hacen los profesionales del "tiqui, taca", que les permitan seguir el juego del rondo, con una cercanía más que aceptable.

Los once locales de una tacada: estaba, este menda, como informador de prensa escrita y hablada en el estadio "Hermanos Antuña", hace cosa de más de cuarenta años, cuando, antes de iniciarse un encuentro dominguero, aparece por allí cierto colegiado mierense, Ignacio Estrada, vecino de Sueros. para más detalles, de categoría preferente, y se entabla, entre ambos, el siguiente diálogo: ¿Qué tal, amigo?. ¿Cómo te fue hoy la mañana en Pola de Lena? Psss -contestó el árbitro-, no se que decirte. Tuve que expulsar a los once locales". "Vamos, anda, no me vengas con una de las tuyas que ya sabemos como las gastas. Dime la verdad". "Lo cierto es que" -siguió el trencilla erre que erre- "aquí está el acta del partido Lenense-Figaredo que voy a enviar al Colegio y a la Federación". Confieso que el olfato periodístico se me subió al séptimo piso y cogiendo el papelillo de marras pude leer con avidez, algo así como: "En el minuto 12 de la segunda parte, tras señalar una falta a favor del visitante el portero local se dirigió a mí protestando airada y reiteradamente por lo que se mostré primero la amarilla y luego la roja expulsándolo. Un compañero suyo intentó lo mismo amenazándome con que "me iban a tirar al río cercano" y así el resto del equipo local, expulsándolos, uno a uno hasta el total del "once", en medio de un gran barullo y ya protegido por la Guardia Civil. Ante tal panorama me acerqué corriendo al punto de córner cercano a las casetas y dando el partido por finalizado, según el reglamento penetré en los vestuarios acompañado de los ayudantes. Dejo aquí constancia de los hechos para el bien proceder de los organismos responsables". Según comentario en vivo del colegiado, supo posteriormente que un grupo estuvo, buscando su coche con ciertas intenciones nada halagüeñas pero lo que no sabían era que había viajado en Vespa con un amigo. Como era alcalde pedáneo de su pueblo, la Guardia Civil tuvo conocimiento de ello y lo escoltó disimuladamente hasta más allá del límite municipal.

No hace falta decir que mi perplejidad tuvo una reacción lógica inmediata y fue cogerme al teléfono y pedir a cobro revertido conexión con mi emisora para manifestar, con la máxima energía: "Pasarme inmediatamente en directo con Madrid, que tengo la noticia bomba. Un árbitro asturiano de preferente expulsó esta mañana a los once jugadores locales del partido, algo que, creo, no ocurrió nunca en el mapa español". La petición fue cursada inmediatamente y diez minutos más tarde salía la noticia a las ondas para todo el panorama deportivo nacional. Al igual que ocurría al día siguiente en la prensa escrita.