Opinión | Desde mi atalaya turonesa

A la espera de un futuro luminoso

La organización de homenajes a turoneses ilustres, el último a Javier Álvarez Pulgar, ex Vicerrector de la Universidad

Se estaban produciendo los últimos estertores de la pandemia y eso me dio pie para llevar a la práctica una idea que tenía metida en la cabeza desde hacía tiempo. Se trataba de homenajear al valle de Turón y a sus personajes más relevantes en la medida que esto fuera posible. Como todo iba a correr a mi cuenta y riesgo, necesitaba poner una serie de condiciones con el fin de que el acto pudiera realizarse con ciertas garantías y una de ellas era que la sede debía de ser Oviedo, porque aquí es donde se encuentran la mayoría de mis familiares y amigos. Precisaba para ello reunir a una veintena de personas, aproximadamente, relacionadas con Turón lo que en otro lugar hubiera sido misión imposible. Aunque lo parezca, no resulta tarea fácil conseguir esa concurrencia si pensamos que estamos en la edad de los abuelos y eso genera compromisos familiares ineludibles, aparte de otros inconvenientes inherentes a la cantidad de años que uno lleva encima.

Estos eventos comienzo a prepararlos con antelación suficiente con el envío de los correspondientes mensajes y, como ocurrió en la última ocasión, muy pronto se producen las primeras "deserciones". Me contesta Lorenzo que no puede asistir porque está en El Escorial ocupándose de una "nietina" durante todo el mes para quitarle un poco de responsabilidad a su hija; otro me ruega que lo disculpe porque está pendiente de hacer una biopsia y lo pueden llamar del HUCA en cualquier momento. Falta un día para celebrar el evento, ya tengo el cupo de invitados al completo, cuando suena el teléfono. Es Eloy (otro de los convocados) que me comunica un hecho luctuoso: el fallecimiento de un familiar de Coaña con lo que al tener que asistir al funeral, no podrá estar presente en el homenaje. Por descontado que hay periodos del año en que no puedo realizar estos encuentros porque son fechas muy señaladas, durante las cuales la gente se ausenta del hogar para disfrutar de unas vacaciones (Semana Santa y meses de verano). Al final, siempre logro solucionar favorablemente el problema ya que juego con cierta ventaja al disponer de un amplio conjunto de potenciales invitados con los cuales el alcanzar la veintena es un objetivo logrado siempre.

En cuanto al local elegido, tuve algún problema de ruidos al principio, en 2022, al estar el comedor que hacía de salón de actos contiguo al bar pero, afortunadamente, al final, he conseguido encontrar el lugar ideal que fueron los salones de un céntrico hotel de la capital carbayona. Precisamente el último de estos homenajes, se desarrolló allí hace unas semanas y el protagonista fue Javier Álvarez Pulgar, un turonés que ejerció como vicerrector de la Universidad de Oviedo en dos momentos distintos.

La reunión suele comenzar con una información de lo que he dado en llamar "el Turón glorioso", porque pretendo que también tenga el significado de un recordatorio y consideración hacia el Valle. Continúa el acto con la lectura de una reseña biográfica del homenajeado haciendo, luego, un brindis en su honor. Se clausura el acto con un lunch en atención hacia todos los asistentes. Este último encuentro, como los anteriores, se caracterizó por ser un acto sencillo, pero entrañable y emotivo con el que quisimos recordar, una vez más, que el valle de Turón fue un territorio con un importante peso en el concierto de la economía regional durante muchos años de los siglos XIX y XX. Consecuencia de esa grandeza que esculpieron sus gentes con ideas geniales en unas ocasiones y con su sacrificio siempre, es la estela de ilustres personajes generados en aquellas latitudes desde hace décadas. Ese día, al lado del profesor emérito y honorario de la Universidad de Oviedo, tuvieron la gentileza de honrarnos con su asistencia Zoilo Martínez de Vega, periodista de prestigio internacional; José María Soto, médico; José Espiño, catedrático de Lengua y Literatura Española y director que fue del Instituto de Turón durante 26 años; Mercedes Fernández, profesora de Lengua Francesa de la Universidad; Sergio Delgado, doctor en Historia; Valentín, ingeniero técnico de Minas y Roberto González Abad, ex director de la Oficina de Correos de Turón. También estuvieron presentes algunos familiares que actuaron en esa jornada como representantes de mis padres. Me estoy refiriendo a mis primas Virtudes y María del Pilar, a Antonio Perdiz, químico, a Juan Luis Rodríguez, biólogo y profesor del Instituto de Moreda y a Roberto Rodríguez, arquitecto.

A través de internet, suelo mantener contacto con un colectivo de personas de procedencias muy dispares (Turón, Mieres del Camino, Oviedo, Gijón, Avilés, Aller, Lena, Ribadedeva, Madrid, Valencia, Zaragoza, Murcia, Málaga…) que suman algo más del medio centenar, a las que informo puntualmente sobre estos acontecimientos y otros similares. Ocurre con frecuencia que, al recibir mis noticias, obtengo respuesta de muchos como es natural. Bien sea desde Los Alcázares como es el caso de mi admirado poeta Regal o como hace Alfonso Merello desde El Tirol (Alfonso, profesor de español en Bolzano, es nieto de don Eduardo, el que fue director de Hulleras de Turón hace cien años. Gracias a los datos que me facilitó en su momento, pude publicar un pequeña biografía de su abuelo en mi libro "En busca del Turón perdido"). Siempre, una respuesta de ellos, aunque sean unas breves palabras emitidas desde la lejanía, me resultan altamente gratificantes. Como, también, hasta fecha muy reciente, me ocurría con el amigo Camporro. Con su certera visión, el veterano periodista allerano, sintonizaba conmigo al instante por medio del wasap para corresponder a la información que le enviaba. Leoncio me había hecho –de eso hace ya un montón de años– la primera crónica en LA NUEVA ESPAÑA con motivo de la publicación de mi libro sobre el Mariscal Solís y la Colegiata de Murias. Pero dentro de estos últimos mensajes recibidos, me llamaron la atención una docena de ellos que, curiosamente, incidían en el mismo tema. Es probable que derivados de observaciones mías ante la dificultad, a veces, de organizar tales encuentros. Venían a decirme algo así como lo siguiente: "Lito, buenas ganas tienes de meterte en esas complicaciones de los homenajes que no te causan más que quebraderos de cabeza. Disfruta de la vida...".

Ante estas palabras tuve que confesarles a mis queridos amigos que, cuando comienzo a poner en marcha uno de esas nuevas reuniones ya estoy disfrutando. Porque el simple hecho de resaltar a un turonés, a una turonesa o a un turonista por unas cualidades que lo adornan como persona (profesionales, humanitarias, artísticas,...), eso tiene para mí una importancia capital. Con todo, estos encuentros representan, además, una forma de permanecer en contacto con la geografía natal y con sus gentes, aún estando, físicamente, bastante distanciado de ellos en ocasiones. Puede que el hecho de llevar la tierra de origen prendida en el alma sea lo que me inclina a ello. Es posible que utilice estas reuniones para establecer un contacto espiritual con mis padres, Manolo el sastre y Mina de Fresneo, que siempre aplaudieron cualquier iniciativa mía a favor del Valle, porque amaban el Valle. Mis padres, tan profundamente turoneses ellos y que, desgraciadamente, ya no están… No sabría explicar, en suma, si es un único sentimiento o es una mezcla de varios los que me mueven a realizar este tipo de actividades. El caso es que, a través de ellas surge en mi alma, como algo inaplazable, la necesidad de seguir manteniendo viva la memoria del valle en que nací.

También me han servido estos "encuentros por Turón" para fortalecer viejas amistades y para resucitar otras que estaban olvidadas. Al respecto, puedo decir que hace unas semanas me reconoció en la calle ovetense de Muñoz Degraín un antiguo compañero de estudios del Instituto Bernaldo de Quirós. Debo de confesar que soy un pésimo fisonomista, pero al decirme su nombre (Valentín), lo reconocí al instante pues, a continuación, pronuncié sus apellidos, frescos en mi memoria a pesar de los años transcurridos sin vernos: Valentín Álvarez Gil. Efectivamente, Valentín había sido un excelente amigo en el tiempo en que coincidimos haciendo el Bachiller Superior. No dudé un instante en invitarlo al homenaje al profesor Pulgar que estaba próximo. Aquel día, hablamos de nuestros profesores en el Instituto y al evocar sus nombres, experimenté una sorprendente sensación, pues, como por arte de magia, me sentí de nuevo un joven de dieciocho años. Exactamente la edad que tenía entonces. Con Valentín y otros tres compañeros más, tengo una anécdota de mal recuerdo que nos sucedió con el implacable don Antonio Blanco, el Jefe de Estudios en aquella época. Pero eso, por su extensión, la dejo para otro día. Volviendo a los referidos "encuentros", añadir que una fuerza interior, creo, es la que me mueve, actualmente, a realizar estos actos de "turonensía".

En definitiva, quiero afirmar que, con su celebración se intenta remover conciencias a fin de que un día llegue ese futuro luminoso que deseamos para los habitantes de Turón y, así, poder arrancar al territorio de esa noche tenebrosa en que, administradores irresponsables, lo han sumido.

Suscríbete para seguir leyendo