bloc de notas

Nadie como Breslin para escribir de los sabelotodo

En "La rata buena", uno de los grandes del nuevo periodismo saca brillo de la confesión de Burton Kaplan sobre dos polis corruptos a sueldo del crimen organizado

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Nadie mejor que Jimmy Breslin para escribir sobre mafiosos. Su ojo para los detalles hizo de él una leyenda del periodismo. Veterano columnista del "Newsday" y del "New York Daily News", entre otras cabeceras neoyorquinas, supo entender desde el principio de su carrera que las buenas historias no siempre aguardan en la superficie y que en ocasiones hay que excavar para encontrarlas. Eso fue precisamente lo que hizo el protagonista de uno de sus mejores artículos, el sepulturero Clifton Pollard, el domingo 24 de noviembre de 1963 cuando recibió el encargo de remover la tierra del Cementerio Nacional de Arlington para la tumba de John F. Kennedy, el presidente de Estados Unidos asesinado dos días antes en Dallas. En 1986, Breslin obtuvo el Premio Pulitzer por sus artículos sobre ciudadanos corrientes, aunque algunos de ellos no lo fueran tanto en el sentido más genuino de la palabra.

De aspecto orondo y feliz, sabía ganarse a sus fuentes, suya era la facilidad para convencer a los sujetos de sus reportajes y a todos los que se le acercaban de que ahí tenían un amigo de toda la vida. Las calles, los bares, eran su territorio. Retrató Queens como ningún otro. Había escrito buenas crónicas de sucesos y de deportes hasta que le entraron ganas de volar el "New Yorker" y a su legión de plumíferos esnobs, y empezó a firmar columnas que contenían historias sobre marginados, menospreciados y gángsters. Probablemente no haya existido jamás un reportero que compartiera con estos tantas confidencias mientras les tuteaba por el nombre de pila. Una noche, Tony Salerno, apodado "el Gordo", subjefe de la familia Genovese, le dijo que vestía como un vagabundo y le dio la tarjeta de su sastre para que, de su parte, le cortara un traje decente y dejara de avergonzarlo cuando se veían en público. Breslin se codeaba con los verdaderos Soprano. Muchas de sus historias provienen del bar McGuire’s en Queens, donde Jimmy Burke, que De Niro interpretó en "Uno de los nuestros", la película de Scorsese, pagó su cuenta con seis millones de dólares robados a Lufthansa. Con el fin de comprobar las inverosímiles historias de Breslin, Abe Rosenthal, el editor del "New York Times", columnista más tarde del "Daily", visitó el bar y lo primero que halló fue a un hombre limpiando una automática.

CULTURA JIMMY BRESLIN

Ilustración de Pablo García. / .

Mientras Tom Wolfe exploraba la nueva clase emergente y la cultura juvenil, Breslin se encargaba del submundo criminal. Aquellos dos grandes del llamado nuevo periodismo se especializaron en extremos opuestos del espectro socioeconómico, pero ambos compartieron una habilidad extraordinaria para describir personajes y escenarios. Wolfe siempre dijo de Breslin que era irrepetible. Entre sus muchas obras publicadas, novelas y no ficción, su singularidad se pudo percibir primero con "La banda que disparaba torcido", una sátira desmitificadora de la mafia, y más tarde con "The Good Rat", que incluye algunos de los mejores perfiles mafiosos que conozco y que ahora ve la luz traducida al español. Cuando la escribió, Breslin hacía tiempo que había perdido a los sabelotodo con quienes se codeaba. John Gotti estaba muerto, y Salvatore Sammy Gravano, "el Toro", también de la familia Gambino, nunca volvería a ver el Océano Atlántico. Apenas ya nadie necesitaba a un periodista para que les contase las viejas historias de los hampones cuando en internet abundaban las páginas web dedicadas a ellos. "La rata buena" no es simplemente una apología de mafiosos desaparecidos. Cuenta la historia de Louis Eppolito y Stephen Caracappa, dos detectives de la policía de Nueva York que fueron acusados de asesinar a sueldo para los Lucchese por Burton Kaplan, traficante de drogas y amigo de esa misma familia criminal, que decidió cantar a cambio de menos tiempo en prisión.

La escritura de Breslin, como sucede en ocasiones con la mafia italoamericana llevada a la literatura y el cine, pasa alegremente del humorismo al horror, al mismo tiempo que entretiene con historias conectadas sobre diferentes identidades, policías corruptos, soplones y asesinatos. Pero a diferencia de "Los Soprano" y de otras conocidas historias de amor entre los estadounidenses y el crimen organizado, para Breslin existe el bien y el mal, con poco en medio. Pero a ese poco también sabe sacarle brillo. La música de fondo del relato son los trinos de Kaplan, mitad canario, mitad rata, ante el gran jurado: un testimonio que suena a sentencia de muerte para sus asociados y que el autor del libro describe con precisión mientras intercala anécdotas crepusculares de un mito que Estados Unidos no está dispuesto a dejar morir.

Imagen bloc

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La rata buena

Jimmy Breslin

Traducción de Jesús Ortiz 

El Desvelo, 255 páginas, 19,90 euros

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