Gijón, Mario D. BRAÑA

España no ha tenido representación del voleibol femenino en los Juegos Olímpicos antes ni después de Barcelona. Por eso Carmen Beatriz Miranda se siente una privilegiada. Supo estar en el sitio adecuado en el momento oportuno para vivir un momento histórico. Y con 17 años. Sólo fueron unos minutos en la cancha, pero se sintió en la gloria. En apenas unos meses pasó de una rutinaria concentración con la selección junior en León a recorrer todo el mundo para preparar lo mejor posible el reto deportivo español en 1992.

A diferencia de otros deportes, la Federación Española de Voleibol confió la selección femenina a un entrenador de la casa. Concretamente, al gijonés Jaime Fernández Barros, para suerte de Carmen Beatriz Miranda. «En 1991 estaba concentrada con la selección junior cuando me llamó Jaime para hacer una prueba con la absoluta en el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat. Estuve unos días entrenando hasta que descartó a una compañera y me quedé», recuerda durante una de sus visitas a Gijón, ya que actualmente vive en Madrid, donde trabaja como Policía Nacional.

Carmen reconoce que el paisanaje pudo influir en su convocatoria, aunque también ofrecía argumentos deportivos. Con 15 años, la gijonesa ya medía 1,81, lo que le ayudaba en los bloqueos, además de un buen saque. Faltando unos meses para el comienzo de los Juegos, Miranda descubrió las ventajas del deporte de élite: «En octubre de 1991 jugamos el Mundial de Japón. Estuvimos más de un mes fuera y cada cinco o seis días cambiábamos de sitio».

Los partidos de preparación y el Mundial confirmaron las mínimas posibilidades de la selección española en los Juegos. Y les abrieron los ojos sobre el secreto de las principales potencias del voleibol mundial: «Mientras que nosotras, después de entrenar, nos íbamos a comer y descansábamos, las japonesas se quedaban en el pabellón, comían algo rápido y seguían. Así tenían el nivel que tenían».

Personalmente, Carmen Beatriz Miranda también fue conociendo su papel en el equipo, ya que Fernández Barros le dio pocos minutos incluso en los amistosos. La gijonesa lo aceptaba sin rechistar ante la proximidad de los Juegos. Tras un nuevo paso por el CAR, la selección cerró su preparación durante los últimos seis meses en Altea, donde Miranda y sus compañeras disfrutaron de la comodidad de un hotel.

Las chicas del voleibol fueron de las primeras en instalarse en la villa olímpica, casi un mes antes. Poco a poco empezaron a comprobar la dimensión del acontecimiento. La residencia empezó a llenarse de deportistas anónimos y famosos, entre los que Miranda cita a Arancha Sánchez Vicario y los jugadores de baloncesto puertorriqueños Ramón Rivas y «Piculín» Ortiz. La ceremonia inaugural produjo en Carmen Beatriz Miranda el efecto esperado. «Me quedé con la boca abierta al entrar en el estadio», aunque tuvo una preocupación añadida: «Nos dieron zapatos de tacón y, como no estaba acostumbrada, el tobillo se me iba para todos los lados. Al final desfilé descalza».

La competición ya fue otra cosa. Carmen Beatriz Miranda vio desde el banquillo las derrotas de la selección ante las grandes potencias hasta que, en el último partido, Jaime Fernández Barros le dio la alternativa. Un debut con un significado especial para ella, ya que entró en lugar de Rita Oraá, la jugadora más veterana de la selección y su mejor amiga: «Éramos uña y carne. Por lo demás, sólo me acuerdo de que estaba muy nerviosa».

Tras cantar el «Amigos para siempre» en Montjuich, para Carmen Beatriz Miranda empezó una nueva etapa, que recuerda mucho menos gratificante. Jugó seis años más con la selección, que dejó voluntariamente «porque no tenía la misma ilusión». Estiró su carrera hasta 2004, siempre en el Ávila, uno de los clubes más potentes de España, salvo un paréntesis de un año en el Grupo Covadonga de mal recuerdo: «Vine porque me ofrecieron un trabajo, pero al final, nada de nada».

Con 29 años, consciente de que el voleibol no daba más de sí, empezó a preparar las oposiciones a Policía Nacional. Las aprobó y desde entonces se olvidó por completo del deporte: «Cuando estuve haciendo las prácticas en el sur de Tenerife me llamaron de un equipo del Norte, pero les dije que no quería saber nada del voleibol». Ahora trabaja en Madrid, a la espera de una oportunidad que ve lejana de regresar a Asturias. Como amante del deporte sigue cada edición de los Juegos. Entonces vuelve la vista atrás y se siente una privilegiada porque: «¿Quién puede decir que ha participado en unos Juegos Olímpicos?».

Carmen Beatriz Miranda Martínez

Nació el 6 de febrero de 1975 en Gijón.

Empezó a jugar al voleibol en el colegio Dominicas. Después pasó al Grupo Covadonga y, tras jugar con la selección asturiana, con 15 años fue convocada para la concentración permanente de la selección española junior, en León.

En 1991 debutó con la selección absoluta y participó en los Juegos Olímpicos, obteniendo el octavo puesto (diploma).

Desde 1993 a 2004 perteneció al Caja de Ávila de División de Honor, salvo una temporada que jugó en el Grupo.

En 2005 aprobó las oposiciones a Policía Nacional y actualmente trabaja en Madrid.