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Segunda División | Los equipos asturianos

La historia de Álex Menéndez: No le sacaron los colores

Siempre rojiblanco pese a crecer en Oviedo, está orgulloso de haber formado parte del Sporting de los guajes

Álex Menéndez, con su camiseta del Sporting, en el Parque San Francisco de Oviedo. Irma Collín

Alejandro Menéndez Suárez nació el 15 de julio de 1991 en el hospital de Cabueñes y vivió sus dos primeros años en la zona de Fomento, hasta que su familia se trasladó a Oviedo. Por eso, futbolísticamente, Álex creció en un entorno poco propicio para el sportinguismo que palpaba en casa. Pero nada impidió que acabara vistiendo la camiseta que más quería e incluso que sus amigos oviedistas vieran con otros ojos al eterno rival. Lleva con orgullo haber sido uno de los guajes del Sporting de Abelardo y no tiene una mala palabra hacia el entrenador ni hacia el club por una salida que en aquel momento no entendió. Ahora, tras recuperarse de una grave lesión y de una experiencia en el extranjero, espera una buena oferta para hacer lo que más le gusta.

Los recuerdos futbolísticos de la infancia de Álex Menéndez remiten a las primeras patadas al balón en su calle, la avenida del Mar, y al colegio Loyola. Después pasó por el Juventud Estadio y al Astur, “el de verdad”, aclara, con entrenadores como Mariano, Alfredo, Dani y Chus Hevia. Aunque tenía cerca el Tartiere, ya en aquella época miraba más para El Molinón, al que empezó a ir con sus padres. Pero de aquella época su recuerdo más fresco es un derbi en el Tartiere: “Había un ambiente impresionante y se me quedó grabado un gol de Villa”.

“Lo llevaba bien”, dice Álex sobre la sensación de vivir en corral ajeno: “La mayoría de mis amigos de la infancia son del Oviedo, pero cuando subimos a Primera muchos se pusieron mi camiseta”. Había más razones para que a Álex Menéndez le tirase más el rojiblanco: “Mi padre es primo carnal de Joaquín, que es el que más partidos jugó con la camiseta del Sporting. Cuando coincidíamos hablábamos de fútbol”.

Como Joaquín, Álex Menéndez pasó directamente del Astur al Sporting: “En alevines vino a buscarme Emilio de Dios, pero en aquel momento no podía compaginarlo bien con los estudios y esperé un año para fichar. También me llegó el interés del Oviedo, pero yo prefería el Sporting. Además coincidió con aquella época complicada en que el Astur pasó a ser el ACF, que fue cuando me marché”.

En toda su etapa de formación, Álex Menéndez destacaba como extremo izquierdo o mediapunta, “incluso un año en el División de Honor fui el segundo máximo goleador”. Hasta que la casualidad le llevó a la defensa: “El primer año en el filial, en un partido expulsaron al lateral izquierdo y Javier Vidales me puso ahí. No me costó mucho porque Vidales lo hacía todo muy fácil y me daba libertad”. Hasta que, en la temporada 2011-12, Preciado se fija en él.

“Debuté en un partido de Copa en Mallorca”, apunta Menéndez, sin muchos más detalles: “No creo que me pusiera muy nervioso porque no tengo muchos recuerdos. Manolo era un entrenador especial, daba mucha confianza a los jugadores”. Sí tiene más fresco lo que ocurrió en el partido de vuelta, en su primera vez en El Molinón: “Metí un golazo en propia puerta, en un despeje de cabeza. Fue una noche fastidiada porque además quedamos eliminados pero me llegaron muchos mensajes de apoyo. Al día siguiente ya estaba bien”.

Aquella temporada acabó mal para Preciado, destituido, y para el Sporting, que descendió, pero Javier Clemente también confió en Álex: “Debuté en Liga en casa, contra el Villarreal, y también jugué el último partido, en Málaga”. El descenso a Segunda no se lo puso más fácil y solo jugó nueve partidos en las dos siguientes temporadas: “No me desmoralicé porque entrenaba toda la semana con el primer equipo, aunque después jugaba con el filial. Tenía que trabajar para estar preparado el día que llegase la oportunidad”.

Con Abelardo cambió todo para él y otros chavales de la cantera. “Fue una época complicada para el club. Estuvimos cinco o seis meses sin cobrar. Podíamos haber reclamado lo que nos correspondía, pero decidimos hacer una piña y defender el escudo. Formamos un gran grupo, hubo una gran complicidad entre los jugadores de la cantera y los que vinieron de fuera”. Todo eso llevó a aquella inolvidable tarde en el Villamarín: “Había acabado nuestro partido y estábamos con la radio, pendientes del Girona-Lugo. Ascendimos tres o cuatro veces en pocos minutos”.

Así que Álex volvió a disfrutar de Primera, pero ya más consolidado. “Fue una buena temporada, alterando el lateral con el extremo. Jugué 21 partidos y marqué dos goles que nos ayudaron a ganar en La Coruña y en el campo del Espanyol. Éramos un equipo sólido, competíamos muy bien”. Por eso le extrañó que, una vez lograda la permanencia, nadie le hablara de renovación: “No fui solo yo. El equipo se deshizo y firmaron a 15 o 16 jugadores nuevos. Me marché con la conciencia tranquila, dejando en Primera al equipo que me crio futbolísticamente”.

Iba a seguir vistiendo de rojiblanco y en Primera con el Girona, pero conoció el lado más oscuro del fútbol: “Pasé el reconocimiento médico sin problema, pero en el segundo entrenamiento me rompí el cruzado. Dijeron que había llegado lesionado y tuve que pleitear”. Tras una temporada en blanco volvió la actividad en el Reus, donde volvió a sentirse como en casa: “Era un club muy familiar. Es una pena lo que pasó después”. El Córdoba y el Aris de Salónica fueron sus últimos destinos antes de que la pandemia le obligara a volver a casa. Ahora se entrena con el Covadonga mientras espera ofertas de algún club extranjero.

Y, mientras, se ilusiona con el Sporting: “Me recuerda al nuestro, con muchos chavales de la casa. Veo al equipo muy ordenado, muy serio, y Djuka está dando un nivel altísimo. Pero la Segunda está cada vez más difícil. Ojalá vivamos un play-off, pero hay que ser realistas porque va a ser muy duro”.

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