Baloncesto: Así fue la aventura danesa del técnico Mateo Santamarina
La precocidad define a Mateo González Pérez-Santamarina (Oviedo, 19 de diciembre de 1999), que a los 15 años decidió dejar el arbitraje para cumplir la ilusión de ganarse la vida como técnico de baloncesto. Con el título de entrenador superior en el bolsillo y experiencia como ayudante, asistente de scouting y responsable de equipos inferiores en el Villa de Mieres, el Basket Mar, el Siete Pulmones, el Fodeba, el Gijón Basket y la pasada campaña en el ADBA, amén de su participación cada verano con los equipos de la selección de Andorra, esta temporada se lanzó a la piscina de la aventura en el extranjero, sin haber cumplido todavía los 22 años. Su destino, el Gladsaxe danés, cerca de Copenhague.
La idea era que Mateo Santamarina, como es conocido en el mundo del baloncesto, aportara profesionalidad y método a un club esencialmente amateur y en pañales en muchos aspectos baloncestísticos. Sin embargo, la relación entre el entrenador ovetense y el club danés ha llegado a su fin apenas tres meses después de iniciarse. Precoz también para eso. “Dicen que no eres entrenador hasta que te echan”, dice Mateo, más convencido que nunca de estar en el camino correcto.
La oportunidad le surgió de la mano de Sergio Cubeiro, con el que coincidió en el ADBA, que le puso en contacto con Kostka Parlade-Domínguez, técnico español que lleva años en categorías de formación en Dinamarca. Al Gladsaxe le seducen desde hace años los entrenadores españoles, que en ese país del norte de Europa han heredado el prestigio que en el pasado tuvieron los yugoslavos.
“Comencé siendo el entrenador jefe del senior masculino y del sub-19 masculino, que en el fondo son como uno solo, y del sub-17 femenino, aunque este equipo se disolvió cuando faltaba una semana para que comenzase la liga. Entonces me dieron el sub-17 masculino”, explica el ovetense.
Mateo se lanzó entonces al desafío de darle la vuelta, como a un calcetín, a muchos de los sistemas de trabajo y de los hábitos de los jugadores, que llevaban diez años con el mismo técnico. Pero dio en hueso. “Desde un inicio los jugadores no vieron con buenos ojos que les apretase para corregir cosas que estaban mal hechas, desde mi punto de vista. Las cosas no se suelen hacer bien allí en formación y a los niños no se les enseñan situaciones de lectura de juego. Al cabo del tercer mes se dieron cuenta de que soy más ambicioso que el club, me achacaron ser demasiado serio para este equipo, con vídeo, scouting...”.
Para Mateo, en cualquier caso, la experiencia de este tiempo ha sido impagable. “El cambio de ser segundo a primero lo llevé bastante bien, pero he aprendido que este es un oficio en el que por mucho que curres dependes de los resultados y de la gente que tengas detrás. Acabé satisfecho con mi trabajo, pero soy consciente de que he cometido errores. El mayor de todos, quizás, que tenía que haber hecho las cosas de otra forma, pese a que bajé todas las marchas posibles, consciente del nivel que había”.
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