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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La opinión sobre el Suiza-España: Memoria de pez

Pasar a semifinales amarraría a Luis Enrique al sillón de su proyecto, el de revitalizar la selección después de encadenar desastre tras desastre una vez malgastada la herencia de los buenos tiempos de Luis Aragonés y Del Bosque

Luis Enrique, a la derecha, junto a Joaquín Valdés, psicólogo de la selección española de fútbol EFE

Los peces no tienen memoria. Ya saben, el animalillo puede vivir toda su vida en un acuario diminuto sin percatarse de que el mar, su mar, sí tiene puertas porque una vez que llega al otro lado se le ha olvidado de dónde venía. Luis Enrique, apoyándose en la imagen del pez que aletea en la misma agua una y otra vez desconociendo que lo hace, trata de dejar atrás lo malo ocurrido ante Croacia, que lo hubo. Lo que cuenta es el aquí y el ahora.

Y el presente es Suiza, a la que la Roja se medirá con el cartel de favorita marcado a hierro y fuego en mitad de la frente. Es lo que hay en este fútbol de apriorismos. Ahora España vuelve a ser la del triplete de oro y Suiza pasaba por allí. La memoria de pez funciona en todo y para todos e impide recordar que a España últimamente no se le dan muy bien los helvéticos. Pasar a semifinales amarraría a Luis Enrique al sillón de su proyecto, el de revitalizar la selección después de encadenar desastre tras desastre una vez malgastada la herencia de los buenos tiempos de Luis Aragonés y Del Bosque.

El presente es Suiza, a la que la Roja se medirá con el cartel de favorita marcado a hierro y fuego en mitad de la frente. Es lo que hay en este fútbol de apriorismos. Ahora España vuelve a ser la del triplete de oro y Suiza pasaba por allí

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Porque sí, porque la memoria de pez de algunos les impide recordar que lo que se pidió tras el fiasco del Mundial de Rusia fue buscar un nuevo modelo agotado el plan del tiqui-taca. Ahora, y tras solo un partido, ya se habla de tiqui-casta, un híbrido entre la Furia y la España de los mil toques. Eso hoy. Mañana será otra cosa. Ya saben, la memoria de pez. Y el padre de Monchito a casa a cambio de tres millones. Ya lo cantaba Mercury: el “chou” debe continuar.

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