Marián MARTÍNEZ

Oviedo,

Veinte años no son nada, dice el tango. Pero las últimas dos décadas en la siderurgia asturiana han concentrado el cambio de modelo de empresa, sistemas productivos y laborales que la han colocado en los primeros puestos del ránking mundial. Fue en 1988 cuando nació la acería LD-III en Avilés. Una moderna instalación que permitiría garantizar el funcionamiento de «la fabricona» durante veinte años. Era el resultado del primer proceso de reconversión, y el anuncio de los acontecimientos que estaban por llegar. Ahora, las nuevas inversiones previstas para el horno alto de Gijón conllevan la ampliación y modernización de la instalación avilesina. Supondrá garantizar la siderurgia asturiana otras dos décadas.

Ésta es la historia del periplo de la siderurgia asturiana.

l ENSIDESA. Francisco Franco decide en 1950 que la margen derecha de la ría de Avilés acoga la Empresa Nacional Siderúrgica S. A., Ensidesa. Fue un acontecimiento nacional. Miles de personas procedentes de todo el país llegaron a Avilés para trabajar en las obras de construcción. La ciudad nunca volvería a ser igual, pero tampoco sería posible imaginarla ahora sin «la fabricona». En 1957 arrancó, y fue creciendo en un sistema autárquico, pero en el que había una enorme demanda de acero para reconstruir el país. Así que al empezar la década de los 70, Ensidesa ya era la siderúrgica más importante del país.

Unos años antes, en los sesenta, tres empresas privadas, Duro Felguera, Fábrica de Mieres y la Sociedad Industrial Santa Bárbara, se fusionaron para constituir la Unión de Siderúrgicas Prinvadas S. A., Uninsa, que fue absorbida en 1973 por Ensidesa. Fue así como la empresa nacional incorporó la planta integral de Veriña (Gijón).

El incremento del consumo de acero impulsa la construcción de otras acerías en la cuenca levantina y entre 1971 y 1972 se levanta la tercera planta integral de capital español, Altos Hornos del Mediterráneo (AHM). También está la acería integral del País Vasco (AHV).

Pero a mediados de los años 70, España se ve afectada por la crisis económica y siderúrgica que afecta a todos los países industrializados. Y empiezan los problemas. Se habla ya de la necesidad de «socializar» las pérdidas y de invertir en modernización. Pero no es hasta la década de los 80 cuando se toma conciencia real de la situación.

Los Planes de Reconversión de la Siderurgia Española se aprueban en 1984, e incluye medidas sociales e inversoras. Sobre la mesa estaba ya el informe Kawasaki, que recomendaba el cierre de instalaciones. Pero ¿cuáles? La alternativa era Avilés o Sagunto. Los que participaron en aquel proceso coinciden en que fue, quizás, el momento más difícil para la siderurgia asturiana.

Fue entonces cuando el ex ministro José Luis Corcuera, entonces líder sindical de UGT, dijo aquello de «Asturias 25.000 (trabajadores), Sagunto 5.000. Se cierra Sagunto».

Mucho de los que participaron en aquel proceso coinciden en que «se hizo valer la capacidad y trayectoria de Asturias. Y todo el mundo remó en la misma dirección». Se decide salvar Avilés y la construcción de la acería LD-III, con un presupuesto de 71.000 millones de pesetas.

El tiempo apremiaba, porque en 1986 España ingresaba en la Comunidad Económica Europea, y eso suponía la adopción de medidas adicionales para reestructurar y consolidar la siderúrgia española antes de 1989. Esas medidas se tradujeron en el cierre de Alto Hornos del Mediterráneo, reducción de plantilla y de producción, además de cuantiosas inversiones públicas. En 1989, Ensidesa y AHV lograban beneficios, tras 14 años de pérdidas millonarias.

Pero la crisis de los años 90 demostró que no había sido suficiente. Empezó la segunda gran reconversión, que traería la privatización de la compañía.

l CSI. En 1992 Europa rechaza el plan de competitividad para ENSIDESA, que presidía José Manuel García Hermoso. Surge la Marcha de Hierro, en la que 250 siderúrgicos asturianos partieron a pie hasta Madrid para exigir soluciones al Gobierno de Felipe González. El 26 de octubre entraron en la capital de España, agotados, afectados por el frío y el lluvia y con los pies destrozados después de 18 días caminando. Llegaron junto a sus compañeros vascos, con los que se habían juntado en Pozuelo.

«Quizás el éxito más palpable fue que se había recuperado el prestigio y el orgullo de ser siderúrgico. El apoyo de la gente fue impresionante», recuerdan algunos de los participantes. «Fueron unos días difíciles para la cúpula de la compañía, porque no dejaba de ser una movilización. Pero incluso así, muchos, aunque no lo admitiesen públicamente, la aplaudían», relatan directivos de la empresa en aquella época.

La respuesta fue el Plan de Competitividad Conjunto Ensidesa-AHV, que Europa aprobó en diciembre de 1993. La integración de Ensidesa y AHV fue difícil. «Creó muchos recelos y desconfianza en ambas partes, porque durante décadas habían sido competidoras. Pasó algún tiempo hasta que hubo mentalidad de ser una sola empresa», rememoran antiguos directivos.

En 1994 nace oficialmente CSI Corporación Siderúrgica, un holding estructurado en tres compañías operativas: CSI Planos, CSI Largos y CSI Transformados. Se volvió a los beneficios, pero a costa del cierre definitivo de todas las actividades de AHV, la reorientación de las factorías de Avilés y Gijón y la pérdida de 10.347 empleos. Los 24.489 siderúrgicos de 1991 quedaron en 14.142 en 1998.

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