Pontevedra, N. DAVILA

Aunque ha tenido que vencer poco a poco su timidez, a lo que no está dispuesta a renunciar es a guardar con celo su vida privada. Elvira Fernández Balboa lleva ligada a Mariano Rajoy casi dos décadas, cuatro años como novios y quince como matrimonio. En este tiempo ha ido amoldándose al papel, cada vez más relevante, de su esposo y todo apunta a que en pocas semanas tendrá que preparar la mudanza a la Moncloa desde su chalé en Aravaca (Madrid), un hogar que Rajoy preferiría compatibilizar con su previsible cargo de presidente del Gobierno, algo muy poco probable por razones de seguridad.

Viri, como se la conoce familiarmente, conserva sus amistades «de toda la vida», muchas de ellas fraguadas en la época universitaria en Santiago, y acude en cuanto dispone de tiempo libre a Pontevedra, sobre todo para visitar a su madre, quien, por otra parte, también viaja con cierta frecuencia a Madrid para estar con sus nietos.

Elvira nació el 27 de abril de 1965, es la mayor de tres hermanos (Ana y Manuel) y siempre ha estado muy unida a su madre, Elvira Balboa (su padre, Manuel Fernández, falleció en 2002). Aunque procede de una familia acomodada, de empresarios, la joven Viri recibió casi toda su formación en centros públicos, como el colegio de la ciudad infantil Príncipe Felipe o el instituto Valle Inclán, ambos en la capital pontevedresa. Entre 1983 y 1988 estudió en la Facultad de Económicas de Santiago y tras licenciarse comenzó a trabajar en una constructora de Lérez. Era responsable administrativa.

El día de los Santos Inocentes de 1996, la capilla de las Conchas de la isla de A Toxa se convirtió en el escenario del acontecimiento social del año en Galicia. Ese día se celebraba el enlace de Mariano Rajoy –que entonces contaba con 41 años– con Elvira Fernández Balboa, diez años más joven. El seguimiento mediático y social de aquella ceremonia, con la presencia de casi todo el Gobierno central –faltó José María Aznar, de viaje en Guatemala– y el Ejecutivo gallego en pleno, provocó más de un quebradero de cabeza para ambas familias y, en especial, para los protagonistas del enlace.

La ceremonia nupcial en la isla de A Toxa reunió a casi todo el Consejo de Ministros, pese al frío que reinaba en la tarde-noche de aquel 28 de diciembre de 1996. Entre los invitados especiales, Ana Botella, entonces inquilina del palacio de la Moncloa. Rajoy había llegado al Gobierno unos meses antes, con la primera victoria electoral del PP, y ejercía la primera cartera de su carrera ministerial: Administraciones Públicas.

Rajoy confesaría, meses después y echando mano de la sorna gallega, que aquella celebración fue «el problema más importante que he tenido como ministro». Se refería, claro está, no a la boda, sino a la absoluta falta de intimidad. La frase de Rajoy ejemplifica a la perfección su permanente deseo, imposible de cumplir, de celebrar los acontecimientos privados de otra manera, más íntima. En familia. Con su gente.

Y por un mal trago parecido debió de pasar entonces la novia, de quien se dice que es tímida –cada vez menos–, si bien en el trato personal es «habladora y viva», como retratan algunas de sus amigas más cercanas. Aunque deseosa de pasar inadvertida y de guardar con celo su vida privada, sus apariciones públicas junto a su marido han aumentado de forma paulatina. El punto de inflexión se produciría en 2008, tras la segunda derrota electoral de su marido, cuando salió al balcón de la sede central del PP en Madrid y lo abrazó ante miles de militantes. Y es que, pese a su actitud reservada, es una mujer con un carácter fuerte y mucho sentido común.

Viri (diminutivo que la distingue de su madre) y Mariano se conocieron en 1992 en un bar de copas de Pontevedra. El responsable de la conexión fue Luis Rajoy, hermano del dirigente popular, notario en Vigo y que era vicepresidente del Club Náutico de Sanxenxo, localidad turística donde veranean desde 1971 los Rajoy y origen también de la familia Fernández Balboa, que luego se asentaría en un piso de la capital pontevedresa.

Luis, tan vinculado, o más, a Sanxenxo como Mariano, conocía a la familia de Viri, propietaria de la empresa Saneamientos Balboa. Elisardo Balboa Dovalo, tío de la mujer del líder del PP, fue además alcalde de ese municipio, por el partido conservador, entre 1989 y 1991. Tras aquella presentación asomó el perfil aparentemente serio del político, pero después emergió el humor del que hace gala en su vida familiar y de amistades.

Ya con más de dos años de noviazgo y con Rajoy cada vez más tiempo en Madrid (entonces era vicesecretario general del PP nacional y solo se veían los fines de semana), Viri quiso trasladarse a la capital de España y lo hizo gracias a otro de los amigos del político, José Manuel Lorenzo, que entonces era director general de Antena 3. Como responsable de la cadena, Lorenzo ofreció a la novia un contrato en prácticas en el departamento económico-financiero de la cadena. Viri se mudó a un piso madrileño que compartió con dos amigas. Con el tiempo, trabajó en otras compañías y ahora lo hace en Telefónica Contenidos. Su marido comentó en cierta ocasión que su esposa era una empleada más, que no tenía un despacho propio ni privilegios, sino que compartía con otros compañeros una mesa alargada con conexiones a ordenadores portátiles y que cada uno se sentaba en el puesto libre.

Con el tiempo, y tras una relación tan discreta que solo un puñado de íntimos (entre ellos la actual presidenta del Parlamento gallego, Pilar Rojo Noguera, y su marido, el arquitecto Alfredo Díaz Grande) tenía información de ella, se fijaría la fecha de la boda que sorprendió a tantos. Corría diciembre de 1996. Y es que la petición de mano se formuló en el puente de la Constitución de ese mismo año. O sea, que en menos de un mes se organizó el enlace.

Desde ese día, Viri se prodigó más en público, en contra de su costumbre, pero de forma muy gradual. Su primera aparición tras conocerse el destino de Rajoy fue en una convención popular en el Monte do Gozo. Aquel día algunos dirigentes presentes la apartaban a un lado, ignorantes de quién era, para hacerse un hueco en posiciones delanteras. Desde entonces, ha sido habitual verla en los mítines de su marido, a su lado o en segundo plano, su territorio preferido.

Quince años después, Mariano y Viri forman una pareja normal, como diría el propio Rajoy. Eso sí, enriquecida por la presencia de dos hijos: Mariano, nacido en 1999, y Juan, en 2005.