R. GARCÍA

Florentino Comerón, conocido hostelero gijonés, estuvo «muchos años» al frente de El Lavaderu, una sidrería que traspasó en enero del pasado año pero que aún se asienta en un local de su propiedad. Nunca imaginó «que pudiera ocurrir algo tan grave como lo que ha pasado». Comerón fue quien contrató hace casi una década a Andrés A. F. F., el ayudante de cocina en prisión acusado de envenenar a 14 de sus compañeros. «Era una personal normal, tenía problemas con la bebida, pero era encantador con todo el mundo. Tenía que tener una psicopatía o algo raro, porque no se entiende lo que ha hecho», relataba ayer Comerón, que también se vio afectado de intoxicación, por lo que se vio obligado a ingresar en Cabueñes.

A pesar de que los compañeros aseguran que las rencillas entre el acusado y sus colegas de trabajo eran «algo habitual», los que fueran sus jefes mantienen que no había «tensiones especiales». «Era una persona encantadora. Todo el mundo le quería en el barrio. Además, le conocían mucho en Cimadevilla. Tenemos muchos clientes y él llevaba mucho tiempo trabajando aquí», concluía Florentino Comerón.

Este hostelero se desligó de El Lavaderu en enero del pasado año, dejando entonces el negocio en manos de su actual gerente, Juan Luis Alfonso Alonso, el responsable de la denuncia que ha acabado con el encarcelamiento del ayudante de cocina. «Empezamos a notar algo raro ya en septiembre. Las bajas de los trabajadores eran extrañas. Todos teníamos los mismos síntomas y lo fuimos hablando entre nosotros», relata el hostelero. Un cliente llegó incluso a indicarles que buscaran los síntomas en internet «porque él había visto algo similar». Al mismo tiempo, Juan Luis Alfonso se dio cuenta de que los únicos que no enfermaban eran el acusado y su pareja sentimental. «Decidí que tenía que ir a la Comisaría y denuncié en octubre, pero a él no le podía despedir para que no sospechara nada y dejar trabajar a los policías», argumenta el empresario. Cuando la investigación ya estaba avanzada, pudo por fin dar el paso de prescindir del ayudante de cocina.

«Tenía actitudes muy raras siempre. Le molestaba que la gente bebiese», cuenta Alfonso, haciendo hincapié en que «todas las noches después de trabajar, Andrés se pedía una cerveza o dos apoyado en la barra y miraba a sus compañeros. Cuando veía que se ponían rojos se reía, supongo que al ver que el medicamento estaba haciendo efecto, y decía que sus colegas bebían demasiado». El hostelero asegura que lo peor fue «que estábamos obligados a tenerlo aquí trabajando, pero lo vigilamos muy de cerca». Tanto, que uno de sus compañeros se percató de que Andrés A. F. F. «echaba unas gotas a la comida del personal».

El hostelero matiza, no obstante, que «ningún cliente se vio nunca afectado por lo sucedido», ya que a la cocina de su establecimiento sólo tiene acceso el personal. Alfonso espera que lo sucedido, que ha corrido por Gijón como reguero de pólvora, no dañe «la buena imagen del negocio». La Asociación Hostelera de Cimavilla hizo ayer público un comunicado en el que mostraba su apoyo a «la gran familia de la sidrería El Lavaderu en tan difícil momento». Juan Luis Alfonso tiene previsto abrir las puertas hoy de su negocio «con total normalidad» después de que en el día de ayer el establecimiento permaneciera cerrado, como cada miércoles, por descanso del personal. Aunque nunca antes un miércoles había merodeado por el local, como ayer, tal número de curiosos.