Tomás Zarracina Rodríguez fue el gran patriarca republicano gijonés hasta su fallecimiento, en 1898, un año después de la fundación del diario «El Noroeste», el 11 de febrero de 1897 (con redacción, administración e imprenta en el número 1, bajo, de la calle de Covadonga), naturalmente de tendencia republicana, puesto que el señor Zarracina figuró entre sus fundadores.

Pero no llega a esta crónica el apellido Zarracina por cuestiones políticas, sino por dar nombre actualmente a una zona de la villa que desde mediados del siglo XIX y hasta casi las postrimerías del XX fue, en muy escaso territorio, un emporio de empresas que durante décadas dieron trabajo a cientos de familias. Una de ellas la fábrica de sidra champanizada que aún lleva el apellido Zarracina.

En una ciudad en permanente crecimiento urbano, como es el caso de Gijón, algunos viejos topónimos han desaparecido de la memoria popular hace muchos años, como es el caso del Balagón, la zona que comprendía, aproximadamente, entre el ensanche del Arenal, por el Norte, y el bulevar de San José (la actual avenida de Pablo Iglesias) por el Sur, mientras que por el Este tenía su límite en el bulevar de la Cruz (ahora la calle de Ramón y Cajal) y por el Oeste la calle de Cabrales.

A finales del siglo XIX la carretera de la Costa o de Villaviciosa marcaba los confines de la trama urbana en aquella parte de la villa, dejando hacia el Sur las pendientes vegetales de Ceares y El Coto de San Nicolás. En una parte de los terrenos del Balagón, concretamente entre las calles del Tejedor (ahora del Doctor Bellmunt) y de San Luis, comenzaron a asentarse varias empresas de distintos sectores productivos, una de ellas la heredera del llagar de sidra La Asturiana, que Zarracina había fundado en Somió a mediados de aquel siglo.

En las páginas del libro «La ciudad de vapor. Historia de la industria y el comercio», editado en el año 2000 y escrito por Paz García Quirós y José María Flores, se relata que La Asturiana fue la empresa pionera en gasificar la sidra, creando la sidra-champán, y «a partir de 1863 localiza la factoría contigua a la carretera de Villaviciosa», en unas instalaciones creadas en principio «para la fabricación de chocolates y harinas».

Diecisiete años después del fallecimiento de Tomás Zarracina sus descendientes vendieron la razón social Viuda e Hijos de Tomás Zarracina a Amadeo Álvarez-Buylla, conde del Real Agrado (que da nombre a la calle que comienza en la avenida de la Costa y termina en la de Acebal y Rato) y que enriquecido en Cuba, en 1915 constituyó la sociedad anónima Industrial Zarracina. Con instalaciones actualmente en Porceyo, puede considerarse, teniendo en cuenta sus antecedentes, la empresa más antigua de las que existen en Gijón.

Precisamente en las páginas especiales de publicidad de «El Noroeste» del 15 de agosto de 1930 encontramos dos dedicadas a «La renombrada sidra champagne de Industrial Zarracina y la modernización de su gran fábrica», en las que se recordaba que «fue en Gijón donde se creó la primera fábrica de sidra champagne de Asturias, una fábrica a base exclusivamente del zumo de la manzana, de modo que pudiera resistir y conservarse inalterable en todos los climas. El precursor fue don Tomás Zarracina, con su primitiva fábrica de Somió».

En el publirreportaje de «El Noroeste» se insistía en la modernización de las instalaciones de Industrial Zarracina emprendida por la propiedad para que «la fábrica, en terrenos del antiguo barrio del Balagón, dispusiera con la amplitud debida, de todos los departamentos que la industria modernizada reclamaba».

La modernización del proceso productivo planteó a la propiedad el dilema de prescindir de una parte de la plantilla, aunque, seguimos leyendo en «El Noroeste», «ninguno saldrá de la fábrica. Allí continuarán todos trabajando menos, pero percibiendo sus salarios de siempre. Únicamente vacando las plazas, se irá a su amortización».

En 1964, Industrial Zarracina fue adquirida por la empresa villaviciosina Valle, Ballina y Fernández, que en 1991, tras un acuerdo a tres bandas, incluyendo al Ayuntamiento de Gijón, cedió sus instalaciones del Balagón a cambio de terrenos municipales en Porceyo donde asentar su nueva fábrica y su construcción a cargo de la empresa que levantó dos bloques de viviendas en parte de los 8.000 metros cuadrados que ocupaba la industria. Otra parte de los terrenos es, desde 1998, el parque de Zarracina.

En la actualidad, la champanera produce anualmente en Porceyo unas 200.000 cajas, explicó el gerente de la empresa, José Rodríguez Somonte, que se venden en el mercado nacional (especialmente en Tenerife) y en sus tradicionales de Puerto Rico, República Dominicana, México, Venezuela y Cuba, país al que en los años cincuenta Industrial Zarracina despachaba anualmente 150.000 cajas de sidra achampanada y donde se hizo muy popular un combinado de brandy y sidra gasificada con el nombre de «España en llamas».

Pero la historia del antiguo barrio industrial del Balagón quedaría incompleta sin citar otras empresas que fueron señeras en Gijón, como es el caso de la panadería Zarracina, que compartía manzana con Industrial Zarracina entre las calles de San Luis, del Conde del Real Agrado y de Acebal y Rato. En sus hornos se quemó el primer cargamento de carbón que comercializó Mina La Camocha, el 30 de septiembre de 1935.

También la Fundición de Acebal y Rato, que estaba situada en la calle del mismo nombre, entre las del Doctor Bellmunt y de San Luis, y en esta última los talleres de Cofan, dedicados a la fabricación de maquinaria y utensilios para la agricultura.

En la parte de la calle del Príncipe más próxima a la de Cabrales, frente al campo de fútbol del equipo Visnú, que lindaba con el convento de las Siervas de Jesús, se encontraba, cuenta Juan Martín Merino, «Juanele», natural del Balagón, la carpintería del padre de los futbolistas Ramón Herrera, «El Sabio», y Eduardo Herrera, «Herrerita», donde estaban especializados en hacer escaleras de caracol y puertas giratorias.