“La huella que dejó nuestro padre es mucho más grande de lo que pensábamos”. Bernardo López, uno de los hijos de Víctor López, fundador de Casa Víctor en Somió, se quedó ayer sorprendido por las muestras de cariño hacia la persona que fundó un lugar hostelero emblemático. Fallecido el pasado domingo por una dolencia cardiaca, Víctor López Mendoza fue despedido en el tanatorio de Cabueñes, con la celebración de palabra, ante familiares y amigos. “Muchos nos han llamado. Dedicidimos despedirle aquí de forma más íntima para evitar que hubiese mucha gente a la iglesia por la situación actual, sino seguro que estarían muchos compañeros del sector”, explica su hijo, que lleva ahora el negocio familiar junto a su madre, Isabel, y sus hermanos Ismael y Viti.

Durante todo el día, hosteleros y llagareros trasladaron sus condolencias a la familia. “Todos nos han dicho que mantenía esa esencia del chigre de antes, y nos han resaltado su trabajo incansable y su gran educación”, recalcó López. Las muestras de duelo llegaron desde primera hora del día. Más allá de la huella que dejó en Somió, entre sus vecinos, también Víctor López caló entre todos los hosteleros y los aficionados al mus, con otros bares que acogían los campeonatos de los que también formaba parte “Casa Víctor”. “Su carisma caló en la hostelería”, destacan sus hijos.

También trasladó su duelo el ámbito deportivo. El Grupo Covadonga, entidad de la que Víctor López era socio desde hace 45 años, le envió una corona, al igual que el Sporting. “Sabíamos que era querido, pero nos han sorprendido las muestras de cariño”, relató Viti López, otro de sus hijos.

Víctor López Mendoza fundó junto a su mujer Casa Víctor en Somió en 1966. Un local que se ganó su buena fama por su terraza y su cocina, destacando las tortillas y los calamares. Aunque ya se había jubilado, seguía muy de pendiente del negocio. Natural de la localidad vasca de Rentería, residió en Gijón en la parroquia de Somió desde su llegada hace más de medio siglo. En ese lugar, colaboró con los vecinos para organizar las fiestas y cualquier tarea. “Siempre se le veía con una sonrisa y un tono agradable, y dispuesto a ayudar con lo que se necesitase”, coincidía en señalar los que le conocieron.