La figura de la semana | Andrés de la Fuente Fernández Abogado, recibe la insignia de oro del Colegio de la Abogacía por sus cincuenta años de ejercicio profesional

Andrés de la Fuente, un guerrero de la palabra con toga

El letrado, aún activo en su despacho y defensor a ultranza de la libertad, colecciona libros, le apasionan las antigüedades y disfruta de sus nietos

Andrés de la Fuente.

Andrés de la Fuente. / Mortiner

Andrés de la Fuente Fernández ya cuenta los días hasta que llegue el 7 de septiembre. Una fecha que jamás olvidará porque el Colegio de la Abogacía de Gijón le entregará la insignia de oro para honrar su "intachable conducta en el ejercicio profesional". Son 50 años en el seno colegial, donde formó parte en los años ochenta de su junta de gobierno. Se dice pronto. Será el reconocimiento a una trayectoria que destaca por el respeto que el letrado ha dedicado a todos sus clientes, independientemente del caso al que se enfrentara.

Nacido el 3 de abril de 1942 en Murcia, hijo de Andrés y Josefina, el pequeño Andrés de la Fuente se trasladó con su familia a Infiesto. Allí dio sus primeros pasos como estudiante. A medida que crecía, daba cuenta de sus aficiones, como el arte y el dibujo. Ambicionaba ser pintor y periodista. Sin embargo, los derroteros de la vida le llevaron por otro camino. En Oviedo comenzó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios, pero las negativas experiencias con el profesorado le hicieron cambiar de idea. Se matriculó en Derecho, una decisión que marcaría su futuro.

Fue en el patio de la Universidad donde conoció a la gijonesa Carmen Gómez Ojea, que cursaba Filosofía y Letras y que, a la postre, se convertiría en una escritora de renombre. En 1966, la pareja se casó en la Abadía de Cenero. Andrés de la Fuente vivió el último curso académico en la llamada Universidad de Cimadevilla. Compaginaba la carrera con ofrecer clases particulares. Rápidamente quedó prendado del paisaje urbano y marino de la ciudad, así como de sus gentes. La profesión de abogado le venía como anillo al dedo por su férrea defensa de los derechos y sus ganas de ayudar a los demás.

Reside solo en la calle Adosinda, aunque antes también vivió en otras zonas del centro gijonés junto a su mujer. El fallecimiento de Gómez Ojea el pasado año supuso un duro golpe para él, un hombre muy familiar que se vuelca con sus seres queridos. El letrado se incorporó al Colegio de la Abogacía de Gijón en 1972 y empezó a ejercer en 1973. El despacho de Francisco Rimada Vigil fue su primer destino, donde inició su aventura hasta labrarse una trayectoria admirada por sus colegas de la toga. Incluso, trabajó por un día como secretario del Alcalde Luis Cueto-Felgueroso.

Como firme defensor de la libertad y la creatividad y por su espíritu anarquista, Andrés de la Fuente no era bien visto por el régimen franquista, que le tenía "fichado". El abogado tocó varios palos en los albores de su recorrido, como el derecho administrativo o el penal, pero lo que más le atraía era el Derecho del Trabajo y Seguridad Social. La defensa de los sindicatos, con los que tuvo una gran afección, le entusiasmaba. En la década de los noventa creó su propio despacho, "Letrados De la Fuente", situado actualmente en la calle Álvarez Garaya.

Andrés de la Fuente.

Andrés de la Fuente. / Mortiner

Padre de seis hijos y abuelo de seis nietos, tiene dos hermanos, José Antonio y María del Pilar, siendo el mayor de ellos. Como padre, siempre se ha caracterizado por saber separar la faceta personal de la laboral. Por muchos juicios y conflictos que viviese en su trabajo, en casa cambiaba el chip. Jugaba con sus hijos, les contaba cuentos e historias, les cantaba canciones... Las dificultades de la abogacía no pasaban por la puerta. Eran frecuentes las escapadas a la playa de Antromero con sus hijos y la cita de los viernes en el cine era imperdible. Andrés de la Fuente es de los que lo ha visto todo como letrado, adaptándose al boom de los juzgados y al avance de las tecnologías en la profesión.

Coleccionista de libros y apasionado de las antigüedades, la historia, la arqueología, los museos y la investigación, también fue presidente de "Gesto Teatro de Cámara". De talante flexible, educó a sus hijos en la libertad y en el respeto. Y en el deporte, pues les llevaba a judo. Él, baloncestista y buceador de joven, fue cinturón negro de kárate. Su inseparable perilla es una de sus marcas personales, así como su sentido del humor. Como le decía a su nieto Kel, ser abogado es ser un "guerrero de la palabra". Hasta le llevó a un juicio para que el pequeño comprobara de primera mano en qué consistía el trabajo de su abuelo. Si Kel se llama así, es gracias a Andrés de la Fuente, que planteó un recurso porque en el registro civil se denegó, en un principio, el nombre de Kel. Una resolución judicial le dio la razón.

En la rutina de Andrés de la Fuente figuran las videollamadas con sus nietos Lua, de 10 años, y Cosme, de 7, que viven en Brasil. Bajo ningún concepto quiere perderse su crecimiento. Fiel a la lectura de la prensa en papel por las mañanas, su ciudad favorita es París y le encantan el incienso y los merengues de la confitería La Playa. Sigue activo en su despacho, donde reina un ambiente familiar y distendido con la presencia de sus hijos Juan, Celia y Laura, que colaboran, cada uno en su ámbito, para preservar la pasión de su padre por el derecho. De trato afable y exento de actuaciones deontológicas reprobables, el letrado Andrés de la Fuente recibirá en apenas unos días una icónica recompensa por su prestigiosa carrera. Un legado en la abogacía que su familia se esmera en enriquecer.

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