La caza y captura de parte de los cuantiosos fondos de la Unión Europea para la recuperación de los estragos económicos del coronavirus será una de las principales tareas de cualquier gobernante que se precie durante el año que acaba de empezar. Esas ayudas, el mayor paquete destinado jamás por Bruselas para una reactivación, deberán ir encaminadas a proyectos en favor de un nuevo modelo económico y social, basados sobremanera en las nuevas tecnologías, o que velen por la conservación del medio ambiente. Es decir, se premiarán las ideas que faciliten una convivencia más sostenible y equilibrada. Y serán relegadas aquellas que se limiten a promover grandes inversiones finalistas sin capacidad para generar un valor añadido. En este contexto, el Ayuntamiento de Gijón se ha puesto manos a la obra para concluir cuanto antes propuestas que opten a recibir dineros comunitarios, con dos que están ya sobre la mesa, ambas adelantadas por LA NUEVA ESPAÑA: la recuperación del río Piles y regeneración del poblado de Roces. Este paso al frente del Consistorio contrasta con la falta de indicaciones por parte del Principado, que aún no ha dado a conocer unas directrices de coordinación para optar a los miles de euros, al contrario que otros ejecutivos autonómicos.

El Next Generation UE, como se conoce a este plan, está dotado por la abrumadora cifra de 750.000 millones de euros. De ellos, 140.000 millones llegarán a España (72.700 serán para ayudas directas). Cada Estado miembro ha desarrollado en las últimas semanas unos requisitos para el reparto, dentro de unos estándares comunes. Y, en el caso de nuestro país, como no podía ser de otra forma, en la distribución tendrá un peso significativo el componente autonómico, aunque el Gobierno central se ha reservado un gran poder de control que ha levantado numerosas críticas tanto en el sector público como en el privado, generando además confusión en algunos posibles beneficiarios por las lagunas del sistema. Aun así, regiones como Cantabria, el País Vasco y Galicia se han apresurado a desarrollar pautas en sus territorios, propiciando que hayan florecido ya muchas propuestas.

No ocurre lo mismo en Asturias, donde la pasividad del Principado ha sumido en el desconcierto a la Administración municipal y a los colectivos y empresas aspirantes a los fondos, que en algunos casos han decidido tirar por la calle de en medio y no esperar por ningún consejo del Ejecutivo de Adrián Barbón. Es el caso de Gijón. A priori, las dos ideas lanzadas por el Ayuntamiento cumplen con todos los requisitos para llevarse premio. La renaturalización del río Piles, tan necesaria como retrasada, implica devolver a la vida a un cauce fundamental para la ciudad por su estratégica ubicación y por su capacidad para condicionar la salud medioambiental de la playa de San Lorenzo. Y la reforma integral de Roces no solo permitirá mejorar urbanísticamente un barrio degradado, sino que contribuirá a la mejora del bienestar de sus habitantes.

Seguramente, el Consistorio y varias entidades locales desarrollen más propuestas en las próximas semanas. Un impulso creativo que hay que celebrar porque todo será poco para evitar que la ciudad pierda el tren de las ayudas europeas, el único capaz de conducir a la recuperación tras la asfixiante pandemia que sacude desde hace diez meses el día y a día. Y que aún está lejos de amainar.