Opinión | Palabras con silencios

La Semana Santa, ¿teatro o piedad popular?

Una vista aérea de España en los días de la próxima semana nos daría la imagen de una inmensa procesión multicolor que recorre todas las ciudades y pueblos que deambula al son de tambores o música típica de bandas. En estos tiempos de secularización creciente no deja de ser un fenómeno extraño y llamativo. No decrece, va en aumento y se está gestando el relevo generacional entusiasta que recrece y rejuvenece las históricas y seculares cofradías y hermandades. No hay censo oficial. El cálculo aproximado es de dos, tres millones de cofrades en más 15.000 cofradías repartidas de sur a norte, de oeste a este por toda la geografía.  

Los críticos y escépticos, siempre fáciles a opiniones superficiales, las acusan de teatro. Por poca cultura, algo de teatro y escenificación son las procesiones. En su comienzo tuvieron mucho de auto-sacramental, que no deja de ser una forma de teatro o drama para representar escenas bíblicas, que utilizaron nuestros mejores escritores del siglo de oro. Y para representar algo hay que vivirlo, sentirlo, empatizarlo, hacerlo propio. Eso es lo que ha hecho e intenta hoy expresar el alma de muchos españoles y explica su entusiasmo y crecimiento. No se viste el hábito, se ofrece de costalero, se participa en cultos y reuniones, se acompaña horas a uno de los pasos…por nada. Los motivos estarán entremezclados y hasta difusos: emoción, fe, sentimiento, tradición, compromiso, promesa, piedad, fervor, amor, cultivo de valores religiosos… Es el alma sencilla del pueblo que ha visto en la historia de Jesús, muerto por odio en la cruz, la fuente del amor, de la vida nueva, de la esperanza y por eso se identifica con él. Esta historia es única, es divina, ilumina la existencia de la persona, sigue viva. No hay otra que la iguale. De ahí que, en el acervo religioso, se califique a las procesiones como manifestaciones de piedad popular. Y lo más genial es que la partitura no cambia, siempre ha sido la misma, la original, representar con imágenes o con personas del pueblo (en las vivientes) lo que nos transmiten los evangelios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, Jesús de Nazaret. Con toda fidelidad, con rigor, con los mismos personajes, en los mismos sucesos. Solo el arte, la belleza, el realismo es lo que puede variar. Lo mismo en la talla, que en la escena, que en el cine. Ha sido por siglos el drama más contado y escenificado. De tal manera que le imágenes del XVI-XVII de Gregorio Fernández, Juan de Juni… siguen despertando la admiración, devoción y emotividad de siempre. Cuentan que después de tallar Gregorio Fernández la imagen famosísima de «El Señor atado a la columna», éste le dijo: «Dónde me miraste que tan bien me retrataste». El artista le contestó: «Señor, en mi corazón». De ahí, del corazón brota la piedad popular.

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