Opinión

Ignacio Alvargonzález

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El lento y solemne caminar del Cristo de la Misericordia por nuestras calles

Llega otro Jueves Santo, y volverá a las calles de nuestra villa la serena e imponente imagen del Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires.

Se cumplen ochenta y un años de su primera salida desde la Colegiata, aquel 22 de abril de 1943. A la Colegiata regresó aunque de forma figurada, con su estandarte y una reproducción fidedigna del rostro de la imagen, hace tan sólo unas semanas durante la exposición organizada este año por la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades Penitenciales de Gijón.

Lento y solemne será su caminar por nuestras calles, entre nubes de incienso, mecido a hombros de los sacrificados anderos de la Hermandad, y la siempre impactante escolta de la escuadra de gastadores del Regimiento Príncipe, que responde a los honores de Capitán General otorgados a la sagrada imagen. El rezo de las estaciones del Vía Crucis, y el siempre buen hacer de la Banda de Música de Gijón serán, junto con el chasquido de las horquillas y el ronco tronar de las carracas, el sonido de fondo del cortejo. En esta ocasión, la agrupación musical gijonesa hará sonar marchas tan conocidas como "La Saeta" o "Cristo de la lanzada".

La estación de penitencia del Jueves Santo condensa, como ninguna, la esencia de la Semana Santa gijonesa. Esa solemne sobriedad, envuelta en el ambiente marinero que le sirve de escenario: Campo Valdés, el fondo de la playa, el muelle y los jardines de la Reina…

Tras el anonimato del capirote hoy muchos pondremos a los pies del Cristo de Macías, un año más, nuestros agradecimientos, anhelos y peticiones.

Agradecimiento por ese viento de cola que parece impulsar el progresar de nuestra Semana Santa, por ese reconocimiento público a la labor callada y sacrificada de las hermandades y cofradías gijonesas en estas últimas décadas, por el empuje de las nuevas generaciones cofrades que se incorporan a nuestras filas.

Los anhelos de poder continuar esa progresión, de mejorar cada día un poco más nuestra Semana Santa, a la que queremos no porque sea la mejor (aunque por ello también trabajemos) sino porque es la nuestra.

Peticiones por tantas necesidades, de enfermos, ausentes, dificultades y retos. De los miembros de la Hermandad, y de todo Gijón en su conjunto.

Todas esas intenciones irán simbolizadas en el pergamino que, como todos los años, quemaremos a los pies del Cristo, en el Campo Valdés, al término de la estación de penitencia. En esa recogida, más íntima que la multitudinaria salida a la calle, que tiene como testigos a los cofrades y a los más fieles seguideros de nuestras celebraciones.

Y ese leve susurro ante la sobrecogedora imagen del Cristo de la Misericordia: "llegue a Ti nuestra oración, como incienso en tu presencia" (Salmo 140).

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