Polémicas ayudas públicas
Alemania ensaya el uso de tarjetas prepago para los solicitantes de asilo
El propósito es que ese dinero se gaste en el país en lugar de ser transferido a sus familiares en el país de origen o, peor aún, a redes de tráfico de personas o al radicalismo islámico
Gemma Casadevall
La iniciativa del gobierno del canciller Olaf Scholz para implantar en Alemania una especie de tarjeta prepago para los peticionarios de asilo lleva meses estancada. La idea original es que sus destinatarios perciban por esta vía la ayuda económica —incluido el llamado dinero de bolsillo— que les corresponde, y no en metálico o a una cuenta bancaria. El propósito es que ese dinero se gaste en el país —y, con ello, los impuestos indirectos derivados del consumo—, en lugar de ser transferido a sus familiares en el país de origen o, peor aún, a redes de tráfico de personas o al radicalismo islámico.
Esa era la teoría. A la práctica, el plan del gobierno tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales tuvo que vencer primero los recelos de los socios ecologistas. Lo veían como una fórmula degradante de fiscalización de esas ayudas. Superados estos argumentos, topó con el rechazo de algunos poderes regionales —a los que corresponde implementar y administrar la acogida de los refugiados y peticionarios de asilo—, que veían más problemas que beneficios en el sistema.
Finalmente, algunos estados federados, entre ellos Baviera y Baden-Württemberg, ambos en el sur, han empezado a aplicarlo aún en fase experimental en algunos distritos. Ello acaba de complicar la situación, puesto que obliga al peticionario que ha percibido una de esas tarjetas prepago, a gastar ese dinero dentro del distrito donde tiene asignada su residencia. Por no hablar de los problemas reales que se va a encontrar, incluso sin salir de esa zona, puesto que en Alemania no todos los comercios aceptan el pago con tarjeta. El cartel de only cash es relativamente frecuente no solo en poblaciones pequeñas, sino incluso en locales Döner o bares de Berlín.
Desafíos de la acogida de refugiados
La fórmula de la tarjeta prepago surgió como bálsamo a los poderes regionales, que se dicen desbordados para atender la acogida de refugiados. En 2023 fueron 351.900 los nuevos peticionarios de asilo recibidos por Alemania; solo en los primeros dos meses de 2024 fueron ya otros 53.000. Son cifra que están lejos del récord de más de millón y medio llegados al país con la gran crisis migratoria de 2015 y 2016. Pero a la que hay que añadir otro millón y medio de ucranianos recibidos desde el inicio de la invasión de Rusia, en febrero de 2022, que no se contemplan en las estadísticas de peticionarios de asilo por estar exentos de presentar esa solicitud. Desde la formalización de la solicitud hasta su resolución pueden pasar entre un año o año y medio.
Cada nuevo solicitante recibe en el centro de primera acogida lo que se denomina "dinero de bolsillo" —182 euros—, además de una tarjeta sanitaria provisional, billetes para el transporte públicoy bonos de comida, ropa, etc., que gastará en el centro al que ha sido asignado. De esa cantidad pasará a los 410 euros —para una persona sola, más otros 369 para su pareja— si se admite su petición. Pero 228 euros irán directamente a su manutención y alojamiento, de modo que el teórico dinero para gastos sigue siendo mínimo.
Hasta qué punto tiene sentido implantar una tarjeta prepago para esos gastos domina el debate en torno a la viabilidad de una fórmula que implicará nuevos costes administrativos. Las organizaciones de ayuda a los peticionarios de asilo, como Pro-Asyl, lo ven como una concesión populista destinada a combatir el argumentario de la ultraderecha. Para Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza en intención de voto a escala nacional tras la oposición conservadora, todo dinero que perciba el refugiado es susceptible de acabar alimentando redes ocultas, sean de tráfico de personas o de organizaciones yihadistas. Incluso si se trata de los 182 euros —o sea, 45 por semana— del llamado dinero de bolsillo inicial.
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