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Triple centenario en Covadonga: el reflejo literario (1)

Covadonga españolista

El santuario y la historia de su batalla generaron una copiosa producción literaria en cuyo origen, desde Caveda y Nava, trata de subrayarse el papel histórico de Asturias como cuna de España

Covadonga españolista

La materia de Covadonga originó, según era de esperar, una producción copiosa en nuestra literatura. La primera de esas producciones la debemos al padre de nuestra historia literaria, José Caveda y Nava. "La batalla de Covadonga" -nacida a principios del XIX, en un momento en que se trata de afianzar en el conjunto de España la coyunda entre Covadonga como raíz histórica prestigiosa y un proyecto ideológico de grandeza nacionalista española- tiene como centro emocional/temático la narración detallada de la contienda y su significado político. El narrador, que se dirige a un oyente/lector anónimo, le señala:

¿Non ves, amigu isti templu

Que llevantó la piedá /.../

Pos ye un recuerdu de gloria

Pa toa la cristiandá /.../

Equí, cuando espavoría

Lloraba España'l so mal /.../

Un esforciadu rapaz,

De Rodrigu descendiente

Y afrenta del musulmán...

Y, tras un detallado relato de la batalla, que incluye el diálogo entre Oppas y Pelayo, las exhortaciones a los combatientes cristianos, el combate y el éxito godo-astur, la conclusión (versos 443 a 448):

Y sobre roines sangrientes

Del vencíu mosulmán,

Enarbólase la cruz

Que fo del trunfu señal;

Y a España torna Pelayu

Ara, tronu y llibertá.

Toda la literatura posterior de raíz patriótica no va a salir de este esquema ideológico: Asturies como cuna (poco menos que accidental, podría decirse) de España, en un acto que cuenta con la presencia divina y que reinstaura las glorias godas. El significado autónomo de Asturies no existe, la historia propia tampoco, los más de dos siglos del Reino de Asturies, menos. Por decirlo con claridad: la Covadonga de nuestros literatos es una Covadonga nacionalista-españolista y centralista, pasada por la religión nacional, en el fondo, una no-Asturies.

También en el XIX, Benito Canella Meana (1809-1892), padre del rector universitario y editor Fermín Canella Secades, escribe dos sonetos que se publican en 1879: "La batalla de Coadonga" y "La virxen de Coadonga". El primero se mueve en el esquema político-patriótico que conocemos; el segundo da comienzo a un subgénero de una orientación más mariana y devocional, con la presencia de un yo no sólo emisor/narrador que se dirige a un vosotros (¿Ñon la veis, com'un ñeru d'Andarina?...), sino centro, a la vez, temático y emotivo, pues confiesa su devoción a la Santina y su esperanza en ella (y barrúntome yo que, cuando muerra, / ha d'atropame un sietiquín nel Cielu). Esta segunda manera del enfoque covadonguista tendrá también descendientes, aunque en ella casi nunca dejará de estar presente, siquiera sea muy tangencialmente, el significado nacionalista-españolista del lugar o la referencia al combate contra los moros.

Es en 1852 cuando Marcelino Flórez de Prado (1831-1903), con motivo de la visita de María Cristina de Borbón, construye un diálogo entre dos personajes que sigue modelos del siglo XVIII: la visita a Uviéu de un protagonista aldeano que contempla con extrañeza lugares, personajes y costumbres, y lo cuenta después a su interlocutor. Pues bien, es en ese marco, justificado por la visita de la Reina (venía con su esposo a inaugurar el ferrocarril de Langreo, la tercera línea ferroviaria de España), donde se inserta un breve relato en estrofa romance de la batalla de Covadonga, sus antecedentes, sus causas y el enfado de Dios, que quiso mandar un castigu / pa qu'escarmaren los pueblos consintiendo así la invasión sarracena.

Es también en ese siglo antepasado cuando Teodoro Cuesta (1829-1895), el más afamado de nuestros vates, aborda la materia por dos veces: una en un relato en veinticinco octavas reales, "Cuentu de xunt'al fueu". Creada la composición en 1873 a beneficio del Hospicio Provincial, con el que Cuesta estaba relacionado, fue después inserta con esa denominación en una salutación, también en octavas, al poeta Ventura Aguilera, con motivo de su llegada a Oviedo en 1880 para recibir un homenaje.

El citado texto se sitúa dentro del esquema marirregueriano de una narración que, en el ámbito de la casa rural, un personaje relata a sus oyentes. Como en Marirreguera, hay llamadas a los oyentes dentro de la propia ficción narrada, símiles-parábola de raíz homérica, etcétera.

Peculiar acaso en la historia de la materia narrativa es el espacio que se dedica a la belleza y galanura de La Cava, a la que se exculpa y a la que se dedican nada menos que cinco octavas:

Pa que too fuese grande nesta xana

Que tochu golvió al rey con so hermosura,

Dirévos que so boca yera grana,

O coral con llixera cortadura;

Dos ringleres de pelres la sultana

Ensiñaba al falar, y so blancura

Yera tal, que la nieve non cuayara

Si al baxar de lo alto les mirara.

La otra composición de Cuesta es un romance de 162 versos, "A la Santísima Virgen de Covadonga" (no es infrecuente la conducta diglósica de que en nuestra poesía tradicional los títulos de las composiciones en asturiano se escriban en castellano). Pues bien, si la composición antedicha del escritor mierense es exclusivamente de carácter político-histórico, este, sobre recordar la invasión de la morisma y su derrota en Covadonga con el auxilio de la Virgen, añade una veta mariana, mediante la presencia de un yo que dialoga con ella pidiendo su amparo, y donde la Santina aparece como la madre identitaria de los asturianos, muy particularmente de los emigrantes:

Uquier aliende un to fíu,

Ellí estas; metanes l'alma,

Pa qu'a la gloria lu guíes

Un altarín te llevanta.

Y lloñe, allende los mares,

To memoria non s'aparta

De los astures retueyos

Que dexaron so quintana,

Barruntando la fortuna

Que con trabayu y constancia

Algamen, volviendo al ñeru

Fiel recuerdu de la infancia.

A finales de 1880, en México, el sacerdote llanisco Ángel García Peláez, Ángel de La Moría (1858-1895), escribe sendos poemas con motivo del 8 de septiembre. Uno es un romance heroico de 72 endecasílabos, "¡Ijujú! ¡Viva Cuadonga!"; el otro, constituido por trece octavas, es "A mio ma la d'el Cielu". Los dos tienen una disposición semejante, un diálogo entre el emisor y los oyentes (los poemas están hechos para leerse en la festividad septembrina a otros "americanos"); a veces, el oyente es la Santina. Los dos son poemas fundamentalmente marianos y devocionales -naturalmente no falta una pequeña referencia a Pelayo- cuajados de asturianismo y escritos en una lengua culta:

¿Boberas? Mialma, non, que l'embelesu

Asturias ye del mundu y sus riberas.

¿Qué munchu entónces ye, si, embobecíu,

No abocano al parllar del pueblu míu?

Perdóname, Santina, que asturianu

Antes que nada só baxu les teyes...

(De A mio ma la d'el Cielu)

Y nel maju decir de los astures

Que igual no tevo nin tendrá en las llenguas

Dexádeme gritar altu, mui altu:

¡Cuadonga y nada más! ¡Pelayo y cierra!

(De ¡Ijujú!)

José Fernández Quevedo (1834-1911), secretario de la Universidad, publica en 1896 Batalla del Guadalete, un total de 665 versos en 75 octavas reales y 13 quintillas, en que, con su estilo y su asturiano vulgares, relata los antecedentes de la mitografía covadonguista y, en un apóstrofe final, emplaza a los invasores, vencedores de momento, a Covadonga:

Y vosotros, moritos farfantones,

Los que vais a La Meca'n romería,

Y todos vos volveís abuluciones

Y fer monades desque risca'l día,

Non andéis enfotaos coles aiciones

Que remanecen de la traidoría,

Porque non faltará quien vos componga:

...¡Pol pronto tais citaos pa Covadonga!

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