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Vamos a la playa

Diversas especies de aves se dejan ver entre la gente incluso en arenales atestados, y otras, y a veces delfines, rondan las aguas donde nadan los bañistas

Vamos a la playa

Las playas están tomadas por los bañistas en verano. Pero no solo hay en ellas cuerpos tostándose al sol (algunos braseados) o luciendo tipazo (o michelín), o niños haciendo castillos de arena o dando pelotazos a diestro y siniestro. También hay naturaleza, más allá del mar de gente, toallas y sombrillas, en ocasiones tan evidente como las estridentes y osadas gaviotas (a la rebusca de desperdicios o a la rapiña del bocata), o no tanto pero fácil de encontrar y familiar, en todo caso, para los visitantes que acuden a tomar baños de sol o de mar, como los cangrejos y las quisquillas de charcos y pedreros e, incluso, las medusas que rondan o arriban a los arenales. Pero hay más; una fauna discreta, que no llama la atención o que procura guardar las distancias. Y, sobre todo, que pocos se esperan. Aves, principalmente: limícolas (lo que en América Latina llaman apropiadamente playeros) y diversas aves acuáticas vinculadas a la orilla o a las aguas costeras superficiales.

Las orillas, por empezar desde tierra hacia el mar, son el lugar donde aparecen chorlitejos, correlimos, andarríos, zarapitos, archibebes y otros limícolas, mazaricos según un nombre genérico asturiano, todos similares en aspecto y conducta, aunque con diferentes tamaños y longitudes de patas y de picos. Los más pequeños, correlimos y chorlitejos, (correlimos común y chorlitejo grande, por concretar); andan en grupo, a carrerillas, picoteando invertebrados en la arena húmeda y entre los cantos rodados, como si siempre tuviesen prisa. Entre ellos, y también en zonas con más agua donde les permiten entrar y pescar sus largas patas, garzas reales y garcetas comunes, recelosas, se toman su tiempo para atrapar el almuerzo en forma de pez.

Ya en el agua, no es difícil tropezarse, en los lugares adecuados y donde hay costa rocosa, con cormoranes moñudos (exclusivamente marinos), que pescan, o nadan, o secan su plumaje sobre las rocas. Es posible, aunque no habitual, avistar algún delfín común o mular nadando cerca de la costa, en grupos; si van persiguiendo cardúmenes de peces, no andarán lejos los alcatraces atlánticos o mazcatos (el ataque combinado agua-aire proporciona buenas rentas en capturas a unos y otros). Estas grandes aves suelen causar asombro a los bañistas que reparan en ellos, por sus fulminantes picados desde gran altura, a veces hasta 40 metros. Cuando están centrados en la pesca, pueden incluso picar entre los bañistas, para sorpresa y susto de éstos, pues impresiona verlos caer a gran velocidad sobre el agua. Mucho menores, e igualmente menos impactantes, los charranes, garruchines o chirris practican la misma técnica de pesca que el alcatraz, y se acercan habitualmente a la gente, incluso a la que está en la arena, pues atrapan alevines en zonas donde apenas hay un palmo de agua.

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