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José Vitos Natal Nadador, primer español en cruzar a nado el Canal de la Mancha

“Supongo que al franquismo le venía bien un minero cruzando el canal de la Mancha”

“Trabajaba de fogonero en Turón y oí a un maquinista decir que en Mieres había una casa con agua y podías bañarte, no sabía nadar pero estuve dos horas en el agua”

Vitos señala una publicación enmarcada en la que se dice que es uno de los ocho asturianos más importantes del siglo XX. Fernando Rodríguez

José Vitos Natal (Canabatán, Turón, 1932) es leyenda. Fue el primer español en cruzar a nado el Canal de la Mancha. Lo hizo el 28 de agosto de 1958 con una marca de15 horas y 11 minutos, un récord mundial que no sería superado hasta 2002 cuando el nadador Patrick Ghysel rebajó el tiempo a 14 horas y 42 minutos. Vitos, con 90 años de edad mantiene viva en la memoria cada brazada de esa hazaña. Una infancia dura en lo más profundo de la cuenca minera asturiana. Un niño listo y huérfano de padre al que a los 13 años le pusieron un mono de trabajo a los pies del pozo Santa Bárbara. A los 18 años escuchó que “en Mieres había una casa con agua y podías bañate”, pidió tres pesetas a una vecina y aquello cambió su vida.

La infancia en La Rebaldana

“Nací el 14 de junio de 1932 en Canabatán, en Turón, pero a los ocho días nos dieron una casa en La Rebaldana, donde el pozo Santa Bárbara. Éramos cuatro hermanos, tres hombres y una mujer, Luis, Carlos y Argentina. Mis padres eran José y Joaquina. Él era caballista en el pozo Santa Bárbara, iba por dentro llevando los vagones. Mi madre era ama de casa. Mi padre murió en el año 40 con 40 años, yo tenía ocho y era el mayor. No teníamos pensión ni nada así que íbamos a comer al Auxilio Social de Turón. A los nueve años entré en el colegio La Salle. Se me daban bien los estudios, era el mejor de la clase. En tercero, con once años, sabía tanto que me pasaron a quinto. No teníamos para comer, andábamos a castañas, a moras a lo que fuese y mi hermano el segundo y yo cogíamos hierro de donde fuese y lo vendíamos al chatarrero”.

Vitos, a su llegada a África tras cruzar el Estrecho de Gibraltar.

Al trabajo con 13 años

“Con 13 años, en marzo, mi madre fue a ver a la jefa de la sección femenina de la Falange en Turón. Su padre era ingeniero y mi madre le dijo que no teníamos para comer y que si me podía meter a trabajar. No se podía trabajar hasta los 14 años y me faltaban unos meses pero nos dijo que volviésemos a día siguiente, que estaría con su padre. De aquella Turón tenía 25.000 habitantes y había 7.000 obreros. Empecé a trabajar sin haber cumplido los 14 años, era pinche en las máquinas que subían de La Cuadriella a La Rebaldana, al pozo Santa Bárbara, y al pozo Fortuna. El primer día que fui a trabajar estaban mi madre, mis hermanos, con 11 años y siete años y mi hermana con nueve. Un vecino nos dio un mono de trabajo que me quedaba grande, y una gorra, y allí estaban todos mirando para mi. Me plante en La Cuadriella y fui al vigilante, le dije que era el nuevo y me dijo que abriese la boca y le enseñase la dentadura. Me dijo que tenía buenos dientes, que me pusiese allí a ver qué me mandaban. Un paisano, maquinista, me mandó a por tabaco. Me prestó aquel primer día. A los 15 años me metieron de encendedor de las máquinas. Iba a trabajar a las dos de la mañana, tenías que limpiar las maquinas, rascar la escoria con una pala y luego encender con un brazao de leña y unos cotones. A las seis de la mañana metías carbón y agua para hacer vapor”.

El nadador, con el chándal de Educación y Descanso, después de cruzar a nado el canal de la Mancha.

El nadador, con el chándal de Educación y Descanso, después de cruzar a nado el canal de la Mancha.

"Alto o disparo", dijo el moro

“Cada 10 días bajaba a La Cuadriella con unas lecheras a por aceite y carburo. Una vez, al subir, cerca de una mina, oigo ‘alto, alto, alto o disparo”’, y salió un moro y llamó a otro. Había dos o tres moros y un paisano que era el que mandaba en ellos. Yo tenía 15 años y en Turón de aquella había mucha gente metiendo bombas, muchos fugaos. Me preguntaron que llevaba, les dije que vivía en La Rebaldana y que trabajaba de encendedor de las máquinas, que llevaba aceite y carburo. Me dejaron irme. De la Guerra me acuerdo que sonaban las sirenas de La Cuadriella cuando venían a bombardear, nos escondíamos en una bocamina que había al lado de casa”.

La casa con agua en Mieres

“Estaba de encendedor y de vez en cuando pasaba a fogonero. Si a las seis de la mañana, cuando llegaba el vigilante, hacía falta algún fogonero, doblaba turno hasta las cuatro de la tarde. A los 18 años ya me hicieron fogonero. Un día escuché a un maquinista decir: ‘¿no sabes que Julián, el que está casado con la fia de Dositeo, fue a Mieres y entró en una casa que está llena de agua y puede bañase uno?’. A mi me gustaba mucho nadar, al lado de casa había un pozo en el río Turón y estábamos ahí todo el día. El río estaba limpio de La Rebaldana para abajo, que era donde había carbón, de ahí para arriba estaba limpio. Tampoco sabía nadar, yo flotaba en aquel pozo de unos cinco metros de ancho. Pregunté por aquello y a las cuatro, al salir de trabajar fui a ver a mi madre y le pedí tres o cuatro pesetas para ir a aquella casa que tenía agua. Me dijo que solo tenía para una bollina de pan. Había una vecina, Josefa, que no tenía hijos y a la que yo le hacía recados. Le dije que si me dejaba el dinero, que se lo devolvería cuando mi hermano y yo fuésemos a la chatarra. Me lo dio. . Pasó una máquina que iba para abajo y como era fogonero monté. En La Cuadriella había unos coches que bajaban hasta Figaredo y de allí salí aun tren para Mieres a las seis de la tarde. Llegué a Mieres, donde la Plaza de Abastos y pregunté por aquella casa llena de agua, me dijeron que no era una casa, que era una piscina. Entré y había un hombre que se llamaba Federico, le pregunté que si podía bañarme y me dijo que sí, que eran tres pesetas y que si sabía nadar. Le dije que un poco y me advirtió de que tuviese cuidado que había una zona donde cubría más de 4 metros. Le pedí que me avisase a las ocho menos cuarto, que no tenía reloj y tenía que volver a casa. Me metí y vi aquellas luces, el agua verde, limpia, ¡Mi madre!. Estuve allí pim, pam, hasta que a las ocho menos cuarto me picó en el cristal, salí y me dijo que cómo que no sabía nadar, que llevaba dos horas en el agua sin parar. Le dije que era la primera vez que nadaba. Me preguntó cuándo iba a volver y le dije que cuando tuviese perres”.

Multitud reunida en Mieres para recibir al deportista.

Alperi, el Julio Verne de Mieres

“Había un señor, el doctor Alperi, Francisco, que era como Julio Verne. Por Mieres pasaba la vuelta ciclista a Asturias, había cerreras de motos, eran campeones de esquí, pero no había piscina como en Oviedo y Gijón, así que el fue el que empezó con la piscina. Federico le dijo que había estado allí un guaje de Turón que había dicho que no sabía nadar y estuvo dos horas sin parar, y que no se cansaba. Alperi le dijo que le avisase si volvía por allí. Cuando volví me tiré al agua y noté que había un señor en la grada mirando para mi. Me llamó y me preguntó que si me gustaba aquello. ‘Vuélveme llocu’, le dije. Le pidió a Federico que me devolviese las seis pesetas de los dos días que había ido a la piscina. A los diez o doce días llamó a Enrique Granados, el hijo del músico, que era entrenador de la selección española de natación, casi nada. Le trajeron a Mieres, le metieron en un hotel y estuvo 15 días entrenándome”.

Primeras competiciones.

“Era a últimos de febrero del 51 yo tenía 19 años. Alperi me dijo que en abril iba a organizar unos campeonatos y que yo iba a nadar. Vinieron de Oviedo y de Gijón y se reían de que hubiese un nadador en Miéres, que tenía piscina desde hacía poco, preguntaban si se había entrenado en la bañera porque para hacer un nadador de verdad necesitas cuatro o cinco años. Yo callé la boca y me apunté a la prueba de 400 metros, me tiré y gané . Los días 15 y 16 de julio de ese año fui a un campeonato de Asturias en Oviedo, me apunté a 200 metros braza y los nadé en 3’18, gané y bajé en cinco segundos el récord de Asturias. En agosto eran los campeonatos de la federación asturleonesa, gané y batí otra vez el récord de los 200 metros braza”.

La mili nadando en Valladolid “En el 53 me tocó ir a la mili, fui a Valladolid, regimiento San Quintín. El cuartel estaba al lado del río y la piscina. Me bañaba en una poza que había quedado de una explosión. Como había estudiado y sabía escribir me hice cabo y me libré de pelar patatas. Fui a la piscina y hablé con el que la llevaba, el dueño del Heraldo de Castilla, me conocía porque yo estaba en la federación asturleonesa. Me dijo que hablará con el cuartel para que me dejasen ir a nadar pero que tenía que fichar con el equipo de Valladolid. Fuimos a Logroño, a Santander, a Galicia, yo ganaba todas las pruebas. Cogí dos copas y se las regalé al teniente y al capitán. Pedí permisos para ir con el equipo de esquí y de atletismo de Asturias, que los llevaba Alperi, a las concentraciones. No esquiaba ni corría pero iba para poder comer bien durante unos días.”

José Vitos, en Dover, señalando la playa británica a la que llegó nadando desde Francia.

La vuelta a Mieres y el Estrecho de Gibraltar

“Terminé la mili y volví pa casa. Era campeón de España de la categoría de Educación y Descanso (hasta 21 años) de braza y mariposa. Pasaron dos años y ganaba todo, siempre con facilidad. Alperi, que era como Julio Verne, me dijo que sí, que ganaba en piscina pero que había muchas especialidades y que en pocos años habría otros mejores, que porqué no probaba nadar en aguas abiertas. Le dije que es que de guaje no había tenido para ir a la playa, pero que no me daba miedo. Hice El Musel-Gijón paa probar y al llegar, el de la barca que me dijo que subiese para regresar, le dije que iba a dar la vuelta nadando. Hice Candás-Gijón con dos de Avilés y dos de Gijón y le saqué una hora al segundo, no se lo creían. Al verme con la copa, Alperi me dijo que iba a mirar donde había travesías de verdad. Miró y me dijo que había gente que cruzaba nadando el Estrecho de Gibraltar, que unos pasaban y otros no, que a otros se los llevaba la corriente hacia el atlántico. Yo dije que sí”.

La primera hazaña: el estrecho de Gibraltar

“El doctor Alperi fue a Turón y a Madrid y contó que un minero quería cruzar a nado el estrecho de Gibraltar. En Madrid cogieron empeño, supongo que les venía bien un minero haciendo eso porque la cosa estaba jodida, con huelgas y demás. Así que el ingeniero de Hulleras de Turón me dijo que me daban permiso para irme y que me seguirían pagando el jornal. Marché a Tarifa a últimos de agosto. Hacía muy mal tiempo, en septiembre no hubo manera de tirarse al agua, así que el 11 de octubre, cuando mejoró algo el tiempo, salí nadando de Tarifa a las ocho de la mañana. A las dos horas estaba a mitad del Estrecho, llevaba siete kilómetros y medio, pero entró el Levante y me arrastró. Eran 14 kilómetros y al final hice 22 en 5 horas y 28 minutos, pero tenía que haber hecho cuatro y pico. Pedí que me llevasen a Algeciras a coger el expreso a Madrid. Al llegar a la estación de Atocha estaban todos los periodistas esperando. Había un señor que me dijo que era de Educación y Descanso y me informó que tenía que ir con él porque me quería ver el ministro José Solís. Solís me preguntó si yo era el minero que había cruzado el Estrecho. Estaba asustado... ‘Me cago en la mar, lo duro que debe ser estar cogiendo carbón’, decía. Yo callé la boca, yo era de la mina, pero era fogonero. Me dijo que pidiese lo que quisiera y pedí el Campeonato de España de natación para Mieres y cruzar el canal de la Mancha. Uno que había allí dijo que eso era imposible, que estaba un americano intentándolo desde hacía cuatro años y no había manera, que eran muchas horas nadando en agua helada. Le pregunté al Ministro: ‘Si no voy, ¿pasarelo?’, y él no me entendía, le volví a preguntar y contestó que no, claro, si no iba no lo podía pasar. ‘¿Y si voy?’. ‘Al canal’, contestó. Llamó a Oviedo a los sindicatos y cuando volví a Turón el ingeniero me dijo que había llamado el Ministro y que fuese a entrenar que ellos me seguirían pagando. Cuando volví a Mieres fue la de Dios, me hicieron un homenaje, me regalaron un reloj, el Caudal jugó contra el Tarrasa”.

El entrenamiento

“Diciembre, enero y febrero los pasé nadando en el río con el agua a cuatro o cinco grados. Me metía y a los diez minutos salía muerto de frío, corría un poco y volvía a entrar. Pasé el invierno así. En abril me mandaron para Perlora (Ciudad de Vacaciones) con todo pagado, una habitación para mí, comía lo que quería, la de Dios. Empecé a nadar Candás-Gijón y Gijón-Candás. Iba un paisano que era sacerdote y tenía moto. Montaba con él en la moto, me llevaba el chándal, yo quedaba en Gijón y a las cuatro horas y pico iba a Candás a buscarme. Un día hice Candás-Gijón y Gijón-Candás, ida y vuelta sin parar. Otro día lo hice tres veces, treinta y pico kilómetros”.

Primeros días en Calais y Dover

“Llegamos a Calais (Francia) a primeros de agosto. Iba con Luis Asensi, un alicantino que era campeón de España de crol. Vimos que las mareas eran muy grandes y que el agua estaba helada. Asensi dijo: ‘Esto lo paso yo de un salto’ y le contesté que si lo cruzábamos las íbamos a pasar tan putas como tragar un paraguas al revés. Fuimos para Dover y Folkestone (Inglaterra) y empezamos a entrenar. Era agosto pero hacía mucho frío y no había nadie en la playa. Nadábamos la playa de alante a atrás. Vi que Asensi nadaba 50 metros y salía y le dije a Ferradas, que era jefe de la expedición, que no contase con él, que no iba a pasar el canal. Nos sacaban a mitad del canal para que nadásemos allí y viésemos lo fría que estaba el agua. Me dijeron que nadaba como un pez y que igual podía batir el récord, que lo tenía un americano en 21 horas desde hacía tres años. Comíamos mucho para estar gordos y pasar menos frío. El día antes de cruzar el canal tuve una congestión de comer tanto y estuve vomitando. Avisé que esa noche cenaría muy poco y al día siguiente no iba a desayunar, me dijeron que cómo iba a nadar 15 horas sin haber comido”.

La gran hazaña: el canal de la Mancha

“Salimos a las siete de la mañana, a las ocho ya estaba helado, nadé más aprisa para entrar en calor. A la media hora Asensi me sacaba una buena ventaja. Él nadaba a crol a cinco kilómetros por hora y yo, a braza, no llegaba a los cuatro. Entonces vi que me iba acercando a la barca que le acompañaba, estaba jodido. Le dijeron que aguantase por cojones. Al cuarto de hora le dio otro bajón. Yo iba a braza y lo malo es que te da todo el mar en la cara, las gafas a los 10 minutos ya no me servían para nada. Llegué al lado de Asensi y estaba gritando, que o subía al barco o le dejaban allí, que no podía nadar más, que se iba a morir. A los cinco minutos ya oí su barca a toda velocidad, había abandonado. Hacia las doce pegaba el sol, miré hacía atrás y no veía Francia y por delante tampoco veía Inglaterra. A las seis de la tarde, una vez que me subió el agua, vi a lo lejos, como a ocho o diez kilómetros, brillar las piedras de los acantilados de Dover, que eran blancas. A las nueve de la noche entró la marea del Norte, con agua helada que venía de Noruega, y me arrastró. Ya veía los barcos del puerto de Dover, pero la marea me desvió. A las diez y pico de la noche me dijeron que había una cala en la que podría entrar la barca y que si no llegaba allí acabaría en Folkestone, a 20 kilómetros de Dover. A las once y cuatro minutos noté que cogía piedrinas con las manos. Tenía que llegar a donde no llegase el agua, como no podía andar, empecé a arrastrarme por la orilla con la barriga para salir del agua, si no no valía. Pararon el cronómetro en 15 horas y 11 minutos. Terminé muerto de frío, sangrando por la boca por la sal y con los ojos destrozados. No sabía ni dónde estaba, me envolvieron en una manta y me llevaron a Folkestone, me metieron en una bañera con agua caliente y con una pajita me daban leche con azúcar. Me dijeron: ‘Lo has conseguido, campeón, qué putas las pasaste, pero has batido el récord del mundo, que estaba en 21 horas y lo has bajado a 15 horas’ ”.

Franco, Carmen Polo y el recibimiento de 30.000 mierenses

“El director del periódico ‘Región’, Ricardo Vázquez-Prada, llamó a La Rebaldana a las dos de la mañana para que avisasen a mi madre. Las máquinas de la mina pasaban pitando por casa de mi madre y de mi novia, hoy mi esposa, Bernarda López. Llegué a Barajas y me esperaban los ministros Girón y Solís y me dijeron que tenía que ir a Galerías Preciados a comprar ropa. Era la primera vez que veía escaleras que te subían y bajaban sin andar. Me llevaron a Santiago de Compostela y de ahí a La Coruña, al pazo de Meirás a ver a Franco. Fuimos con Franco a La Coruña a ver las traineras, que le gustaban mucho. Vi más a su mujer, a Carmen Polo, tuve que ir con ella a la catedral de Santiago porque querían hacerme eso del Botafumeiro. Me dijeron que Carmina iba a hablar con Paco y me concedieron la cruz al Mérito Civil con tratamiento de Ilustrísimo. Girón llamó a Hullas de Turón y dijo que me sacasen de la mina, que me pusiesen en una oficina. Volvimos a Mieres. Desde Pajares ya tiraban voladores y salía la gente a la calle. Al llegar a Villa ya no podía pasar el coche, dicen que había 30.000 personas. No sé, en aquel entonces era como si el Gobierno quisiera hacerme ser más de lo que era por ser minero. Les venía bien por el tomate que había en las minas”.

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