Razones para recordar al teniente coronel asturiano Díez Alegría (y no son pocas)

Las memorias inacabadas del oficial refrendan una personalidad clave para que los militares no interfirieran en el proceso político que seguiría a la muerte de Franco

A la izquierda, Juan Carlos y doña Sofía y el príncipe Felipe en el acto de la constitución en Oviedo de la Fundación Príncipe de Asturias junto a Díez-Alegría, el 24 de septiembre de 1980. A la derecha, el general en uno de los últimos despachos como Jefe del Alto Estado Mayor con Francisco Franco.

A la izquierda, Juan Carlos y doña Sofía y el príncipe Felipe en el acto de la constitución en Oviedo de la Fundación Príncipe de Asturias junto a Díez-Alegría, el 24 de septiembre de 1980. A la derecha, el general en uno de los últimos despachos como Jefe del Alto Estado Mayor con Francisco Franco. / Archivo de Manuel Díez Alegría

Pablo González-Pola de la Granja

Manuel Díez-Alegría Gutiérrez (Pendueles, Llanes, 25 de julio de 1906-Madrid, 3 de febrero de 1987) fue un militar asturiano que tiene en su hoja de servicios una idea renovadora del ejército que debía pasar del modelo franquista hacia la transición democrática. General de división en 1961 y a teniente general en 1967, director del Centro Superior de Estudios de Defensa Nacional en 1968, fue Jefe del Alto Estado Mayor en 1970, cargo del que sería siendo destituido tras una supuesta entrevista en Bucarest (Rumanía) con el secretario general del PCE, Santiago Carrillo. Agregado militar de la Embajada de España en Brasil, embajador en Egipto entre 1976 y 1978, fue además miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Real Academia Española. Sus memorias, publicadas por la editorial Impronta, han sido prologadas, editadas y anotadas por el historiador Pablo González-Pola de la Granja (Madrid, 1955) doctor en Ciencias de la Información. licenciado en Veterinaria por la U.C.M. y Teniente Coronel en situación de reserva. En el prólogo, que "Criterios" reproducimos a continuación, valra la figura del militar asturiano, repasa su trayectoria y comenta las circunstacnia y el contenido de estas memorias que recuperan a un asturiano de los que contribuyeron a la transición del franquismo a la democracia.

El teniente general Manuel Díez-Alegría fue una personalidad clave en el tardofranquismo y la Transición porque, siguiendo instrucciones del general Agustín Muñoz Grandes, trazó un proyecto para que los militares no interfirieran en el proceso político que habría de desarrollarse a la muerte del dictador.

Esto quedó demostrado fehacientemente en mi biografía sobre el general publicada en 2018. Y esto le costó al general el cese al frente del Alto Estado Mayor y la difamación en la milicia por parte de los generales y civiles que, en aquel tiempo representaban el llamado búnker.

El general Díez-Alegría, asturiano, por encima de todo, preparaba con mucha ilusión sus memorias en la última etapa de su vida. Firmó un contrato con una importante editorial y esta le proporcionó un dictáfono. En él registraba sus recuerdos, que luego eran mecanografiados por su mujer, Conchita Frax y por su hijo Fernando. Pero por desgracia, falleció antes de terminarlas. Completó los tres primeros capítulos dedicados a su infancia en Asturias; como alumno de la Academia de Ingenieros de Guadalajara y el tercero sobre los primeros pasos en la profesión de las armas. Seguramente viéndose decaer físicamente y temiendo que se quedara en el tintero lo más importante, pasó a redactar dos capítulos dedicados al infame ataque de los reaccionarios que culminó en 1974 con su cese al frente del Alto Estado Mayor, por parte del general Franco.

Arando la mar

Manuel Díez-Alegría.

Edición a cargo de Pablo González-Pola de la Granja

Editorial Impronta, 296 páginas, 20 euros

Afortunadamente esto es de lo más interesante de su vida, pero se hace imprescindible al menos hacer una breve referencia, que puede ser completada con la lectura de su biografía, sobre el proceso mental que sufrió Díez-Alegría desde que comienza la Guerra Civil en la que participa activamente en el bando franquista y el momento en que resulta más que incómodo para los que no quieren tolerar que a la muerte de Franco se mantenga al frente del organismo que coordinaba los tres ejércitos un general tachado de liberal.

Las memorias que ahora y por primera vez ven la luz son de gran interés en varios planos. En primer lugar, trazan una visión muy interesante sobre lo que era la vida cotidiana asturiana y particularmente gijonesa a principios del siglo xx desde la óptica de un niño y joven estudiante de bachiller. Además, son de gran valor por lo escaso de testimonios en este sentido para conocer la vida en las academias militares de la época, y también de especial relevancia para los historiadores que busquen indagar en la mentalidad de los militares que aceptaron la instauración de la Segunda República y luego se volvieron contra ella. Al fin, los dos últimos capítulos redactados por don Manuel reflejan perfectamente la agonía del franquismo y cómo actúan aquellos que intentan perpetuar el régimen eliminando a quienes podían pretender oponerse a este propósito.

Para no interrumpir el relato en primera persona del autor de estas memorias, que sí nos hemos permitido anotar para su mejor comprensión, haremos aquí un breve resumen de esos 38 años, entre 1936 y 1974 en los que se interrumpen las memorias.

El teniente Díez-Alegría decidió incorporarse a la élite del ejército integrándose en el Cuerpo de Estado Mayor y, superada la oposición consiguió ingresar en la Escuela Superior de Guerra.

Allí, formando parte de la 37.ª promoción coincidió como alumno con el entonces comandante Rafael García-Valiño, con cuya amistad contaría y sería importante en la carrera militar de Manuel.

A primeros de julio de 1936 se fue de vacaciones a Asturias y en la casa que tenían sus padres en el pueblo de Barro, le cogió la sublevación del ejército de África. Y allí se mantuvo oculto hasta que la columna del ejército franquista que entró en el Principado tras la toma de Santander ocupó Barro el 7 de septiembre de 1937, tras fuertes combates en la sierra de Cuera. Una vez superado el expediente de depuración de responsabilidades, es reclamado por su antiguo compañero García-Valiño quien lo incorpora al estado mayor de la 1.ª Brigada de Navarra con la que hizo todo el resto de la guerra. Aunque participó directamente en algún combate, su mayor actividad la desarrolló en el estado mayor encargándose del reconocimiento del terreno y el transporte de las unidades al campo de batalla. Una vez terminado el dominio territorial de Asturias, pasó al frente de Aragón y, liberado Teruel, participó en la batalla del Ebro, el rompimiento del frente mediterráneo republicano y la toma de Barcelona.

Acabada la guerra volvió a incorporarse a la Escuela de Estado Mayor para cumplir la formación y después marchó destinado a Melilla reclamado por García Valiño, ya ascendido a comandante por méritos de guerra. De vuelta a Madrid obtiene una plaza de profesor en la Escuela de Estado Mayor y al ascender a teniente coronel es destinado a la agregaduría militar de Brasil. Destino que será crucial en su formación.

Con treinta ocho años y dos hijos Díez-Alegría se instala en Río de Janeiro en un momento en el que Brasil ensaya un modelo democrático auspiciado por el propio ejército y con el apoyo de los Estados Unidos. Allí conoció al agregado militar de Estados Unidos, Vernon Walters con quien mantendría una estrecha amistad de por vida. En Brasil comprendió Díez-Alegría que la democracia era perfectamente compatible con el orden y obtuvo excelentes enseñanzas que luego le servirían cuando, años después impulsó la creación del Centro de Estudios Superiores de la Defensa (Ceseden). En 1952 regresa a España tras pasar cuatro años en Brasil. Vuelve a ingresar de profesor en la Escuela de Estado Mayor donde le llega, en 1955, el ascenso a coronel.

En mayo de 1958 es nombrado director de la Academia de Ingenieros, ubicada ahora en la ciudad de Burgos. Su brillante trayectoria profesional y el conocimiento de los idiomas inglés y francés provocó su incorporación, en 1960, al equipo que el general Muñoz Grandes formó en el Alto Estado Mayor de cara a las negociaciones en torno a la renovación del convenio con los Estados Unidos. Díez-Alegría, sin dejar la dirección de la Academia de Ingenieros. En 1961 se incorpora al selecto grupo de militares españoles que realizan cursos de perfeccionamiento en Estados Unidos o en sus bases europeas dentro del Programa de Asistencia al Entrenamiento Militar del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Probablemente el coronel Diez-Alegría tuvo que adelantar su regreso al producirse su ascenso a general de Brigada en mayo de 1961, haciéndose cargo de la Jefatura de ingenieros de la VI Región, con sede en Burgos.

El ejército no se mantuvo aislado del cambio sociológico y político que se iniciaba en España en la década de los 60 y 70. Paralelo al desarrollismo económico, se aprecia una incipiente ruptura en la clase política del franquismo. Aparecieron los aperturistas, frente a los inmovilistas y, sin duda, un proceso parecido, aunque menos evidente al exterior, ocurrió en el seno de las Fuerzas Armadas.

Fue entonces cuando el general Muñoz Grandes, al frente del Alto Estado Mayor comienza una serie de reformas tendentes a profesionalizar al ejército con el objetivo de que a la muerte del general Franco, aquel no interfiriese en el proceso de transición política. Y encomienda el grueso de esta tarea a Díez Alegría, quien proyecta un centro moderno en el que debían confluir militares y civiles para tratar los asuntos de la defensa nacional: el Centro Superior de Estudios de la Defensa (Ceseden). Desde la dirección de este centro inició los estudios para una nueva ley de defensa nacional y participó muy activamente, junto al ministro Castiella en las negociaciones para la renovación del tratado con los americanos sobre las bases en España.

En 1966, el general Díez-Alegría ya era conocido en los ambientes intelectuales madrileños y es propuesto para ocupar un sillón en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Don Manuel aprovechará el discurso de ingreso para hacer pública su teoría en torno a la despolitización de los militares y su completa profesionalización. Este auténtico manifiesto causó sensación en una clase política reformista encantada de encontrar en un militar de alta graduación, ya había alcanzado el más alto grado de teniente general, sensible a las tesis reformistas del momento.

En 1970 fallece el capitán general Agustín Muñoz Grandes y el almirante Carrero Blanco le ofrece la jefatura del Alto Estado Mayor a Díez-Alegría. Desde este puesto se dedica a intentar vencer la resistencia de los tres ministros militares a cualquier tipo de coordinación, pero con el apoyo de Carrero consigue empezar los trabajos de una ley de defensa nacional que modernice a las Fuerzas Armadas y se oriente a un futuro Ministerio de Defensa. Esto y su fama de liberal en ambientes civiles provocó la inquina de la parte más intransigente del generalato, muy unido en aquellos momentos al llamado búnker civil.

El asesinato en diciembre de 1973 del almirante Carrero privó a Díez-Alegría de su más ferviente protector y lo dejó a merced de sus poderosos enemigos que buscaron la oportunidad para conseguir que el caudillo lo cesase. Y esta oportunidad surgió con motivo del viaje que, con autorización del presidente Arias Navarro, realizó el general a Rumania, incluida una entrevista con el dictador Ceaușescu. Pero esto está perfectamente narrado en sus memorias. La veracidad de la versión que aquí escribe don Manuel, la hemos podido comprobar con otros documentos que aportamos en nuestra biografía del mismo.

Tras los dos últimos capítulos redactados por el general, un epílogo nuestro complementará la biografía de este.

Suscríbete para seguir leyendo