Los más viejos del lugar se echan las manos a la cabeza cuando la romería del pueblo es invadida por grupos de mozalbetes que llegan de afuera descargando de sus coches toda suerte de bebidas alcohólicas, vasos, neveras y demás artilugios necesarios para prepararse sus «cacharros». A estos mozos y mozas que nadie conoce en el pueblo no les importa lo más mínimo cómo sean los músicos que haya sobre el escenario ni tampoco qué precios son los que tienen las bebidas en la barraca de la fiesta, que suele ser atendida, por cierto, por esos cuatro vecinos que trabajan para que haya fiesta mientras el resto del personal se divierte.

No puede decirse que esos desconocidos pandilleros sean solidarios porque no aportan nada a la fiesta del pueblo. Si se les intenta vender alguna papeleta para la rifa pasan olímpicamente y, por si todo ello fuese poco, dejan la parcela de su fiesta particular convertida en un auténtico «curripu» que han de limpiar los comisionados cuando todo acaba. Para ellos los contenedores son una pura figura decorativa.

Si tras alguno de estos muy desarrollados jolgorios del «botellón» alguien del pueblo ha identificado a los autores y se atreve a comentárselo al padre o a la madre del interfecto, la respuesta puede ser tal que de esta guisa: «El mi fíu nun pudo ser porque ya muy educáu y responsable». Sí, sí, menudas piezas, porque el comisionado que esto escribe ya ha sido amenazado, a altas horas de la madrugada, tal que así: «Date el piro, tío, que somos muchos y vamos a tope». Y el comisionado, para evitar males mayores y que del incidente no se enterara su forzuda y no muy académica guardia personal, se esfumó, esperó y con la luz del sol pasó con la carretilla y la pala llana a recoger lo que había quedado del «botellón», a la vez que llegaba a la conclusión de que aún hay muy pocos accidentes en las carreteras.

En aquellos tiempos del cuplé un padre o una madre que sospechase que su retoño hacía «botellón» en una fiesta de otro pueblo le habría hecho cumplir una novena no en honor del santo patrón local, sino del familiar equipo de aperos como son el picachón y la pala llana. Menos «botellón» y más picachón podría ser una alternativa, pero... va a ser que no, ¿verdad, colegas?